El machetazo metálico despedazó, ciertamente, la motocicleta.
Pero yo no pregunto por ella.
Pregunto por las palabras que se trizaron en el aire,
las impronunciadas, las impronunciables.
Pregunto por los niños abandonados en las calles,
las madres sin techo ni lecho en la vorágine
de un tiempo que se lleva también la poesía y sus comandantes.
Pregunto por los trabajadores humillados por el hambre.
Y por tus manos esculpidas en la sangre.
Por aquélla manera de contrapuntear sin monumento,
pero acompañado por la noche en su ropaje de incienso.
Y por los fusiles que nos asesinaron,
las bayonetas caladas que continúan destazando
bajo las bombas de racimos y los misiles interoceánicos.
Pregunto por vos hermano hombre de las locuciones populares,
vos compañero de viaje trunco en alamedas y hospitales.
Es por vos hermano mayor, no por el cuerazo de agosto.
Por tu voz en esta aldea de sombras y vapuleos.
Porque ahora viene la tormenta y el pequeño grande país que amaste
se nos escapa como el sueño del agua entre las manos.
Se nos escapa como vos hermano, como tu voz…
Pero permanece en la lucha cotidiana de la resistencia
organizada por los poemas de acero en la tierra profanada.
Aquí estás hermano, con los constructores del viento.
Aquí vas, con la trova de los cantores solidarios.