De igual modo
Nombro padre o madre
En ambos enfrentada no puedo ser
Trono o Altar.
Con las manos manchadas de inocencia
Lo que tomo del aire me espanta.
¿Quién irá en mi lugar?
El cordero no es propicio aún
Pero las sombras insisten
Y estoy sola
Como en el principio
Cuando la luz resbalaba
En el cuchillo de Caín.
Poemas de Lauren Mendinueta
Después del nacimiento
Fui llamada al final de la tierra
Donde construí una prisión
Abierta al denso cielo.
Crecía
Crecía y el signo era un gran cuerpo oscuro.
Los barrotes gemían la corrupción del hierro.
Las ranas como centellas ardientes
Se fecundaban.
Una mujer
Trata de anular las imágenes que emite.
Las manos
Sobre la rodilla derecha para ocultar
El vacío aliento de la juventud.
Inclinada ligeramente hacia cualquier lado
Una sonrisa falsa pero hermosa.
Callada se pregunta
Cómo demostrar que su cuerpo
No piensa en la muerte.
Insisto en no esquivar nada
Vivir es participar
¿Acaso no es más sensato elegir entre lo conocido?
Me opongo a la servidumbre
¿Lo he logrado?
Sometida a otra esclavitud
Soy verdugo y víctima
Lo acepto Lo prefiero
Reconozco la grandeza del héroe
¡Oh gloria!
(De Robert Browning a Elizabeth Barrett)
Porque naces de mí
Eres mi poema.
Mi cuerpo
Con la fuerza del viento
Se enreda en la tierra
Como el polvo de tus huesos.
Puedo mirarte en la violeta
Tú no lo sabes
Lo sientes
Sin saber que eres tú.
(20 de septiembre de 336 a. de J. C.)
A veces pude llamarte Maestro.
Olías a barro sudoroso
Aquellas tardes ennoblecidas
Por el humo del sacrificio.
Te pregunté por el destino
Y tus ojos chocaron
Saltando chispas.
(En un día imposible de precisar)
Por voluntad divina
Nos une la memoria.
La sombra de tu cercano tormento
Se mezcla con la mía
Blandamente como si entrara al paraíso.
¡Agonía
Emerges desde el fondo de los siglos!
Dónde buscará tu mano
Ahora que la mía es inútil.
Eres infinito por inalcanzable.
Arrebatada de ti
Fui desterrada de la sombra del paraíso
Al que no aspiro.
Y sin embargo
Nada más real que el sufrimiento
De estas paredes
Exaltadas para humillarte.
Esta sangre derramada
No es la sangre de Dios.
Cómo interpretar las señales
Si los clavos son tan de este mundo.
No olvidan los nuestros
Que somos la renovación
Del primer sacrificio.
¿Hacia dónde corre el tiempo?
para Alan Mills
En medio de alegres reuniones
el mundo, más modesto,
es apenas real.
Auxiliar de la gracia divina
allí, en pie, estás, existes.
Entras y como la vara
que cruza el agua
pareces doblegarte.
En rouvant mes yeux pleins de flamme
J´ai vu l´horreur de mon taudisCharles Baudelaire
Hay dolores que no llevan a la tumba.
El reconocimiento de nuestro lugar
en la historia
Y la injusticia que nos corresponde
para completarla.
La impresión está llena de errores.
Las palabras cojean sin llegar al final.
Algunas frases se desmoronan
Arruinándolo todo.
Las manos manchadas de tinta
Disecan recuerdos.
El escritor busca aquello no escrito
Que complete
La página no iniciada del hombre.
(Pensando en Magda Hingtinberg, París, Invierno de 1917)
Le nombré el dolor de los sentidos
De cómo su aparición supera toda presencia
Le hablé de paisajes que ella ha transformado
En música
Le confesé por escrito que yo ya no soy
Aquel joven que ella admira
Si pudieran los sentimientos esquivar
El peligroso camino de las palabras…
Si hubiera sido músico…
También la música es una sombra sin contrario
El cielo es grandioso y mis ojos
No alcanzar a ver más allá de las nubes
Estoy obligado a dar la cara
A imágenes que no percibo
El mundo como la estupidez es inagotable
En lo más propio de mí mismo
Donde sólo Dios ha estado
Conservo un trozo de usted Magda
(Del libro inédito: Autobiografía Ampliada)
(Página del diario de Adrianne Rich)
Primavera
Rutina de los años.
