No quisiste humillar tu cabeza
ni mostrar tus lágrimas,
tampoco cambiar de vestido
cubrir tu cuerpo de cenizas
llevar un cilicio cuarenta días
en la cintura
para pagar tu culpa en pública penitencia.
Por todo ello, ¡he aquí!, me ha dicho Isaías
que te diga de parte de Dios:
no he oído tu oración ni he visto tus lágrimas
no te libraré de tus enemigos
tampoco te protegeré.
Temerás espantos nocturnos
los asaltos de las tinieblas en pleno día.
No mandaré dice Jeremías que Él ha dicho-
mis ángeles cerca de ti
para que te guarden en todos tus caminos.
No te llevarán en sus manos
tu pie
-y he temblado por ti al escucharlo-
tropezará en cada piedra.