Niebla

El aire de la huída sacudía las ramas
Chocaba con la lluvia, con los árboles secos
Las hadas empañaban el cristal de mis ojos
La desnudez del llanto desvestía el silencio
Y en marea de grises cual ritual iniciático
Empañado de sueños, a ritmo vacilante
Mi corazón perplejo latía su flaqueza
Lumbre de sensaciones, dorondon de la tarde
Evolutiva nube deshaciéndome el caos
O ese vapor de ausencias rezumándome el rostro
Alivio de la bruma y tu imagen tan cerca…
¡Ya presiento mis labios por la humedad pintados!

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Ruinas

La escarcha de la noche ha estilizado el tiempo
Y las ruinas acallan los cantos gregorianos
Sin palomas, sin grajos, en silencioso rito
mi corazón imprime latidos en la piedra!
El rubor de la historia mistifica los gestos
No existe fortaleza que recobre la intriga
de aquellos monjes buenos, o los otros inquietos
inquisidores de almas entre muros toscanos!

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Vino

Es un brindis de invierno hecho de soledades
Pequeñas dimensiones de procesos vividos:
Cristales de la nada vilanos que se rompen
O el corazón volando por todos los toneles
Dejo que pase el tiempo perdida en tu mirada
Los vidrios de la tarde se han llenado de lunas
Y este sabor a mosto me reposa lo interno
Y me analiza estancias donde crece lo amargo
Acidez y dulzura, vendimia y sedimento
Fermentación que aroma los orujos pisados
La cuba de mis sueños huele a llanto en el aire
Es como un sabor tártaro paladar de silencios
Y es que el dolor no es agua es un proceso largo
De haber llorado mucho dentro de tu pellejo.

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Altri tempi

Las salas enfundadas como inmensas corolas. Y un secreto soleado:
el país de los patios. (Se decía glicina, heliotropo, diamela,
como hoy se dice ADN, sidaico). Aquel cielo privado,
con chicos y canarios y huertos y murales de macetas pintadas,
era de veras cielo.

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Antes de partir

Antes de partir
plazas y parques fueron una historia que no se pudo
nombrar
que sin decir las frases
bajo un pórtico le nacieron noches
tantos años para recordarnos
tantos nombres para ser suicidas
es entonces
que despertamos
con el presentimiento de saberse alguien
con la ansiedad de salir
para reencontrarse con esta distancia
y perderse.

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En aras de galeón y escafandra

En aras de galeón y escafandra
en negros muertos por el gusto
vimos mares que se hundían
azoros del ataque que en la mujer se vierten la caricia
bocas indescifrables para decir a esta tierra por un nombre
que contara infiernos verdes noches de reliquias
muslos jugositos para dejar aquí nuestra semilla.

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Hurga la noche

Hurga la noche
urge lo encendido
lo que del eclipse nos quedó entre las manos
sobre la ciudad el suspiro que grita alba
ojo de mi cráter que la lengua vaciló en mis palabras
grite un instante para ser
creció un puerto en mi carne sin tu nombre
temperamento arena de las horas
pedazo de estas calles
fundación de agua entender al mundo.

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Exorcismos

(«La realidad, sí, la realidad
ese relámpago de lo imposible
que revela en nosotros la soledad de Dios.»
Olga Orozco)

Cerebro
el exorcismo
del regreso a casa.

Pero ¿quién vuelve en mí?

¿Aceptarán los muros
la soledad
baldada?

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Al filo de las noches

Un cuerpo que se entrega no es difícil hallarlo.
Eso eras tú, un hermoso cuerpo divino y vivo.
Una breve cintura, un racimo dorado
en tus ojos brillando entre los ríos de Agosto.

Pero es fácil que un cuerpo fulja como una gema
si como amor se mira, con verdadero amor.

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Paisaje con campanas

Son ya las seis y media y es domingo. Febrero
trae uno de sus días soleados y dulces
en los que ya se siente rozar la Primavera.

Desde este mirador veo Córdoba: sus torres
y sus casas bañadas en el sol de la tarde,
con un silencio apenas roto por unos pájaros
o por llantos de niños en las casas cercanas.

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Sarcófago de Córdoba

Allí se reclinó el cuerpo cansado
de aquel que buscó y no halló la absoluta belleza,
verde jardín que refresca el surtidor,
no más, no más sino dormir eternamente.

Filósofo abúlico o dacio mílite,
noble patricio o emperador divinizado,
en tan deslumbrador rectángulo de mármol
rosado mineral, tal si de Paros,
con luz lunar iluminada luce
vegetal o animado relieve caliente e inmortal
en cuya puerta, innominada, resquicio cierto incita
a traspasar el dudoso dintel ignoto.

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Huida

(a Elizabeth Azcona Cranwell)

(«la verdad que se busca se pierde, se hace libre» Edgar Bayley)

Con la mitad de mi cerebro
hice un ala de sol para la noche.

Guardo la otra mitad
celosamente: así podré creer
que ya no existo.

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La inadvertencia

(a María Rosa Lojo)

Hemos hablado de los hombres y de cuanto les ocurre a los hombres,
como si la humanidad fuese un planeta inmerso en nuestra sombra.

Hemos creído despoblar el silencio
nombrando cada cosa, encadenándola y encadenándonos
a su significado.

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La jaula

Quién soy,
sola de mí, para violarme
con verdades ajenas
si aún las propias no han sido
deslindadas.

Quién se interna en la palma de mis
manos
luego de cercenarlas.

Quién me vacía, huye y no regresa
sin despojarme de la amarra.

