Cuando me duelen mis hondas raíces
cuando el grito de la tierra
abierta en surcos multitudinarios
me llama a voces calladas.
Cuando la huella de las carretas
y el susurro de la milpa
el temblor de los guarumos
del cacao en flor
y el crepitar del río y la cascada
son un torrente de lamento indígena
sobre mi estirpe Pipil y Maya
sobre mi color canela
y mi pelo de negro acento.
Cuando extranjera en tierra
de nórdicos orígenes
siento hundirse en mis carnes
el cuchillo candente de costumbres
distintas, tecnologías computarizadas
y el frío de azules pupilas
extrañas a mis ojos latinos.
Cuando luchando en salvaje
pero sofisticada selva de complicados
edificios con cientos de vítreos
ventanales
super autopistas
trenes subterráneos
sopas enlatadas
máquinas lavatodo, limpiatodo
toma-todo, traga-todo…
Recuerdo que soy barro puro de Ilobasco
un pedacito de Panchimalco
un bastante de Nahulingo y Nahuizalco
y un todo de Caluco
Guaymango y Zacatecoluca
Por mis venas corre agua cocotera.
Soy Sonsonateca con mi terruño
pegado al alma
como un corvo se pega a la estopa
cuando en firme machetazo viola voraz
la corvatura del coco y se entrega
en rauda cópula deliciosa, efervescente
Cual ninguna máquina coca-colera hará jamás!
Entonces dejo que mis raíces de polvo
y el grito de mis ancestros
sea un llanto quedo y lento
que me purifique de esta renuncia impuesta
por el instinto de supervivencia
por la constante asimilación de cambios.
Dejo que mi alma en éxtasis retorne
hasta mis ‘Cuatrocientos ojos de agua’
mi sentimiento machacado por la guerra
se vuelve impotente hacia Atlacatl
y Quetzalcoatl
hacia mi Rey de los Jaguares y Moctezuma
implorándoles el rescate
de nuestra raza indígena.
Mis ramas y fibras se entrelazan
resumiendo
que soy india, india de ropas finas
auténtica Pipil, descendiente Maya
que nació en una América
de acá del siglo XX.