Cuando nació Gabriel

Cuando nació Gabriel
dormí en su sombra caudalosa, en su letargo
de visiones. Pero se resquebró
el codicioso anillo de mis complacencias.
Se oscurecía el jaspe de su rostro.

Comenzó todo a teñirse de destellos:
el paisaje precipitado tras las casas
que limitan nuestro patio,
la tapia que se cierne descuidada
por sobre la gravilla,
los azulejos que celebran conciliábulos
por hacer menos cruento a abril.

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Desvelo de los pájaros anoche

Toda la noche los oímos volar:
su vuelo era el dibujo orbicular de los presagios,
la simiente derramándose en lo oscuro.
Durante noches infinitas desvelados
no supimos leer en la penumbra el aleteo.
Nada enseñaba ya San Juan después de tantos siglos,
Ni oscuridad sonora ni cena que lograra
enamorarnos.

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El extravío

a Juana

Vengo de Tordesillas
me extravié al escapar
el peligro me acecha en todas partes
veo en sueños
las espuelas que se clavan al relincho
tras los árboles
se oyen gritos soeces en la oscuridad
jadeo entre mis ropas desgarradas
era un ovillo sobre el fango
nada me cubre ahora
permanecí oculta durante muchos años
y finalmente he entrado a la ciudad
los que me traicionaron
no me pudieron encontrar
soy la reina que no harán enloquecer
madre ni padre hermano o hijos
menos que nadie mi marido
el de los ojos lánguidamente hermosos
muerto o vivo
soy la escabullida de la historia
la eterna fugitiva
la pieza que ha de faltar en el relato
el personaje que no habrán de apresar.

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El secreto de Onegin

para Martha Padilla

‘Ya nada es posible salvo estos gladiolos sobre el mármol’

Jesús Díaz

En un momento
saldré al sordo sonido de la lluvia entre el follaje verde
y las pulpas ocultas.
Desde la tierra húmeda donde respira la semilla
Pushkin
prisionero del Cáucaso
ausculta conmigo la dimensión del mal.

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Exhortaciones de Eloísa

De qué me vale proclamar mi amor
desde este claustro
Abelardo
desde mis senos helados que te suenan
suenan con las sombras
de cipreses junto al Sena en los crepúsculos
los bosques que no he vuelto a ver
como habitas mi carne todavía
esta carne lívida investida de brumas
en su cilicio cenobita
mi largo cuerpo que una vez
tu sangre abriera como un loto
deslumbrado de poesía
gimiendo entre latines
temblando como un niño devoraste
Abelardo
en tu líquido fuego mi embriaguez
sobre las sábanas
hacia un abismo de jazmines implorantes
me sumergiste en el dorado tábano
de tu retórica elegante
me inseminaste con tu Ovidio.

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Fata morgana

Si lo que dijo Kafka fuera cierto
-que algunos han logrado sobrevivir el canto de las sirenas
pero que nadie ha sobrevivido a su silencio-
entonces debo estar agradecida a las deidades que nos rigen.

Pues a pesar de haber abandonado tierra firme
de haber zafado las cuerdas del almacigo en el puerto
para lanzarme en pos de los clamores de sus voces
(remolinos ubicuos que ensordecen en la noche
y no parecen brotar de sus gargantas)
a pesar
de haber perseguido los blancos brazos espectrales
de Loreleis desmelenadas en lo alto de las rocas
entre marinos vendavales
a pesar
de haber flotado a la deriva en la negrura del océano
haber visto apagarse el resplandor del coro
y como cesaba el aleteo de sus manos.

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Finisterre

Quería preguntarte
si existen túneles entre las estrellas
si en tu noche total hay lapsos que engullen los relámpagos
si ves tábanos de luz.
Quería decirte que amanece
aunque te has ido
y que el asta violeta de Amaltea
hiere mi lengua embadurnándola
de mosto, sal caliente, hambre de dos.

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George Washington Carver

Bajo el sol feroz y rojo de Alabama
George Washington Carver
(agrónomo y esclavo)
descubrió
mas de trescientos usos
y formas de consumo
para el humilde cacahuete
(muchos más que el grano de mostaza).
Cuando abrió en sus dos cotiledones
un maní
y oyó brotar de su interior
cientos de voces como arpas de metal
(un universo en cada nuez)
no era todavía
un hombre libre.

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Impetu en el limo

‘But what is it that speaks
in the depths of my spirit?’

Nicolás de Cusa

Perenne es el deseo de no ser
no ser la máscara.
Volcar las costuras en tiempos de sequía.
Con qué cuidado se han tendido
(desdoblado)
los trémulos momentos, lo luminoso
luego en cajones numerados.

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Niña rota

para Ana Maria Mendieta

No estaba sola.
Llegó con un millar de niñas en bandadas
que quisieron volar por sobre el suelo ajeno
creyendo la ausencia permanente.
Y quien podrá culparlas, niñas rotas,
si nadie supo cual era la cuerda
el sostén de cada marioneta en el retablo,
la que en el día aciago hacia lo incierto
quedaba desatada.

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Praga, 1924

Quizás lees aun el canto de los sobrevivientes
Marina Tsvetayeva.
O rehaces
bajo la cimitarra de la luna
las viejas plazoletas de la ciudad
con telarañas que se escurren
por rajaduras del empedrado medieval.
Quizás andas aun por la Colina de Smijovski
y enciendes las bujías moscovitas
con trazos insomnes y cirílicos.

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Regina María

Tal parece
que todos los diálogos de los poetas se han fraguado
en la angostura de tu azotea.
Las confidencias
en pareados asonantes y vigiladas por el sol
se amontonan en los aleros de la calle Ánimas.
Su iridiscencia se esparce en la tristeza
de esta ciudad
erguida en el riesgo inevitable.

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Virgilio, antiprofeta

Yo la sostuve mordaz en la palma de la mano
esta isla en peso
sin los colgajos relumbrantes de sus nimbos
ni el dulzor nocturno del alelí o de la verbena.
Me instalé como huésped
en el bagazo apagado de sus grietas
y me burlé del mito de su alegría y su inocencia.

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