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La niña extraña

Tenía un grillo entre las sienes
y sabía decir mariposa.
Lo demás lo ignoraba.
Un día descubrió que Dios no era una alondra.
Otro día
les dijo a las simientes
que sería más lindo brotar alas.
Al fin
se convenció de que en el mundo
hay demasiadas cosas sabias.

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Señales

Aquellos
padres hondos
de que habla Valery
siguen interrogándonos.

Nuestra orfandad
responde desde su alta mudez.

Eterno diálogo.

Quizá el más cercano
de nuestros habitantes sin rostro
el más cauto
sabe que traficamos con la idoneidad
de un Judas
que sonríe a la hora de los pactos.

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El florecido sueño

En la fertilidad de tus manos inacabables
puse anoche a dormitar el sueño
más largamente soñado,
y ya ves ahora, mano tan abierta,
cómo de tus costados, poco a poco,
lúcidamente va enraizándose,
dando al aire su aromada luz
que apenas se irradia.

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El instante es el camino

Árbol antiguo visto desde una infancia,
el tiempo se deshoja, floreciendo,
siempre reintegrándose a sí mismo,
firme ante los aires de cualquier viento,
ante los vientos de la muerte,
el viento iracundo de la nada.

Suspiro interminable es caminar el tiempo,
jugar un juego que no acaba
dentro del árbol de las horas,
muy adentro del ramaje más caudaloso.

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Elegía de la pierna

A la sombra de su estatura
bendice tú la harina de su hueso, ceniza caminante
en triste enflaquecido músculo
y piel de nardo.
Para que vuele, para que
no se incendie, sacúdele
la rabia que la aniquila.
Que en un grito alarido enorme resucite
y si no, luego entonces
nuevamente crucifícala.

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Escribes

Escribes
bajo el fulgor de la noche,
sintiendo su influjo
como un llamado a la escritura.
Piensas entonces que la noche
uno a uno
te dictará los versos.
Pero en verdad, nada dice.
Solamente los grillos,
entre sí,
se dicen su cuento;
ah, y también las lechuzas.

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Hacia la muerte

Como moneda
que lanzara Dios al abismo,
sin detenerse,
ruedan los días
hacia la abierta alcantarilla
por la que exhala, en su locura,
su desorden la infatigable muerte.

Y nosotros,
con el afán de rescatar la moneda
y de hacerla propia,
tras ella rodamos.

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La consigna y el milagro

Volver a tus dominios, infancia,
acercarse es lentamente
a la explosiva boca de un volcán
y luego ¿para qué volver entonces
al origen del desastre
donde aún el escombro
es el reino de la insanía
y una voz de látigo, férrea
para el castigo y la zozobra
hace cumplir puntualmente su mandato?

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La espera

Ha vuelto a madurar la fruta sobre la mesa,
las flores de las macetas ya se secaron,
enterradas las cosas bajo el polvo
¿qué se puede hacer?

Los anocheceres dan fe de la espera,
la multitud de estrellas -testigo perpetuo-
sin duda alguna lo sabrá decir,
pero a quién sino al corazón
que a veces siento caduco,
imposible para vivir: endurecido.

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A veces

A veces,
cuando las luces se apagan
y se termina la música,
y se me obliga a quedarme sola
con mi enfermedad y mi mundo suspendido.
A veces,
tú entras silenciosamente
y dándome un beso
realizas el milagro
y me haces dormir en paz.

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La hora

Vuelve la luz
a hacerse luz, plácida claridad
en el vaivén de sombras,
y la calma otra vez, el remanso
donde reposa -como en el sueño el insomne-
su paso frenético el corazón.
El aire que se respira
se hace respirable,
y el paisaje a cada mirada
recobra el color y la forma.

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Desenfadados

Desenfrenados, airosos,
surgen en el alma los deseos
que el cuerpo por las noches calma.

Claman piedad.
Gritan «ya basta».

Un «nomeolvides»,
un «parasiempre»
surgen del alma de los amantes.

Desenfrenados, airosos,
saltan desde su piel los anhelos
que el alma por la mañana
calma.

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La vida otra

Algún día seré pastura para la muerte,
no más que polvo triste en el desierto del mundo.
Mi sangre cesará su danza y en ese instante
todo se habrá consumado.
Mudos brillarán mis ojos en su larga noche
y en la profundidad enorme del silencio escucharé
los ecos de mi canto.

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Ecos

Espinosos retumban los ecos del pasado.
Reiteran a sabiendas mi dolor.

Nutro fertilidades
para no agonizar masticando ahogos de tristeza,
y tomo mi escafandra:
este presente de vuelos y cánticos
de finos y coloridos pájaros.

Leves se disuelven las nostalgias pétreas,
quedándome sempiternos azules y oros.

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Fin y Principio

Cómo te llamas…cómo…
Acaso vida, muerte,
amor, indiferencia,
posible odio letal,
quizás fin,
mundo entregado,
desilusión,
rompedero de estrellas,
mares confundidos,
resquebrajados cielos negros
todo bombardeado, todo…
Si hay un mañana,
si existe,
te llamarás futuro…
Si existe…
te llamarás
de nuevo Tierra…
Si hay resurrección,
acaso…
si la hubiera,
te llamarías
mundo conjugado
en nueva sangre,
en desaparecidas violencias,
enterradas las armas,
y hasta siempre,
fósiles los fusiles.

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Gaviotas y Sol

I

Sal en los cuerpos húmedos
que se entrelazan, se funden…
Fuego en los ojos y los labios.
Él susurra y vibra.
Ella vibra y susurra.
Cada vez más próximos a la entrega
repasan -gozosos-
sus puntos cardinales.

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