Lorelei

Mitad es un todo
A ella se adhieren como última salvavidas última salvalmas
Imploran permanencia en un mundo que se ha tornado líquido
náufrago en la saliva lacrimoso brota la sangre en el sudor
por todas las cavernas de esos cuerpos malditos

A su belleza acuden como virgen en sus magias
senos propicios para una y un millón de locuras
vientre seductor de tantos colores que llama a dulce canto
-quién supiera de nobles suicidios

Continuo el vaivén de mediavida y náusea
de golpe regala a los hombres visión del medio pez
el profundo de escamas que es timonel y dios

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Oscuras monedas

Tengo miedo a los pordioseros
me persiguen hasta mi cuarto
hasta la oscuridad de la conciencia
Llegan a mí como espectros por la noche
con sus ojos que son monedas
que son mendrugos escasos que ofrecí
Y sin piernas el alma se arrastra
demanda atención
a esa hambre que no conocemos
la que no necesita solo monedas o pan

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Partida

En mis muertes diarias está mi padre
me observa con esa incertidumbre
que obliga a decidir

Mi padre nunca tuvo un cristo en su alcoba
ni un caballo para su fuga
Hubo de partir muy lento
y en segunda clase
Sé que hubiera preferido un mate del pastor
-en el tablero en desorden
aquellos días de inexistentes adversarios

Un cristo me sueña desde la pared
y apenas veo el retrato de mi padre
en la simetría del juego

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Plasmado en óleo

En Gualbet amanece tarde
casi siempre
el pan de olor llega después
del silencio de sus barcos
En sudor de pescado
el hombre
ante la cantina
—tan poco para celebrar
en las copas solitarias—
encuentra dormida su puerta

El sinfín de olas se precipita
por el deseo de mujer
alborotadas gaviotas
entre los cadáveres del muelle
Bañado de sed insaciable
por los callejones hurga
mendrugos de amor
de vino

En las lágrimas del mercado
una muchacha ha perdido
el bolso
la vida

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Sed

La inmensidad, la sed
es la memoria.
Luis Armenta Malpica

Ya no juegan a ser
los dioses de la lluvia
piedras y varas
en abandono
Niños que añoran beber los quásares
llevan en sus cactos las grietas
del esfumado camino
No duele más la sombra del otro
que se va y sigue
yéndose
Enmudecen las plegarias a una virgen
día a día a día
con la infancia tan seca
en su regazo

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Solo piel

La luz en mi piel se torna oscura
en los himnos del verano
como fruta de mares
Suda bajo el hervor del abrazo
del tiempo que sobre mí palpita
que no acepta resistencia
y me consume
El placer de las cerezas pinta la luz
para que brote de esta piel
lo que ninguno sabe

A veces he sido piel
y a veces también lo que contiene

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Alba y pez

De madrugada es cuando el borracho

cruza su vaivén en la calle pina

con el adormilado marinero

que va en busca del alba y la sardina.

Alba que irremediablemente llega

—ya cobre de sol ya tristura gris—,

desperezando suave al nuevo día

—nodriza de las dudas del vivir—.

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Ancianos

Ignoran los problemas esenciales.
Vivir es vegetar. La Cofradía
regala a los jubilados el día
de la Patrona distintos vales

que se pueden canjear por unos reales
hechos bollo y vino. La anarquía
duerme entonces como dormiría
un enfermo inyectado por sus males.

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Ave

Pico de limón y garfio.

¿Por qué tan recelosa de lo humano?

Miro su testa curva y blanca, gris o parda

con laterales ojos avizores.

Se inquieta ante el supuesto daño

y en su soledad permanece taciturna y quieta.

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Barca nerudiana

Barca, aunque tu quilla quebró el agua,
hoy varada permaneces
porque el tiempo imperturbable
pasa.

Mientras el patrón que estrenas
embadurna la comba a estribor de tu cadera,
evidencias en la rambla
tu suciedad destartalada.

Fíjate, hay a tu vera
hombres
que te ofrendan sus miradas
y palabras elogiando
tus venturosos días,
—cuando volabas—.

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Calles

Calles, callejuelas tristes
en las que todo es vereda.
Encuentras la que no buscas
y buscas la que no encuentras.

Entra, tú, mira qué nombres:
Tránsito de las Ballenas,
Virgen de la Soledad,
el Callejón de las Fieras.

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Félix con guitarra

En el bar, la rancia morenez de les gitanos

—mendigos de propinas por su toque y por su cante—

quedó pasmada al ver los fragilísimos dedos

del filiforme Félix mimoseando en la guitarra.

