Cuando se vino del rancho,
todos créiban que si armaba;
naiden pensó qu’eso juera
la ruina de la chamaca.
Se vino porque la cosa
andaba dialtiro gacha;
eran munchos de familia
y, pa sostener la casa,
con lo que ganaba Lucas
ni modo que si ajustara.
Y como l’amo del rancho
necesitaba una gata,
pensó Lucas que era gueno
que juera a sirvir la Inacia,
su hija mayor, qui apenitas
en los quinci años andaba.
Sempre jue la consintida,
pos, dende muerta su mama
iba ya pa los cinco años,
ella jue la de la casa,
cuidando a sus hermanitos
y a Lucas, sin que s’echara
de menos a la dijunta
en las cosas de la casa.
Ella s’iba tempranito
a llevarle la canasta a Lucas,
pa que tuviera sus gordas
y su Tlamapa, sus chilitos,
sus frijoles y todo lo qui hace falta
al pión que, dende temprano,
s’está dando la gran talla
pa sacar, al fin de cuentas,
treinta centavos de raya.
Y, aluego ya que golvía
de darli a la tíacualiada,
l’entraba duro y cantiado
al quihacer que bía en la casa…
¡Era una cosa muy chula
ese dimoño d’Inacia!
Pero l’hambre andaba recio
y a Lucas no le quedaba
más rimedio que’l que juera
su hijita a sirvir de gata,
pa que ganara unos jierros
conque’l probe si ayudara.
Y ansina jue com’un dia
intriegó Lucas a Inacia
en casa del siñor amo
pa que sirviera de gata,
al cabo l’amo era gueno
y siguro iba a cuidarla…
Al prencipio recibia
a una carta por semana;
dimpués una cada mes,
y aluego ya ni una carta,
pero eso era lo de menos,
Lucas no se priocupaba,
porque, al fin y al cabo,
su hija se jallaba en gu~ena casa.
En cercas de cinco meses
n’hubo noticias d’Inacia,
hasta qui un día se supo
qu’estaba dialtiro mala
y qu’era gúeno que jueran
de su casa a vesitarla,
porque la cosa era grave
y no juera la disgracia…
luego luego, el gúen Lucas,
s’hizo de tantitas lanas
y corrió a ver a su hijita,
a su probecita Inacia;
pero… ¡ya la jalló muerta!
¡ Acababan d’intierrarla!
Claro’stá qui averiguó
cuál jue di aquello la causa
y… ¡lo que supo jue horrible!
¡ La muerte de su chamaca,
jue a causa di un bebedizo
que le dieron pa qu’echara
el fruto de su dishonra
que llevaba en las entrañas…!
Y dicen las malas lenguas
qui a veces no son tan malas,
qué de toditito aquello
que le sucidió a l’Inacia
tuvo la culpa don Pedro,
el amo di aquella casa
qui a Lucas le paricia
de munchisima confianza..
Dende entonces, el gijen Lucas
no a guelto a jallar la calma
y a todos los que s’incuentra
les dice, bañado en lágrimas:
«¡ Malhaigan los atascados
que sueltan a sus chamacas…!
¡ Malhaigan los que no sernos
ni siquera pa cuidarlas!»