Carta de otoño

Hoy te escribo porque sé que estás sola
y oyes la radio en una habitación
sin vistas al mar y lees libros
que leíste hace tiempo.
Porque sientes
como si fuera a llegar la noche de inmediato,
la inquietud de una tarde de espera
en la aséptica sala de un dentista.

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La campana toca a muerto

A Manuel Núñez Rguez.
In memoriam.

A muerto, la campana toca a muerto.
Ha muerto con la tarde y sin billete
de vuelta. Beberá pronto del Lete
cubierto de serrín y pez, cubierto.

Navega el ataúd destino a un puerto
de sombras, carne muerta en el grumete;
golpea hacia el vacío triste ariete,
golpea hacia la nada, en el desierto.

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La soledad del nómada

La diaria trashumancia del barro,
esta deletérea sensación humana
de saberse nómadas del tiempo
que nos roba la sombra, nos recuerda
la ira de los dioses, la venganza
por el hurto
ancestral del fuego.

Es esto:
caminar sin rumbo hacia el olvido,
sortear las tumbas del deseo
y del fracaso,
compartir la incertidumbre
con las tribus hermanas
oliendo el aire y sus serpientes
lo mismo que una loba.

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Mal día

Hoy, como siempre,
puse todas las esperanzas
en que los dioses me fueran favorables.
Hoy que amaneció lloviendo, hoy
sin paraguas, hoy
que alimenté todas las ilusiones.
Hoy que salí acicalado
porque no volvieran a irse de fiesta sin mí.

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No sólo flor y mar

No sólo flor y mar, también es fuego
constante el de tu carne, el de tu rosa,
abeja zumbadora, mariposa
de pluma, silbo y sol, verano y juego.

Derramas el caudal de nieve, y luego,
liberas un volcán que, ciego, osa
ungir el corazón de mirto y fosa,
de sábana, hoja azul, dulzor y espliego.

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Siempre fuiste viajera

SIEMPRE FUISTE VIAJERA golondrina de tardes
que cruzaba mi calle con sus alas de libros,
la mirada perdida y la blusa celeste
de colegio de monjas.
Golondrina de tardes,
te miraba asomado por los vidrios de enero.
Se imantaba mi pecho en aquellas ventanas
apagadas de luces, telegramas de lluvias.

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Ya lo sé. No hace falta.

YA LO SÉ. NO HACE FALTA que me escribas postales,
ni me envíes esquejes de cristales oscuros.
Hace tiempo que vivo con mis libros a solas
y me invento aventuras en las islas lejanas.

Ya lo sé. Bebo mucho y redacto poemas
que se van al olvido en cajones helados
donde guardo la magia de las nubes de invierno
y una bruma arenosa de veranos difusos.

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Ya sabes

Ya sabes. Es tan bello este ostracismo,
tenderme junto a ti, sentir tus dedos
rodarme por la piel en esta alcoba
caliente y apartada del vacío…
Lo sabes cuando beso, cuando hiero
tu boca con torrentes de amapolas,
lo sabes cuando busco tu saliva
y toco tus pezones como almendras.

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