De qué me vale proclamar mi amor
desde este claustro
Abelardo
desde mis senos helados que te suenan
suenan con las sombras
de cipreses junto al Sena en los crepúsculos
los bosques que no he vuelto a ver
como habitas mi carne todavía
esta carne lívida investida de brumas
en su cilicio cenobita
mi largo cuerpo que una vez
tu sangre abriera como un loto
deslumbrado de poesía
gimiendo entre latines
temblando como un niño devoraste
Abelardo
en tu líquido fuego mi embriaguez
sobre las sábanas
hacia un abismo de jazmines implorantes
me sumergiste en el dorado tábano
de tu retórica elegante
me inseminaste con tu Ovidio.
Cada Pentecostés me obligan a recordarte
cada Ángelus
yo no resisto
sesgada en horas lánguidas de incienso
y de verbena
de que valen tus herejías en este claustro
de que valen tus besos enardecidos
la cúpula de jaspe de tu alma
de que vale el recuerdo
desde este claustro húmedo
esta prisión odiosa
en que mi cuerpo lívido investido de brumas
se consume
cautivo todavía cautivo de ti
amante sin amor de las ideas.