Adelgazo como rabo de lagartija en el barranco
donde agua de chaparrones bajan, son piedras
golpeando el cuero de las calles
y ya no puedo decirme cosas
con la cabeza metida en los cerros.
Se cae el monte, anda en quebradas.
Poemas de Luis Alberto Crespo
Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra.
Dime no me fui como te dije
para que no me vieran por dentro
Dime que fue así,
ahora que no puedo oírte desde bien distante
Que no se supo nada por el mal tiempo,
los truenos
Lo que decía yéndome
Dile eso, que yo no vivo aquí,
que me mudé unas casas más abajo.
Yo no tengo que mirar ese pájaro
para que siga ahí
dándome belleza
Sólo necesito observarlo
en el recuerdo
Y la rama tampoco necesita estar
si se estremece
Me basta cerrar los ojos
para que tiemble
para que la roce con el monte el suspiro
De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía
Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides
Tenso en el patio
cuando suena la iglesia
La llave en el balcón
como un cuchillo
Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.
Los encandilados que fuimos
Nadas,
sin volver del patio
Sin la sombra
sobre la cara, la sequedad
Agarrados a los techos,
distintos
y no así, pálidos,
sin aparecer, tocados de ceniza
Como la montaña,
el nubarrón en el techo
La lluvia vieja
Toda la casa en el cerro
con su agua subida, su leche
Nosotros, su animal,
lamiéndola
Un tiempo feo, después de insolación o cansancio:
Levantarse tirado afuera por el temporal,
esa música de cuerdas, el ventarrón
que trae la montaña hasta la puerta,
toda mi familia en los relámpagos.
Nunca se acabó este ruido,
ni el de los muertos barriendo sobre mí, buscando en los baúles
donde el sol no toca fondo.
Ya son las doce mi exasperada
Hay una pequeña desgracia allá afuera
entre nosotros y el fin
Repite la sílaba única
la que ensombrece lo que siempre fue purpúreo
El alma
en el mundo quema
es desierto
Y no hay más boca para su sed