Fábula de José Lupiáñez

Del mar, en los adentros,
donde las aguas refulgentes, aún cálidas,
espejean por el astro más bello que conozco,
vide aquella barcaza donde los dos se amaban,
y cómo discurría lentamente.
Ella volcaba todo su candor y con júbilo
era un ovillo hermoso prendido a su cintura.
Su larga cabellera se derramó en el agua
y sus brazos oscuros se alzaban oferentes.
Un tiempo los estuve observando,
hasta que mis ojos se abrasaron.