Un día más contra la pared.
¿Puedo interrumpir este suicidio indefinido?
Escribo
Una pequeña boca
Desea mis pezones.
¿Cómo sobrevivir a una pequeña aún más joven
Sobre el viejo mundo
Alimentándola de muerte?
Todo se nos escapa
No podemos retenernos a nosotros mismos.
Cada segundo pasado
Nos hace un poco más mortales.
Tal vez con suerte
Nos conserven otros.
En la memoria
No se pudren los muertos.
El espíritu
No existirá o dejará de existir
Aunque creamos en él.
(Constantinopla, Mayo 29 de 1453)
Bandera de carne a la altura de los buitres.
No he querido arrancar la guerra o
Marchitar el grito desgarrado de un pueblo
Que bulle confuso.
Escucho el canto que se escapa
De los calabozos
Y reconozco en él
El objeto más concreto de la lucha.
La noche
derramándose a mis espaldas.
La ciudad no calla
y aunque el silencio es urgente
todos sus gritos están bien.
Nada importa
la pareja es distancia
duplicada en todo caso.
Fragilidad humana inminente
me niego a apreciar las flores de papel
mientras camino.
La que sin ser yo
No es otra
La de tirantes dedos para acariciar
El espino
Escribe
Pocos años Pocas horas
No menos de mil
No más de mil
Recoge
La herida de la tierra amarga
Para protegerse
De la orgullosa espesura
Sostenida por siete pájaros azules
Su soledad
No derrama pájaros
Árboles con amplias miradas
Antigua huella de adioses
Guardaron para ella la señal
Y las flores
Grandes triunfadoras
Le cortaron es suspiro inocente
Joven aún
No la conozco
Ella y yo
Dos manos de trazo libre
Para esquivar la espera
Dos pies en forma de pies
Para marchar al combate
Dos ojos
Que siempre miran recuerdos
Diosa y mujer
Nosotras
Para Jorge Luis Borges
Me pesan
El bullicio y la injusticia
La marea turbia
Y el olor de un atardecer marino
Que no he de presenciar
Las largas despedidas
Y los encuentros fugaces
Algunas palabras
Y los silencios forzados por la distancia
La noche despoblada de ti
Que avanza indiferente
Hacia el abismo del día
Las letras que componen tu nombre
Inmensa pieza del universo que todo lo encierra
La cifra que define tu número
El género que marca tu cuerpo
El tiempo indefinido de tu existencia.
El libro que estoy escribiendo
Es una tumba anticipada.
Si hiciera una lista de aquello
Que no me queda
Sería esta:
NO ME QUEDA CUERPO.
Tal vez escribir un poema fue lo mejor
Aunque la poesía no sirve de nada.
(Enviada por Franz Kafka a Felice Bauer, desde
el sanatorio naturista de Jugborn, Noviembre 1 de 1912)
El aire tiene aquí
Ese olor que tú conoces.
Un olor distinto a mí
Fuerte
Como bálsamo de bestia.
Este es el lugar
Yo estoy aquí
Y lo soporto oscuramente.
(Dadas a un terlocutor anónimo, después de la
batalla de Austrlitz)
¿Regresa la tranquilidad al lecho de los reyes después
de la batalla?
Las muertes colectivas devuelven la calma
A las histerias individuales
¿Mueve a tu sangre la venganza enemiga?
Para la sombra de Octavio Paz
El cuchillo que rasga la luz
La silueta sobre el papel
El rastro terco
Que jamás se aleja de la indecisa forma
La presencia infinita
Que es también la nada
En el camino
La mejor parte de un árbol
El encanto del íntimo rincón
La red que se teje al otro lado de las cosas
Y en cuya presencia reconocemos
Existen
La escultura desprendida del cuerpo
Voluble y dócil
La noche despojada de sus luceros
La marca inconstante en el reloj de sol
Los últimos ojos de Borges
Y su primera visión del paraíso
La segunda opción para un hombre
Que inicia la vida
Y sólo tiene una alternativa
Ante los otros