Los amores cobardes

Ah los amores
cobardes
Son
como las canciones finlandesas:
deben tener su encanto.
Amables
instruidos
a veces hasta conversan.
Reciben los miércoles
de 7 a 10
y descansan
los fines de semana.
Guardianes de la cordura
piensan que hacen el bien
y son inteligentes
porque son incapaces.

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Memorias del magnífico

Cuando tú eras magnífico
cientos de naves venían a estrellarse
en los desfiladeros de mi sombra.
Yo miraba en tus sueños
con la inquietud del náufrago
y jugaba a nombrarte monarca de las islas
mensajero del aire.
Cuando tú eras espléndido
mi cuerpo el cantil que frecuentabas
y yo una especie perseguida en vano
escuchaba en el viento encantadoras
músicas
levantaba mareas
y subía por la furia homicida de tus olas.

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Parte de guerra

No se puede matar a una muchacha
y acomodarse luego en los abismos de la vida ordenada
para vivir impune frente al vértigo de su último aroma,
de una cita larga, obstinadamente imaginada.
Aunque su muerte diera la alegría a los seres perfectos
y, al pie de su recuerdo, el homicida
los más turbios secretos recabara:
no se puede matar a una muchacha
que florece en los sitios despoblados de una última tregua
y en deuda con su luz
fomenta el caos
abierto el corazón.

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Triste oficio

Poetisas, dijeron.
Serán tibias
y falsas
y pequeñas.
Aunque seres livianos,
no tomarán altura porque son imperfectas.
Pero si alguna toca en la palabra
como el burro en la flauta
postulemos que es mucho hombre esa mujer
y no
que es mucha mujer un ser humano.

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