¡Qué goce triste éste

¡Qué goce triste éste
de hacer todas las cosas como ella las hacía!

Se me torna celeste
la mano, me contagio de otra poesía.

Y las rosas de olor,
que pongo como ella las ponía,
exaltan su color;
y los bellos cojines,
que pongo como ella los ponía,
florecen sus jardines;
y si pongo mi mano
-como ella la ponía-
en el negro piano,
surge, como en un piano muy lejano,
más honda la diaria melodía.

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¡Qué tristeza de olor de jazmín! El verano

¡Qué tristeza de olor de jazmín! El verano
torna a encender las calles y a oscurecer las casas,
y, en las noches, regueros descendidos de estrellas
pesan sobre los ojos cargados de nostaljia.

En los balcones, a las altas horas, siguen
blancas mujeres mudas, que parecen fantasmas;
el río manda, a veces, una cansada brisa,
el ocaso, una música imposible y romántica.

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¿Remordimiento?

La tarde será un sueño de colores…
Tu fantástica risa de oro y plata
derramará en la gracia de las flores
su leve y cristalina catarata.

Tu cuerpo, ya sin mis amantes huellas,
errará por los grises olivares,
cuando la brisa mueva las estrellas
allá sobre la calma de los mares…

¡Sí, tú, tú misma…!

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Reproches

Como el cansancio se abandona al sueño
así mi vida a ti se confiaba…
Cuando estaba en tus brazos, dulce sueño,
te quería dejar … y no acababa…

Y no acababa… ¡Y tú te desasiste,
sorda y ciega a mi llanto y a mi anhelo,
y me dejaste desolado y triste,
cual un campo sin flores y sin cielo!

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Sueño

Imagen alta y tierna del consuelo,
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!

Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en su belleza…
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban de este suelo.

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Tal como estabas

En el recuerdo estás tal como estabas.
Mi conciencia ya era esta conciencia,
pero yo estaba triste, siempre triste,
porque aún mi presencia no era la semejante
de esta final conciencia

Entre aquellos geranios, bajo aquel limón,
junto a aquel pozo, con aquella niña,
tu luz estaba allí, dios deseante;
tú estabas a mi lado,
dios deseado,
pero no habías entrado todavía en mí.

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¿Te acuerdas?

¿Te acuerdas? Fue en el cuarto de los niños. La tarde
de estío alzaba, limpia, por entre la arboleda
suavemente mecida, últimas glorias puras,
tristes en el cristal de la ventana abierta.

El maniquí de mimbre y las telas cortadas,
eran los confidentes de mil cosas secretas,
una majia ideal de deshojadas rosas
que el amor renovaba con audacia perversa…

¡Oh, qué encanto de ojos, de besos, de rubores;
qué desarreglo rápido, qué confianza ciega,
mientras, en la suave soledad, desde el suelo,
miraban, asustadas, nuestro amor las muñecas!

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Viento negro, luna blanca

Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.

El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.

Faroles, flores, coronas
-¡campanas que están doblando!-
…Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.

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A DIOS EN PRIMAVERA

Señor, matadme, si queréis.
(Pero, señor, ¡no me matéis!)

Señor dios, por el sol sonoro,
por la mariposa de oro,
por la rosa con el lucero,
los corretines del sendero,
por el pecho del ruiseñor,
por los naranjales en flor,
por la perlería del río,
por el lento pinar umbrío,
por los recientes labios rojos
de ella y por sus grandes ojos…

¡Señor, Señor, no me matéis!

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ADOLESCENCIA

En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
«El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.»
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.

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AHOGADA

¡Su desnudez y el mar!
Ya están, plenos, lo igual
con lo igual.

La esperaba,
desde siglos el agua,
para poner su cuerpo
solo en su trono inmenso.

Y ha sido aquí en Iberia.
La suave playa céltica
se la dio, cual jugando,
a la ola del verano.

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DESNUDOS

Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!

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DIOS DE AMOR

Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.

Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que queráis.

Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que queráis.

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EL DÍA MENOS

¡Ya se arreglarán los sueños,
mañana se arreglarán!
¡Hoy, a soltar y a gozar!

Hoy para encontrar el amigo,
para olearse en los dos ríos,
para hablar con duras mujeres;
hoy para irisarse de césped,
para ventear a caballo,
para silbear en el árbol,
para acerarse en las montañas,
para huir por las luces anchas
perdido entre glorias ruidosas…
Hoy para la gran tensión fresca
de un vivir sin casa ni venda.

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