te despiertas a medianoche
enciendes la luz y la luz no se enciende
caminas a oscuras, adivinando.
O te quedas pensando
tratando de olvidar que tienes sed.
O frío
tanto, tanto frío
sabes que necesitas una frazada pero no te levantas
prefieres no levantarte
esperas que venga el sueño.
Poemas de Giovanna Pollarolo
Caminando llego al río. Me gusta el olor. Las hierbas, los
matorrales raquíticos, ese verde medio seco que tal vez el
agua de este año hará retoñar.
Bendigo el silencio, la soledad de esta mañana de vera-
no. No es un río caudaloso este tímido Sama de aguas co-
lor marrón que sólo de cuando en cuando llegan hasta el
mar y empañan el azul transparente.
Bien difícil es ser la musa de un poeta en estos tiempos
eres su mujer y él se aprovecha
de todas esas imágenes que lo asfixian
una casa una mujer unos hijos
y él hubiera querido alas
pero construyó una casa
lee el periódico y hace el amor durante el día
cada vez con menos entusiasmo
por las noches escribe
habla mal de ti
y cuando te encuentras en esos poemas
quisieras borrarlos porque a romperlos no te atreves
eres sólo la musa de un poeta
que no canta que se aburre
aunque después explique que no es por ti
eres apenas el pretexto
para desencadenar viejos fantasmas
quizás hubieras querido ser la musa
de un poeta de otros tiempos
y aún esperas ese poema que un día soñaste
cuando no habían construido una casa.
Luego que chupó vinagre, dijo TODO ESTÁ
CONSUMADO
Te llevaste la almohada
que te regalé el día de navidad
el televisor
un par de libros
tu ropa.
De ti me queda, en la cama
el ligero olor de tu perfume
a punto de desvanecerse.
Le cuenta que pintó el cuarto:
se ha transformado, dice sonriente,
antes, con el verde cancha de tenis de Vencedor
lucía asfixiante, opresivo, oscuro.
Ahora, ahora,
si lo vieras verías cómo irradia luz
cómo parece amplio, alegre. Serena el alma.
Quiero celebrar contigo estos años
y no sé qué hacer para atraerte
he tendido mis redes
pero caminas cerca de mí como en un campo minado.
Igual que Ulises
te has puesto cera en los oídos
y no escuchas mi voz que te llama
mi oferente canto que invita al banquete:
tengo alegrías guardadas
y ganas de amar con buen amor
mi cuerpo es aún hermoso
no debes tener miedo
sé quién eres
sé cómo eres.
Dicen
que después de los 30 las mujeres envejecen pronto
malhumoradas
sufren de males jamás pensados
no se resignan
y sufren comparándose con la rosa marchita
pétalos caídos, belleza acabándose
o se resignan
y voltean los espejos
prefieren las veladas a media luz
huyen de las vidrieras
hasta de los charcos de agua
cuando hay luna llena.
La noche era clara
el mar calmado y azul.
Esa noche la luna se mostró entera
sin la sombra de ninguna nube;
eran las doce
y nuestros cuerpos proyectaban sombras
como si estuviera amaneciendo.
Mirábamos el cielo, el mar, la arena
a cincuenta metros se distinguía
cada roca
cada ola punto de reventar
hasta las botellas y las latas vacías de cerveza
abandonadas en la orilla.
Esa navidad le regalé una almohada.
Una almohada no es más que eso: un regalo.
Pudo haber sido un libro
una corbata, un perfume, un reloj. Pero le regalé
una almohada.
Esa navidad él me contó
que yo ya no estaba en sus sueños:
había visto muchas puertas y oscuros callejones.
Para no pensar rezo un avemaría tras otra
cada Dios te salve deja un resquicio
y te apareces
una mañana cuando desperté y me mirabas
por la carretera Lima-Tacna, en medio de la neblina
tú, manejando; yo, a tu lado;
cuando me pediste que acompañara tu tristeza
de peña en peña,
y Eloísa Angulo nos dedicó una canción:
me llevaste a Cieneguilla y nos besamos
como cuando nos amábamos;
tú y yo por las calles de Buenos Aires
una tarde en París
María eres llena de gracia
y aparece una muchacha a la que amas
no me quieres mirar más
tu y ella, la besas, la llamas, la persigues
el Señor es contigo
repito la oración
no quiero pensar
bendita eres entre todas las mujeres
no es el primer insomnio
no es la primera vez que rezo
para olvidar
bendito es el fruto de tu vientre
Jesús
quiero creer que la historia se repetirá
una vez más
que mañana o pasado.
El locutor atropella sus palabras
cada jugada anuncia el gol que no llega
Inca Kola la bebida de sabor nacional
¿Arde su carro ?
Llévelo a Automotriz Rivarde
antes de que sea tarde.
Domingos por la tarde :
él echado en su cama sin zapatos
en bividí
la radio a todo volumen
ella plancha y murmura
los sábados los odio
y los domingos… los detesto.
compré una botella de champagne
¡Ilusa yo!
el viaje me hizo creer
que a mi vuelta
tú y yo, otra vez.
La botella está en la refrigeradora
helándose.
Mi hermana y yo jugamos paleta.
Pelota azul, raqueta de madera
en la arena, a la hora del crepúsculo.
Queremos tener calor para el obligado baño de la tarde
cuando la tarde es ya muy tarde.
Si no nos bañamos a esa hora
lo sabemos desde niñas
tendremos calor durante la comida
y no sabríamos sobrevivir el paso del día a la noche.
