Noticias de casa

estamos bien

al mediodía
doy de comer añicos plateados y calientes

beso tu sangre y tengo así la boca pintada
y todo lo que digo me viene de tus venas

yo voy bruñendo el aire por la casa
voy frotando
frotando
frotando
el relicario hirviente de tu nombre
el dardo de Caín que me retuerce

estamos bien y tengo la mirada partida
y todo lo que como es el plato de tu muerte

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Este sabor de lágrimas (29)

Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.

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Este sabor de lágrimas (32)

Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.

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Este sabor de lágrimas (33)

Ni una palabra quedará, siquiera,
amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
ni volveré a llorar por lo que fuera.

Dónde quedó el terror frente a la espera,
dónde el pretexto fácil de la huida:
estoy de pronto, como adormecida,
brazos ausentes, párpados de cera.

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Este sabor de lágrimas (35)

Yo le diría, amor, yo le diría
que no esté tan seguro de su abrazo,
tan fuerte de mi pena,
tan firme de mi lágrima.
Yo le diría, amor, que no me duela
con la certeza de tenerme tanto
porque yo sé también cómo te pierdes
sin un reproche, sin una palabra,
a veces, casi, casi con dulzura
y de pronto, no estás.

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AnunciaciÓn

¿Y este baño de nieve?
¿Y este aserrín de almendra en los pezones?
Y en mis regiones lunares,
¿por qué esta Pócima lenta de tu boca
volcada como aceite,
saliva somnolienta?
¿Cuáles palabras, cuáles,
me has puesto sobre el sexo?

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Las flores que te di

las flores que te di
las que perdiste
siguen intactas

aquel que las vendió
hoy está muerto
donde yo te las di
hay un prostíbulo
la ciudad que nos vio
no existe ya
nuestro amor es tan sólo
letra impresa
un cadáver de tinta
que me arrastra
como a Héctor
los caballos

las flores que te di
siguen intactas

te aman aún
bajo la última
palada de tierra

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Lluvia

Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia…

Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.

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No amarse ahora, pero haber amado

NO AMARSE AHORA, PERO HABER AMADO

No amarse ahora, pero haber amado.
Y encontrarse otra vez… Recuerdo grave
como el de alguna flor de aroma suave
que se mustia en un libro ya olvidado.

Va surgiendo el recuerdo desvelado:
una palabra, un gesto… Es una clave
que nadie descifró, que nadie sabe;
recinto nuestro, cántico inviolado.

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Quiero estar en tu sueño

Quiero estar en tu sueño. Ser tu sueño.
Penetrar más allá de lo que advierte
la mirada sutil. Como beleño
recorrer, galopar tu sangre inerte.

Quiero quebrar con definido empeño
toda defensa en ti: muralla, fuerte:
y adentrarme, crisálida de ensueño
más allá de tu vida y de tu muerte.

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Quiero llevar tu sello

Quiero llevar tu sello,
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.

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Hombres descalzos

Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!

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Tú sabes

(…) Aunque me sepas, ¡mírame!
¿Y si yo no pudiera?
¿Si al buscarme,
me desmoronara. los desconociera,
¡tus ojos, ellos, sobre mí, como una brizna de calor!
y dejáramos de ser?
Ellos, sobre el mundo.
No nos importará repasar el camino,
andarlo y andarlo.

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Tú venías

Tú venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venias soñando.
Y en tus ojos, despierta, venia la flor en su nieve.
Tantos pájaros eran contigo, que arpegios gozosos
imantaron la seca llanura, ¡y todo fue vuelo!
Fue en el aire canción de azucena tejiendo su encaje.

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Vergüenza

(Ante una muerte)

Cae tu muerte en mi corazón, llenándolo de vergüenza.
Le grito a mi corazón: «¡Nunca!»
Pero él levanta una nota y me contesta:
«Siempre», murmuro. «¡Siempre!»
El eco repite sobre el mundo: «¡Siempre, siempre!»
y todos los poetas,
con tu muerte doliéndoles, avergonzándolos,
responden: «¡Siempre!»
Porque, mientras tú morías,
mientras tus manos que morían aún intentaban volar
todos los poetas abrazaban su canción.

