Ahora, ay ahora, por esta tierra parda
Donde el amor compuso música tan melodiosa
Los dos deambularemos cogidos de la mano,
Tolerantes en honor de una antigua amistad
Sin afligirnos porque nuestro amor fuera alegre
Y ahora tenga así que terminar.
Poemas de James Joyce
Di adiós, adiós, adiós,
Di adiós a tus días de doncella,
El venturoso Amor ha venido a cortejarte
Y a cortejar tus usos de doncella.
El ceñidor que te sienta soberbio,
La redecilla sobre tu áureo pelo,
Cuando hayas escuchado su nombre
Por encima de las trompetas de los querubines
Comienza tiernamente a desceñir
Tu pecho de doncella para él,
Y tiernamente a retirar la redecilla,
Que es el emblema de tu doncellez.
Del oscuro pasado
Nace un niño;
De gozo y de pesar
Mi corazón se desgarra.
Tranquila en su cuna
La vida yace.
¡Que el amor y la piedad
Abran sus ojos!
Versión de José Antonio Álvarez Amorós
El crepúsculo, de amatista, se torna
Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
Los árboles de la avenida.
El viejo piano interpreta una melodía
Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
E inclina así su cabeza.
La lluvia sobre Rahoon cae blandamente, blandamente cae,
Allí donde mi sombrío amante reposa.
Triste es su voz cuando me llama, tristemente me llama,
Cuando gris se alza la luna.
Amor, escucha
Cuán suave, cuán triste es su voz por siempre resonando,
Por siempre sin respuesta, y la sombría lluvia que desciende
Entonces como ahora.
Este corazón que late junto a mi corazón
Es mi esperanza y toda mi fortuna,
Desdichado cuando nos separarnos
Y feliz entre beso y beso;
Mi esperanza y toda mi fortuna -¡si!-
Y toda mi ventura.
Pues allí, al igual que en nidos musgosos
Los reyezuelos amontonan múltiples tesoros,
Deposité los caudales que yo tenia
Antes de que mis ojos hubieran aprendido a llorar.
Ligera vengas o ligera marches:
Aunque tu corazón te augure pena,
Valles y muchos soles consumidos,
Oréade, deja que tu risa brote
Hasta que el atrevido aire alpino
Rice todo tu pelo flameante.
Ligera, ligera… Siempre así:
Las nubes que ciñen los valles profundos
A la hora del lucero vespertino
Son los siervos más sumisos:
Amor y risas la canción confiesa
Cuando está el corazón más abatido.
Mi amor está con un ligero atuendo
Entre los manzanos,
Donde las brisas bulliciosas más anhelan
Correr en compañía.
Allí, donde las brisas joviales moran para cortejar
A las tempranas hojas a su paso,
Mi amor va lentamente, inclinándose
Hacia su sombra que yace en la hierba.
Cielo sin pájaros, crepúsculo marino, una estrella solitaria
Horada el Occidente,
Como tú, corazón mío, recuerdas, tan vago, tan distante
El tiempo del amor.
La tierna mirada de los ojos claros y jóvenes, la cándida frente,
El fragante cabello,
Descendiendo como a través del silencio desciende ahora
El crepúsculo desde el aire.
Frágil la blanca rosa es y frágiles son
Las manos que la dieron
Su alma está marchita y es más pálida
Que la difusa onda del tiempo.
Como la rosa frágil y hermosa: aún más frágil es
El silvestre prodigio
Que en tus ojos ocultas,
Mi pequeña de azuladas venas.