Hay un nano Segundo de mis labios
cuando se mueven sobre tu clavícula
hablando un idioma de particularidades
inherentes sólo a ese otra aromática fuerza
que emana de tu entrepierna frente a mi deseo
de tenerte y desintegrarte
en un ritual de espasmos o voraces silencios,
sitio donde te sabes francamente mujer
orquestando tus ganas de mí sobre tu cuerpo,
pintándome los flancos ,las rodillas , los senos
con tu saliva ,con el tenso calor que emana
de tu sexo cuando nos encontramos.
El equilibrio junto a ti no es parte
de mis itinerarios,
como no puede serlo mi paciencia
cuando tu respiración se reduce
a una insaciable milésima de distancia
sobre mi oído o mi cuello,
borrándole coherencias al sonido
de mi nombre si tu pasión
me llama y te desviste
de toda ambigüedad
para poder viajar tus apetitos
a cuerpo abierto ;
egoísmo robándole eternidad
a la genética de los tiburones:
depredadores absolutos que conocen
su fondo a las mareas y son acreedores
de lo que significa una gota de sangre
cuando el hambre es lo único
que irrumpe en tu cerebro
y te emplaza la medula del hueso,
enunciando la teoría de la relatividad,
esa ecuación descubierta por Einstein:
la que yo vivo a experiencia
de seducción y vértigo en tus brazos.