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El silencio

Hay un vacío en el que no se oyen las zapatillas.
Y otro más profundo: el que disuelve nuestras manos.
Y nuestro cuerpo. Y sólo flotan unos ojos
que no lo parecen. Aunque daría lo mismo
porque ya no pensamos con palabras
que todo lo confunden.

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Portas Faxeiras

Perdida en un café de esta ciudad de niebla
y de soslayo, oyendo una música vieja que no sé dónde
oí, respondo a esa canción, a ese olvidado
lugar, que no envolvieron, respondo, no,
que no envolvieron las sombras a la vida.

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A un héroe

Como galeón de izadas banderolas
que arrastra de la mar por los eriales
su vientre hinchado de oro y de corales,
con rumbo hacia las playas españolas,

y, al arrojar el áncora en las olas
del puerto ansiado, ve plagas mortales
despoblar los vetustos arrabales
vacío el muelle y las orillas solas;

así al tornar de costas extranjeras,
cargado de magnánimas quimeras,
a enardecer tus compañeros bravos,

hallas sólo que luchan sin decoro
espíritus famélicos de oro
imperando entre míseros esclavos.

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Autorretrato

Nací en Cuba. El sendero de la vida
Firme atravieso, con ligero paso,
Sin que encorve mi espalda vigorosa
La carga abrumadora de los años.

Al pasar por las verdes alamedas,
Cogido tiernamente de la mano,
Mientras cortaba las fragantes flores
O bebía la lumbre de los astros,

Vi la Muerte, cual pérfido bandido,
Abalanzarse rauda ante mi paso
Y herir a mis amantes compañeros,
Dejándome, en el mundo, solitario.

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Blanco y negro

I

Sonrisas de las vírgenes difuntas
En, ataúd de blanco terciopelo
Recamado de oro; manos juntas
Que os eleváis hacia el azul del cielo
Como lirios de carne; tocas blancas
De pálidas novicias absorbidas
Risas de niños rubios; despedidas

Que envían los ancianos moribundos
A los seres queridos; arreboles
De los finos celajes errabundos
Por las ondas del éter; tornasoles
Que ostentan en sus alas las palomas
Al volar hacia el sol; verdes palmeras
De les desiertos africanos; gomas
Árabes en que duermen las quimeras;

Miradas de los pálidos dementes
Entre las flores del jardín; crespones
Con que se ocultan sus nevadas frentes
Las huérfanas; enjambres de ilusiones
Color de rosa que en su seno encierra
El alma que no hirió la desventura;

Arrebatadme al punto de la tierra,
Que estoy enfermo y solo y fatigado
Y deseo volar hacia la altura,
Porque allí debe estar lo que yo he amado.

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El arte

Cuando la vida, como fardo inmenso,
Pesa sobre el espíritu cansado
Y ante el último Dios flota quemado
El postrer grano de fragante incienso;

Cuando probamos, con afán intenso,
De todo amargo fruto envenenado
Y el hastío, con rostro enmascarado,
Nos sale al paso en el camino extenso;

El alma grande, solitaria y pura
Que la mezquina realidad desdeña,
Halla en el Arte dichas ignoradas,

Como el alción, en fría noche obscura,
Asilo busca en la musgosa peña
Que inunda el mar azul de olas plateadas.

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El camino de Damasco

Lejos brilla el Jordán de azules ondas
que esmalta el Sol de lentejuelas de oro,
atravesando las tupidas frondas,
pabellón verde del bronceado toro.

Del majestuoso Líbano en la cumbre
erige su ramaje el cedro altivo,
y del día estival bajo la lumbre
desmaya en los senderos el olivo.

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El sueño en el desierto

Cuando el hijo salvaje del desierto
Ata su blanca yegua enflaquecida
Al fuerte tronco de gigante palma.

