Ya no eres una niña.
Ya la vida te ha enseñado a fingir.
Ya no es sencilla y simple tu ‘balaca’
De seda azul turquí.
Las trenzas, que tenían la estatura
De tu propio candor,
Cedieron su lugar al caprichoso
Peinado del amor.
Ya no eres una niña.
Ya la vida te ha enseñado a fingir.
Ya no es sencilla y simple tu ‘balaca’
De seda azul turquí.
Las trenzas, que tenían la estatura
De tu propio candor,
Cedieron su lugar al caprichoso
Peinado del amor.
Este carriel de nutria, señoras y señores,
Fue antaño la bandera de un colonizador,
Tal vez un Juan sin Cielo hundido en los blasones
De algún tatarabuelo del imperio español.
No sé qué guarda dentro: quizás diez arreboles
Recogidos en viajes de Quimbaya a Sonsón;
Una mazorca de oro, tres ríos leñadores
Y un tiple que ha tenido descalzo el corazón.
Soy antioqueño. Visto de alpargatas,
Carriel de nutria y ruana montanera;
Tengo para el amor las serenatas
Y para los rivales mi barbera.
Ningún bambuco a mi guitarra escapa,
Y en noches de ‘jolgorio’ y de aguardiente,
Sólo respeto lo que diga el Papa
Y tuteo hasta al mismo presidente.
Esta ruana de estirpe montanera
Abrigó el corazón de esos arrieros
Que encendieron la noche de yesqueros,
En una cualquier fonda caminera.
Ella les dio calor a los primeros
Retoños de esta savia de mulera
Y sirvió de cobija y de bandera
A un paisaje viril de sietecueros.
Sin el visto bueno de León de Greiff
Novia del mar:
Te cambio seis veleros
Por las seis letras de tu juventud.
Por tus abiertos Ojos marineros
Te doy un cargamento de luceros
Que me robé en el África del Sur.
Te recuerdo, pequeña, con un amor tan puro
Tan simple, tan sencillo, tan cerca al corazón,
Que estando en esa espina clavado mi futuro
¡Le doy gracias a Dios!
No he podido olvidarte. 0 tal vez, no he querido
¿Para qué iba a olvidarte si tú fuiste el amor?
¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
Y no sentir que el alma
Se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
No nos punza la espina,
Ya no vale la pena
Nuestra estéril canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Tu ausencia me está sangrando
Por la herida del recuerdo.
Mi juventud te persigue
Por los caminos del sueño,
Y cuando estás más distante,
Más cerca del alma siento
Que florece la nostalgia
Sobre el tallo del tormento.
Decapitando rubíes
En guillotina de nácar,
Va la gentil chapolera
Trepando por la montaña,
Mientras asciende en los tallos
Verticalmente la savia
Para pintar los mortiños
Y sazonar las naranjas.
Diez y siete primaveras
Enredadas en la falda.
Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
Y por toda la sangre repetido,
Que ya ni me fatiga el vencimiento,
Ni me sangra el orgullo escarnecido.
Mi corazón se acostumbró al tormento
De perder la mitad de su latido.
Esta paz ya es calvario, la patria ya no es patria,
Este amor que nos mueve es un amor vacío,
Ya el cielo de los pueblos no se baña en el río
Ni le reparte trinos a la vieja campana.
Ya no hay calor humano en la humilde cabaña
Donde el fogón y Cristo agonizan de frío,
Ya el camino no llega sin sangre al caserío
Ni el pan llega a los hijos sin su ración de lágrimas.
Pequeña:
Para cantar tu pelo,
Aprendí la leyenda
Del sol que siendo niño se extravió en un trigal.
Para cantar tus ojos,
Me enseñaron la historia
De la primer mañana que se bañó en el mar.
Para cantar tus labios,
Estudié el meridiano
Que pasa por el beso, la fresa y el panal.
Cuando Urabá despierte sentirá la mañana
Que cien conquistadores se calzan sus espuelas;
Que la savia es un río que va gritando ¡Tierra!
Como el descamisado don Rodrigo de Triana.
Cuando Urabá se ajuste su vieja carretera
Sin miedo a que un abismo le decomise el alma,
Entonces sí podremos decir que la Montaña
Rescató la locura de las Tres Carabelas.
Vuelven los caballos
Ágiles,
Elásticos,
Piafantes,
Resueltos,
Las ancas lustrosas,
Los ojos eléctricos,
Los nervios tensados como cuerdas de arco,
Las crines al viento
Y la historia patria montada,
Tatuada,
Estereotipada sobre todos ellos.