Decir «las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme’
puede parecer una metáfora útil para empezar un poema
una frase que anuncie con dudosa belleza algo así como:
«por pensar en ti camino a tientas’. O «sin ti
no puedo vivir, no sé quién soy, no sé qué hacer’.
No quisiste humillar tu cabeza
ni mostrar tus lágrimas,
tampoco cambiar de vestido
cubrir tu cuerpo de cenizas
llevar un cilicio cuarenta días
en la cintura
para pagar tu culpa en pública penitencia.
Por todo ello, ¡he aquí!, me ha dicho Isaías
que te diga de parte de Dios:
no he oído tu oración ni he visto tus lágrimas
no te libraré de tus enemigos
tampoco te protegeré.
Clavada ahí donde estás, entre las peñas del valle de Azapa
te miro otra vez.
He llegado de rodillas, sin zapatos
transitando el estrecho camino
y te ofrezco mi sangre derramada
ahora y todos estos años,
Santísima,
para que intercedas por mí ante Él
que como él no me quiere escuchar.
Fue casual, sin querer
mi mano tropezó con la botella de vino.
Sonreí recordando el tiempo de los almuerzos familiares
cuando una copa derramada
al azar
significaba
«felicidad’ «felicidad’.
Humedeciendo nuestros dedos los llevábamos a
nuestras orejas
como si el vino fuera perfume
hasta mi madre ignoraba la mancha del mantel;
ella, que rezongaba cuando ocurría lo mismo
con el agua de un vaso
musitaba «felicidad’ «felicidad’ sonriendo.
Yo jadeo por ti.
Muero por tu mano en la mía
sueño con tu abrazo
mi ilusión es que un día me digas
ven, quiero besarte
te adoro, eres hermosa.
Yo podría si me dejaras
decirte mil veces
te quiero, quiero estar contigo
mañana, tarde y noche
a pesar de estos mil años
horas de horas viendo televisión
amor intenso
o tibio, o largo o breve.
Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas
que por las no atendidas.
Santa Teresa
Si fuiste Tú el artífice
si ante Ti juramos
que seríamos el uno para el otro
en la enfermedad y en el dolor
en las buenas y en las malas
¿qué te cuesta, Señor
poner en su corazón un poco de amor;
en su cabeza, un poco de razón;
en su piel, un poco de deseo?
Yo sólo quiero que seas feliz,
no te amo
soy tu amigo y aprecio tu amor
mi cariño es infinito
pero no puedo darte lo que quieres
no me enciendes
tu piel no llama a mis manos
mi corazón está lejos de calmar tus afanes:
si me quedara no te haría feliz
tú no me haces feliz.
No quiero santificar Tu nombre
pero lo santifico y musito:
Estira Tu mano y llévame contigo
a Tu reino
aunque no sea Tu voluntad.
Eres mi señor
y debes cuidar de esta sierva
ante Ti hincada
mira mi abatimiento, sácame de mis angustias
de este valle de lágrimas en el que vivo
mis días están en Tus manos
mis manos alzadas sólo ansían Tu benevolencia
llévame contigo
como si fuera Tu hija
como si fueras Mi Padre
presta oídos a mi ruego
como Dios, a Sus Bienamadas criaturas.
Cada noche me siento en la butaca de siempre
y amparada por la oscuridad de la sala
olvido durante dos horas el agobio y mi pena.
De vuelta a la casa vacía
me arrodillo ante una estampa del Corazón de Jesús
y recito el salmo aprendido en un retiro
No te quedes lejos de mi porque estoy atribulada; estate
cerca porque no hay quien me ayude.
La cruz está en la punta del cerro.
Allí se salvaron, cuentan los viejos,
los pescadores y sus familias
cuando el mar se salió una noche
que el auto esté siempre mirando al cerro
aconsejaba mi abuela cada verano
el mar es traidor, uno nunca sabe.
Todas se llaman María
y es inútil distinguirlas
buscar para cada una el rostro diferente
saber cuál del ellas fue la enamorada
la que supo romper el frasco de perfume
secar con sus cabellos los pies recién lavados
si ella es la misma que lloró
cuando Él fue muerto
si ella le alivió el sudor en el camino
o fue otra la María
que corrió detrás de los sepultureros
todas se confunden en ese obediente rebaño
nadie recuerda el día
cuando Él la llamó
le dio un nombre
como si fuera la única
acompañando sus noches
la elegida para vivir por los caminos
anunciando las buenas nuevas
mas la palabra no les fue otorgada
el día de la confirmación de la fe
cuando el espíritu santo
llenó a los elegidos de sabiduría
ellas estaban en la cocina.
Si la luna no puede conceder mi deseo
si el conjuro es un engaño
iré al cerro, dije.
Compré velas y flores de papel
y prometí subir todos los lunes que quedaban del verano.
Cada tarde a la hora del crepúsculo
contemplé el mar desde la altura;
rezando a solas el rosario
a veces me perdía en los misterios de mi ruego:
el mar es traidor,decía mi abuela
nos da la vida pero también la muerte.
A veces se asola, dijo la mujer.
¿Asola? pregunto.
Desaparece, se corrige sonriendo.
Acá decimos asola
cuando las lanchas regresan vacías del mar.
¡Ah! Se asola. Se asola.
Y pienso en él.
Y pienso en mí.
los ensayos a las cinco, después de clase
un ballet con música de Strauss
que cerrará con broche de oro las fiestas del colegio
argumento y coreografía son de mi invención
cinco mariposas enamoradas de una flor
dijo la señorita Leontina
la flor es sólo un adorno, no necesita ensayar
y puede ser cualquiera.