1
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente
dispersó las estrellas de su sesión nocturna,
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente
la regia torre ciñe con su lazada ardiente.
2
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera,
oigo una voz que dentro de la taberna grita:
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera,
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?»
3
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda,
-«¡Ea, abridnos, pues!