San Salvador
arde en los ojos.
La sangre corre
a manantiales
abofeteando al dios dormido
para que tire sus flechas.
La piel se estremece
cual si ya lloviera.
La lengua quiere esconderse
la boca ansía cubrirse de pieles y sábanas.
San Salvador
arde en los ojos.
La sangre corre
a manantiales
abofeteando al dios dormido
para que tire sus flechas.
La piel se estremece
cual si ya lloviera.
La lengua quiere esconderse
la boca ansía cubrirse de pieles y sábanas.
La caravana de los días
pasa con sus falsas ocupaciones.
Busco otra manera
de preguntar por esa facilidad,
de decir sencillamente
la grandeza del ínfimo equipaje del hombre.
Y no hallo más cosa
que contar esta historia
de una semilla ciega
que no subió al carro de Diana.
La viruta de la tarde
fluye reina
por el alambique del cine
sos el único
entre los que fuman su lluvia
el único
amo del silbido y el salto mortal de la palabra
el único
que retuerce sus venas
con las de la pantalla
el único el de la saliva
el unico
el que gritaaaaaaaaaaaaaaatrapado
en la pupila de Alguien
que acaba de salir
orientado por las luces a medias.
A Silvia y Delia, en lo que aún no nos perece
Abierta está el arca:
Se renueva el rito de manos enlazadas.
Es noviembre.
Vi tierra nueva al ver
fijamente a tus ojos.
*
Hablábamos, entonces, de los días ya idos,
en los que tú hollabas suavemente,
lo suficiente como para conmocionar
a los peces del abismo.
Un fantasma de tiza blanca
acecha, ligero,
el silbo de los libros. Desde aquí puede verse
el lar donde los ancianos de allá
acostumbran a pasear casi regimentales
dejando tal vez la factura buena
de un calendario de jade y obsidiana.
??¿Es este el día???pregunté.
Su mirada no me dijo nada.
Ella miraba a mis muertos
cuando miraba hacia mis ojos.
Te imagino
saliendo recién parida húmeda
de una quebrada que sólo yo sé
el cabello apenas en el lunar
dos lunas líquidas de pronto endurecidas
Te sabés acosada
por las pandillas del deseo
los niños de la bala
aún no se han quitado los pasos
Te sabés acosada por los poetas que te hablan
y luego duermen
acompañados de su mano.
¡Delta fluvial
al que llegar a tientas con la palabra!
Yo amanecía convertido
en el tacto
que hace brotar otra vez
las sinuosidades.
La boca pronuncia
tu nombre por primera vez.
Es selva y desierto
la playa que encuentra
los restos de mi día deslumbrado.
«Hombre he sido», dice la Palabra,
que ciego me toma
y me resguarda
de los cristales del sol
de las fieras
que a todo solitario acechan
a mitad del camino.
Yo he sido las sombras de todos esos condenados.
A mí, todos los horrores de este círculo.
Yo fui más allá de las cenizas
y fui el perfume que se dilapida entre sedas.
Fui quien enloquece
por un cuerpo tibio
y luego cae desde la torre al escarnio.
‘Pape Satán, Pape Satán Aleppe’
No gastó de sí todo el canto insomne.
No guardó para sí la zozobra del que amó.
Lo veo y me digo:
el Enemigo no sólo
es el que rabia
contra el sol.