Amandiño

Amando, Amandiño, que eras de Corredoira,
cómo vuelve esta noche, con qué mágica luz,
aquel baño silvestre, y nuestras cabriolas
desnudas por el prado salpicado de bostas,
y aquella canción tuya, amigo agreste, bucanero de siete años
-«Ay, ay, ay, bendito es el borracho»-,
bajando por las hondas carballeiras
desmedida, insistente y en pelotas.

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Capricornio en el paseo marítimo

Mira la tarde, mira qué canción
multicolor: las mobylettes felices
como estrellas fugaces, quinceañeras
azules con bermudas y suspensos, gaviotas
acariciando el tiempo,
la playa allá como una bienvenida…
¿Cuánto le habrá costado
al Universo, cuántos siglos, abrazos, guerras…
este momento?

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Carta

A ti, que serás siempre La Ignorada,
a ti, qúe llegaste a quién sabe qué lugar
cuando yo acababa, ay, de salir de él,
o perdiste aquel tren, no sé cuál, que te hubiera traído
al centro de mi vida,
o estabas en un banco de algún parque
un día que yo no quise pasear entre las hojas verlenianas,
a ti,
por la chacarera de tu mirada que nunca he visto,
por ese corazón que desconozco y es como una playa de
setiembre,
a ti, por todo lo que me habría obligado a amarte,
a ti, que me habrías amado hasta nunca,
que ahora puedes estar llorando
en la luz fría de una habitación de hotel,
o con tus hijos en el British Museum,
o ves el arco iris en una telaraña,
o piensas en mí sin saber que soy yo,
a ti, retrospectiva, condicional, perdida,
dondequiera que estés,
este poema.

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Carretera

(Homenaje a A. T.)

Invierno gris sobre las sementeras
hurañas de Castilla. Atrás quedaron
-niebla harapienta y hielo- los peñascos
de Pancorbo, y la tarde palidece
tras este parabrisas de mosquitos
estrellados. La carretera, eterna
-en la cuneta, un repentino vuelo
de urracas-, va esfumándose a lo lejos,
en el futuro.

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Como el agua

Como el agua
se afana
callada
bajo el trigo,

como la tierra,
humilde,
elabora
metales
y eleva
hasta la rosa
la hermosura,

así, de esa manera,
escribirás
tus versos:
sólo en hondo
silencio
germinan
las palabras
luminosas.

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Es lo que llaman gloria

Desconocidos que te escriben cartas.
En tus versos, confiesan -entre un torpe amasijo
de entusiasmo, inocencia y metáforas ciegas-,
reconocen su vida.

Muchachos que han quemado unos pedazos
de sus mejores años componiendo,
con la más despiadada sinceridad, poemas
tuyos (que te parecen tan mediocres
como los tuyos tuyos).

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Fatum

Ese niño que llega, cartera remolona,
botines desatados, al colegio de Sánchez
no sabe que sus pasos felices por Sevilla
-luz, patios, calles, cales- le acercan a Collioure.

París, rue Vaugirard. Ese muchacho
gris y desmadejado que avanza hacia el otoño
verleniano del hondo Jardín de Luxemburgo
no sabe que camina hacia Collioure.

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Jacques Brel

En algún cementerio de algún lugar,
ajeno a las hojas secas que el viento frotará sobre las losas
y al juego menudo de los gorriones,
yace, tierra sombría, Jacques Brel. No sabrá
que su voz, susurrando Ne me quitte pas,
nos empujó esta noche a ti y a mí hasta esta alcoba
en la que ahora nos adormece esta tibia fatiga compartida.

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Poema dentro de un sobre blanco

Ay, de todos los ríos que he visto y he cantado,
de los que son un llanto, de los que se perdieron
y por mucho que buscan no encuentran su destino,
y de los orquestales, y de los escondidos
a los que baja a veces a bañarse la luna,
uno solo quisiera, uno pequeño y recto,
uno con nombre fácil de tres o cuatro letras,
y quisiera arrancarle a la tierra ese río,
borrarlo de los mapas y subirlo a tu casa
para que te cruzara la palma de la mano.

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Principio para un poema autobiográfico prologal

Yo soy aquel que ayer no más (si ayer
puede significar «hace dieciocho años»)
cantaba del amor y del olvido.
O, para ser exacto, de no sé qué campanas
que oía algunas tardes no sé dónde
-pero sin duda alguna allá por el ensueño-
por motivos, supongo, de endocrinología
(veintimuypocos años, y con Saturno encima
llenándome y llenándome, sigiloso e imparable
como esos camareros de restaurante bien,
mi copa de tenaz melancolía,
y, completando el cuadro -clínico, lo repito-,
alguna que otra tierna compañera de apuntes
con, por ejemplo, una manera angélica
de pronunciar together en primero de inglés
o un pañuelo estampado con momentos de hipódromo
-consúltese el poema, que entonces me encantaba,
«Agora qu’inda é tempo de cireixas»-),
y también de esa atmósfera
pura, cálida, azul, paradisíaca
… y, la verdad, notablemente apócrifa
que los críticos llaman «recuerdo de la infancia»
y más o menos sirve de escondrijo
-porque algo hay que buscarse-
cuando desde muy dentro nos acosan
como perros furiosos ciertas cosas
que mire usted por dónde
no son sino las negras consecuencias
de lo que fue realmente nuestra infancia.

