Buscas los días. Desandas el viejo camino.
Dices: ‘Fue aquí…, por aquí…’
Buscas los días. Te aferras a escenas
que son el reflejo de un sueño en la sombra de un sueño.
Buscas los días. Te sumes en aguas heladas.
Buscas los días. Desandas el viejo camino.
Dices: ‘Fue aquí…, por aquí…’
Buscas los días. Te aferras a escenas
que son el reflejo de un sueño en la sombra de un sueño.
Buscas los días. Te sumes en aguas heladas.
Esta casa no es la que era.
En esta casa había antes
lagartijas, jarras, erizos,
pintores, nubes, madreselvas,
olas plegadas, amapolas,
humo de hogueras…
Esta casa
no es la que era. Fue una caja
de guitarra. Nunca se habló
de fibromas, de porvenires,
de pasados, de lejanías.
Los tiempos cambian, Rembrandt. No es preciso
romper el coco: no hay que ser violento.
Cójase a un vivo, al que sin previo aviso
se le inyecta en las venas un pigmento.
El contraste, ni raudo ni remiso,
llega hasta el arrabal del pensamiento.
Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Supuesto que sueño fue,
no diré lo que soñé:
lo que vi, Clotaldo, sí.
Calderón de la Barca
No tengo miedo nombraros
ya con vuestros nombres,
cosas vivas, transitorias.
Pandereta de siglos para dormir al hombre
preso en el corazón mudo del universo.
Media manzana de oro para que el niño coma
hasta sentirse eterno.
Árboles, puentes, torres, montes, mares, caminos.
Y todo a la deriva se irá desvaneciendo.
Le mendiant s′assied sur le bord du chemin.
Lamartine
Ahora que vuelve a ser la tarde
de plata y gris, ahora que tengo
ante mis ojos, en mi lengua,
el color, el sabor del tiempo,
ahora, por fin, ¡qué dolorosa-
mente, qué claro y fiel lo veo!
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte agua y fuego hermanadas
van socavando nuestra roca.
Qué sosiego volver,
hablarte,
abrazarte con mis miradas,
besarte la boca de tiempo
dónde el polvo seca la lágrima,
qué descanso poner mi oído
sobre tu madera encantada,
apurar las gotas de música
de la caja de tu guitarra,
recordar, preguntar,
soñar ahora que nada importa nada.
¡Cómo te agitas bajo nubes grises,
lámina fina de metal de infancia!
¡Cómo tu rabia, corazón de niebla,
rompe la brida!
¡Cómo te miro con mis pobres ojos!
¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño!
¡Qué lentamente te deshace el aire,
roto en pedazos!
I
Inútilmente fui
recorriendo senderos
entre mármoles.
Luz
de prodigiosa hondura.
(Toda la noche había
llovido. Al clarear
cesó la lluvia. Nubes
navegaban el cielo;
nubes blancas.)
Inútil
fue recorrer senderos,
buscar tu nombre.
(Caminos exteriores que otros andan)
Aquí está el tiempo sin símbolo
como agua errante que no modela el río.
Y yo, entre cosas de tiempo,
ando, vengo y voy perdido.
Pero estoy aquí, y aquí
no tiene el tiempo sentido.
Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
once de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D′Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las nueve treinta, en St.
Perro editor. Cien mil veces maldito,
¿qué Luzbel te inspiró la Antología?
Una coroza es lo que merecía
tu idea, pez, hoguera y sanbenito.
Yo dormía hasta ayer como un bendito,
sin pensar en lo mucho que debía.
Ahora, despierto me sorprende el día,
nervioso, calvo, pálido y marchito.
Puesto ya el pie en el estribo
con las ansias de la muerte
mi despedida te escribo…
Cuando a vosotros vine de Castilla,
el aire era un dulzor de mieles de higos.
A Castilla me vuelvo, mis amigos,
donde la tierra es seca y amarilla.
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo,
supe que todo no era más que nada.
Grito: ‘¡todo!’, y el eco dice ‘¡nada!’.
Grito’¡nada’!, y el eco dice ‘¡todo!’.
Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis pamnos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.