Y tregua dando a su mortal fatiga,
Cae en el lecho de tostada arena
Donde la luz reverberar se mira;
Sueña en los verdes campos anchurosos
En que se eleva la gallarda espiga
Dorada por el sol resplandeciente;
En la plácida fuente cristalina
Que le apaga la sed abrasadora;

En la tribu que forma su familia;
En el lejano oasis misterioso
Cuya frescura a descansar convida;

Y en el harem, poblado de mujeres
Bellas como la luz del mediodía,
Que entre nubes de aromas enervantes,
Prodigan al sultán dulces caricias.

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En el mar

Soneto

Abierta al viento la turgente vela
Y las rojas banderas desplegadas,
Cruza el barco las ondas azuladas,
Dejando atrás fosforescente estela.

El sol, como lumínica rodela,
Aparece entre nubes nacaradas,
Y el pez, bajo las ondas sosegadas,
Como flecha de plata raudo vuela.

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Introducción

Árbol de mi pensamiento
Lanza tus hojas al viento
Del olvido,

Que, al volver las primaveras,
Harán en ti las quimeras
Nuevo nido;

Y saldrán de entre tus hojas,
En vez de amargas congojas,
Las canciones

Que en otro mayo tuvisteis,
Para consuelo de tristes
Corazones.

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Mis amores

Soneto Pompadour

Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,
Las vidrieras de múltiples colores,
Los tapices pintados de oro y flores
Y las brillantes lunas venecianas.

Amo también las bellas castellanas,
La canción de los viejos trovadores,
Los árabes corceles voladores,
Las flébiles baladas alemanas,

El rico piano de marfil sonoro,
El sonido del cuerno en la espesura,
Del pebetero la fragante esencia,

Y el lecho de marfil, sándalo y oro,
En que deja la virgen hermosura
La ensangrentada flor de su inocencia.

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Neurosis

Noemí, la pálida pecadora
de los cabellos color de aurora
y las pupilas de verde mar,
entre cojines de raso lila,
con el espíritu de Dalila,
deshoja el cáliz de un azahar.

Arde a sus plantas la chimenea
donde la leña chisporrotea
lanzando en torno seco rumor
y alza tiene su tapa el piano
en que vagaba su blanca mano
cual mariposa de flor en flor.

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Nostalgias

I

Suspiro por las regiones
donde vuelan los alciones
sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
sollozar;

donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
el verdor
de los campos olorosos
y de los ríos caudalosos
el rumor;

donde ostenta siempre el cielo,
color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
flor de lis

II

Otras veces sólo ansío
bogar en firme navío
a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
porvenir.

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Paisaje del trópico

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.

El mar sus hondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.

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Tristíssima Nox

Noche de soledad. Rumor confuso
hacer el viento surgir de la arboleda,
donde su red de transparente seda
grisácea araña entre las hojas puso.

Del horizonte hasta el confín difuso
la onda marina sollozando rueda
y, con su forma insólita, remeda
tritón cansado ante el cerebro iluso.

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Amanecer

Hay un árbol que canta y un corazón que llora
El rocío en el alma la nieve en la cordura
La savia entre los dedos el temblor en los tallos
Son las caricias dulces de un amor prohibido
Es invierno hace frío y sangra la belleza
El brasero apagado las emociones rotas
Es un canto de siglos: el compás de la calma
O un engendro del alba donde juegan los pájaros
Quiero nacer de nuevo en un mundo intuído
Donde las ramas secas ardan luces heridas
Y emanen otras nubes con diferente lluvia
Quiero sentir la estrella en presunción de tacto
Llorar fuego en el aire cuando mires al cielo
Y templar el suspiro que nieva en tu tristeza.

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Castillo

Un castillo de sueños ¿Quién lo diría entonces
cuando al muro del alba le crecía lo ingrato?
Un castillo de luchas para la oscura infancia,
Los juegos de la guerra, las torres de la sangre,
Baluarte en la sombra que nos dejó perdidos.

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Detrás de la mirada

¿De quién es la mirada?
aunque yo no la veo
son ojos escondidos
que a la vez son espejos.

Se me pierde el camino
se bifurca el enredo,
el nudo es espejismo
que diseña desiertos.

Siento tus ojos-noche
rodeándome el cuerpo,
cual viento que se lleva
mi corazón muy lejos…

Si es de Dios la mirada
que me deja perdida.

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