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Reproche a Miguel d’Ors

Tu corazón navega en la «Kon-Tiki»,
se adentra con Amundsen por la grandes
soledades heladas,
sube al Nanga Parbat con Hermann Buhl, se abre
paso hacia el Amazonas, monta potros,
se hunde en ciénagas verdes con fiebres y mosquitos,
atraviesa desiertos, caza el oso.

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Splendor veritatis

Tu rostro, que aparece -un relámpago- y que
desaparece. Muero buscando entre palabras
apagadas un ascua de verdad que ilumine
un instante ese rostro. Haberlo casi visto
-un reflejo en el río- y vivir solamente
para volver a verlo. Que aparece -un relámpago-
y que desaparece.

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Vaticinio

Le esposarán las manos por la espalda,
pero él tendrá seis años
y correrá mojado entre las altas
hierbas de su memoria.

Le cerrarán la puerta,
se callará la llave al otro lado,
y él verá los sinsontes entre los patriarcales
olmos de Baton Rouge, la via del Babuino,
las bateas azules de Cangas de Morrazo.

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As time goes by

Decir pestes de él tiene, sin duda,
un sólido prestigio literario
-tacharlo de asesino, por ejemplo,
o compararlo con
uno de esos ciclones con nombre de corista
que pasan y que dejan en los telediarios
un paisaje de grandes palmeras derrocadas
y uralitas errantes,
o simplemente lamentarlo a base
de tardes y de otoños en pálidos jardines-,
pero ahora, con la mano en el poema,
os lo confieso: he sido siempre yo
el que salió ganando de todos nuestros tratos.

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Calendario perpetuo

El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez- o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.

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Contraste

Ellos que viven bajo los focos clamorosos
del éxito y poseen
suaves descapotables y piscinas
de plácido turquesa con rosales
y perros importantes
y ríen entre rubias satinadas
bellas como el champán,
pero no son felices,

y yo que no teniendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al río
con una esposa y niños que me quieren
tampoco soy feliz.

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Ella

Es misteriosa como el tiempo y el mercurio,
delirante y exacta, álgebra y fuego.
Cuando nadie la espera, coronada de escarcha
baja tarareando con pies maravillosos
por entre los helechos. Muchos enamorados
consagraron su vida a llamarla, elevaron
laboriosos palacios para ella
y no condescendió ni a una mirada.

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Era el abuelo

Era el abuelo y sus inmensas expediciones mirar
qué oruga viva y la caja con sus agujeritos los zapatos
lustrosos
para los Reyes Magos el séptimo no hurtar las canicas
el trompo el adelante mis valientes Supermán
con su vista de rayos X pero la kryptonita
era estar de vigía en la rama más alta
de un manzano musgoso doscientas veces
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
a la capilla filas silenciosas 4 a 1 y el córner
a los tres penalty Extremadura dos
Cáceres y Badajoz en busca del tesoro enterrado y los
laboratorios
era el ‘Celtas’ fumando entre los cuatro tras un montón
de leña el rosa-rosae y la calcopirita no es pecado
era Susana con sus trenzas
era

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Insisto

Mi vida: tantos días
que no estuve en El Cuzco
ni en Siena ni en Grenoble,
tantos aviones rubricando el cielo
en los que yo no iba, tantas voces
cuyo calor jamás
tocó mi corazón.
Sólo el tiempo, vacío,
sólo el tiempo, esta estepa
desesperada, sólo
ver los martes, los miércoles, los jueves,
ver cómo suceden, implacables,
los tubos de Colgate.

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Mírame

Desde ese tiempo diferente al mío
en que de una mirada ven Tus ojos
la semilla la rosa y los despojos
nacercorrerdesembocar al río

mira esta pobre vida desgarrada
entre el ayer el hoy y mil quién sabe
de los que sólo Tú tienes la llave
mírame en esta hora desolada

a tientas sin saber equivocándo-
me en todos los recodos del camino
confundiendo el veneno con el vino

mira qué Noche oscura qué sangrando
mira cómo hacia Ti se elevan juntas
desde mi herida todas las preguntas

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Otro poema de amor

Qué dicha no ser Basho, en cuya voz
florecían tan leves los ciruelos,
ni ser Beethoven con su borrasca en la frente
ni Tomás Moro en el taller de Holbein.
Qué dicha no tener
un bungalow en Denver (Colorado)
ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio
mineral de la tarde patagónica
ni oler a bajamar de Saint-Malo

y estar aquí contigo, respirándote, viendo
la lámpara del techo reflejada en tus ojos.

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Pequeño testamento

Os dejo el río Almofrey, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores conplidos.

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Por favor

Se van muriendo uno tras otro
como en las películas de náufragos
o de aviones estrellados en neveros incógnitos.

Sucumbió el portero de fútbol catequístico
y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro

y el estudiante que sueña
un verano arqueológico en Egipto

y el insensato que sufre por unos ojos
que eran una sucural del Cantábrico

y el posible profesor de español en Colorado.

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Raro asunto

Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas esas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.

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Tal es la inspiración

Los antiguos hablaron de la Musa.
Del Numen Don Manuel Josef Quintana
(naturalmente, entre signos de admiración).
Otros de ángel, de duende, de un dedo celestial
y otros mil artilugios
que en un pérez -afirman levantan un Poeta.

La experiencia prefiere dejarse de cumplidos:
obstinada, nos habla
más bien de madres locas, de padres coroneles,
de palizas borrachas
o largas tardes grises meditando la lluvia
en la ventana de la soledad

como si cada verso tuviera en su pasado
un niño con las alas malheridas.

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