Adiestramiento

La voz de aquellos que asumen la noche,
marinería de labios oscuros;
la voz de aquellos cuyas palabras corresponden a esa luz donde el amanecer levanta
la primera imagen vencida de la noche.

Ahora cuando la memoria es una calle de mercaderes y héroes muertos,
cuando la noche corta espigas en los cabellos de la joven difunta,
y en las playas el mar se arranca sus dolorosas historias para encender las manos
de las mujeres de los marinos muertos.

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Basta cerrar los labios

Basta morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.

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Batman

Recomenzando siempre el mismo discurso,
el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para distraer al silencio;
la persecución, la prosecución y el desenlace esperado por todos.
Aguardando siempre la misma señal,
el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle.

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Blues

No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.

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Ejecuciones (III)

Alguien dice algo que sólo puede escuchar a través de sí mismo.
Alguien apaga la luz de esa habitación vacía pero antes de cerrar la puerta vuelve a encenderla al alejarse por el pasillo,
mirando en el umbral de los días que vienen cama revuelta, papeles y libros sobre la mesa.

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el ahogado

un gancho de hierro
y se jala,
su expansión lo desmiente al subir
el agua que lo chorrea
lo
mueve
de
los
hilos
de su salida al escenario

en el muelle los curiosos
miraban ese bulto
donde los ojos de todos esperaban
el pasadizo extraviado del cuerpo

gota a gota el cuerpo caía
en el charco de Dios,
alguien pidió un gancho de hierro
para subirlo,
cuidado —dijo uno de los curiosos —
la marea lo está metiendo debajo
del muelle,
un gancho de hierro
había que sujetarlo con un gancho
había que decirle algo con un gancho
mientras el sucio bulto
flotante
caía
gota
por
gota
desde la altura donde lo desaparecido
iba a despeñar una piedra sobre nosotros.

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El azar de las perforaciones

Puse las manos donde mis guantes querían,
puse el rostro donde mi antifaz podía revelármelo;
mi única hazaña ha sido no ser verdadero, mentir con la conciencia de que digo la verdad,
mirar sin aspavientos mi existencia, desfigurada por lo que la hace vivir,
rodeada por lo que tiene de centro, de membrana interior.

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El deseo concluido

Las imágenes que emergen de tu cuerpo desembocan en esta noche que no eres tú ni soy yo quienes conversan en el cuarto de al lado y a quienes escucho completamente solo.
Concibiendo esta noche como algo inmóvil, bien podríamos ser tú y yo los que están al otro lado,
tu voz es un receptáculo indeterminado que no ha terminado nunca,
aunque en última instancia este espacio nos haya suprimido juntos y estemos allá hablando, esperándote yo rendido en la cama tibia
mientras tú regresas del baño quejándote del frío.

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El otoño recorre las islas

A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,
mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti.

A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías,
a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche.

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Épica

Me duele esta ciudad,
me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima
como un muerto invencible,
como las espaldas de la eternidad dormida sobre cada una de mis preguntas.
Me duelen todos ustedes que tienen por hombro izquierdo una lágrima,
ese llanto es una aventura fatigada,
una mala razón para exhibir las mejillas.

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Esta noche yo te siento apoyada en la luz

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.

Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.

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La bella durmiente

Aunque vengas mañana
en tu ausencia de hoy perdí algún reino

Carlos Pellicer

Tal vez retornan aquellas imágenes,
abrimos la caja de cristal y tomamos nuestra antigua cabeza, nuestros
primeros espejos ocultos allí,
y acariciamos temblado los labios de esa boca, que parece
atrapada por aquel irresistible deseo de morder el infinito,
pasamos los dedos por el suelo de esa frente, por la apariencia de
las mejillas que se resisten a la revelación,
y ya para entonces, otra vez, nos hemos olvidado de la forma de
nuestra antigua cabeza,
del deseo de esta mano con que aún acariciamos,
hemos perdido para entonces la cuenta
de nuestras estrellas y de nuestras hormigas.

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Las reglas del juego

Cada uno debe entrar en su propio degüello, cada uno retocando su respiración, cultivando sus excepciones a la regla, sus moluscos solares,
haciendo sus abstinencias más inclementes y más diáfanas
porque la luz debe romperse allí, la eternidad debe dejar caer un guijarro en ese gemido.

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Memoria

He vuelto al sitio señalado, a tu rastro de aguas amargas;
el atardecer ha caído al fondo del mar como un pecho muerto
y una campana da la hora cubriéndome de espuma.

Vuelvo a ti,
el otoño y el grillo se unen en la victoria del polvo.

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Por el tiempo pasas

Por el tiempo pasas, lo cruzas, sales de él,
rozas la superficie de la muerte
y distraída sigues hacia donde no sé si sigues.

Eres tú la que cruzas el tiempo,
la que aparta a la muerte como si se tratara de una cortina,
la que se destapa el espejo como si se tratara de una lata de cerveza que luego te bebes y la arrojas vacía sobre el asfalto.

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Ritmo de viaje

Este cuerpo que yo acaricio lentamente extendiendo la noche,
este cuerpo donde yo he penetrado en mi propia distancia,
en mi sofocamiento de sombra.

Este vientre donde el amor abarca a la noche,
estos senos donde la luz altera los signos,
este cuerpo al que ahora me entrelazo, este cuerpo al que ahora me solicito.

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Ulises regresa

La frase que no hemos dicho,
cierta respiración de la boca en el apetito del sueño,
el silencio que comienza como una bandada de pájaros;
yo he depositado esa frase en el plato donde nos sirven la
cabeza del Bautista.

Estoy aquí después de extraviar mi mejor ofrecimiento,
aquí la escondida aptitud del metal con que los dioses antiguos
desnudaban la desgarradura del mundo,
el crimen como un acto fallido de amor,
la cicatriz invencible de la muerte, la vieja destreza de los labios
colectivos,
el llamado del mar, las señales del pájaro sepultado en su vuelo.

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