Ora a los ojos te escondes
de tu angustiada criatura,
y en su vagar, insegura,
te llama y no le respondes;
ora en luminosas letras
fijas en tu firmamento,
y en voz, ritmo y movimiento
el Universo penetras.
Cuando en tu gloria infinita
y en tu gracia te contemplo,
pienso que Tú eres el Templo
y el propio Dios que lo habita.
Mi alma siente, cuando escruta
dentro de tu seno místico,
que eres el vino eucarístico
y el cáliz que lo transmuta.
Ya estoy solo; amor y ciencia,
todo lo he perdido aquí:
O ven a habitar en mí,
o difúndeme en tu Esencia.