Fiesta de Luciano Castañón

Virgen de la Soledad,

fiestas en el barrio alto.

Vociferante y taimada

engatusa la música mecánica;

y el oropel:

rizados papeles de colores

de la bodega al balcón,

del corredor al dintel.

La pobreza se esconde avergonzada.

Las sumidas arrugas de la anciana

—sin ducha ni agua caliente—

vibran atónitas su risa

por la felicidad

que gratuitamente le suponen

los forasteros en danza.

La vieja: Un esposo

o un hijo en la taberna

y mañana al mar,

al albur del mar.

Evidente y muy dura

la recatada miseria

—cohibida—

tras el visillo vela.

La vieja.

¿Caliente? Nada de agua.

Oscila la marea humana.

Ya se sabe:

día de mucho, víspera de nada.