Bares son en los que el pescador no pesca: simples

radas marginales que enajenan al marino,

caldo de cultivo para el ciudadano harto,

desfogue del administrativo emancipado,

de la hija de papá y del forastero ávido,

de protésicos—viajantes—locos—y—mecánicos,

de todo aquel, en fin, ansioso de desbordar

los límites hirientes de sus callosas manos,

su rígida espalda curva —en la cerviz un clavo—

o el molde circunstancial de su conciencia ahormada.

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Huele a salitre

«Huele a salitre».

Estas ellas y estos ellos también son personas,

pero con sumisión, sexo, harapos

y edad indefinible.

Escasas de dinero

y con más indigencia que descanso,

trasladan los peces muertos

—caja o cesto o balde de la cabeza en lo cimero—

desde la Rula a las bodegas

que pueblan las estrechas

—y muy redondamente deshuesadas—

calles del barrio.

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Muelle

El corazón sobre los hombros
por la tristeza de las adensadas nubes
y el monótono entrechocar de hierros;
por la alta pesadumbre en el todo muelle
en el cargador,
en el marinero,
y tanta en mí;
en el cielo y en el suelo.

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La Atalaya

Atalaya, cima cimera,

de la ola marinera.

Desde ti se atalayaba

el oleaje en blanca geometría;

hoy, un destacamento militar

rompe tu armonía pecera

con alambres, uniformes

y voces de: «¡Fuera, fuera!»

Atalaya,

aún sirves para cobijar amor,

y para que a los niños les nazcan

los dientes de la inquietud aventurera,

tan aventurera como la ya lejana

de los playos (*) cuando iban

a la caza —y no pesca— ballenera.

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La barquera

Dicen: La Barquera,

y ya se sabe,

es la solana del ocio;

marineros a la espera,

conjeturas, casi nada,

calafates que entretienen

a jubilados caducos

con la boina comiendo su mirada

porque el neto sol de Junio

resbala más allá.

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La pesca

Desenfrenada boca de mujeres.
Cabeza de tortuga; promontorio
acunando la pena y el jolgorio
al compás de miserias o de haberes.

Sonríes en verano cuando quieres
demostrar el colmado aunque ilusorio
rebullir de peces, premonitorio
mensaje de ausencia de placeres.

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La rula

Brilláis como el oro, residuales peces.
Metálico es vuestro torso verde
o amarillo. ¿En qué tono inaprensible
y vuestro mi pupila ahora se pierde?

Color de peces raudos bajo el agua;
(en el estanque peces de colores);
fantasmal color de peces en la lonja
allí donde mis ojos son deudores.

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Marinero de Maupassant

Ahora sí que eres Bola de Sebo, sí.
Diez años que te conozco,
y sin poseerte tres.
«Ya no me acuesto con hombres;
soy la dueña de la casa.»
Bola de Sebo
en la redondez espesa de tus brazos,
en tu vientre sin línea y muelle,
en tu torso macizo e inabarcable ;
mas casi no Bola de Sebo
en tus manuables pechos duros,
en tus muslos de V suave.

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Maximino

Estáis ahí:
tú, Maximino, tocas el laúd,
tu vieja madre, ex-artista
canta con voz cascada
—estrangulada e íntima—.
La Traga y otras dos vacas marinas,
bajo el parlante mirar de La Muda,
atienden el bar.
¿El bar?

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Mi padre no era marinero

Recuerdo con amoroso dolor
la dilapidación tonta
del obrero sonriendo
—sábado y domingo—
la miseria de su sueldo.

Me apenan los nueve duros
semanales
—por el año treinta—
de mi padre.

Si unos quisieran
ver su desvergüenza
y otros comprender
el sentido de su miseria…

Cuando las adormideras
son rotas
—hirviente el corazón y cálida la garganta—
es consecuente que la sangre corra.

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Otros bares

Ahora es diferente. Las tabernas
genuinas quedaron desbordadas
por bares de paredes decoradas
y asientos para incomodar las piernas.

En la noche, parejas nada eternas
perseguidas por las ciegas miradas
de otros, presentidamente envidiadas
por el futuro goce.

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Otros poetas

Cimadevilla, ¿qué hubieran dicho de ti
Antonio y Nicolás,
Manuel del Cabra! y Blas
si hubieran en ti vivido
y probado lo que das?

Digo: empapándose de lo salobre,
de seres riendo sus miserias en tandas,
de calles pinas, ropas azul mahón
—desteñidas, desflecadas—
o colgando en galerías
como banderas humanas.

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Red

—Arría, chacho.
y desciende la red hasta el panel.
—Va boya.
Preludia el va boya la saliente cuerda
donde el corcho se ha de atar.

Quedas plegada en el fondo,
arrebujada como un monstruoso gato, red
Del puerto zarpas hacia el dudoso mar.

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Un hombre

Con qué precisión de troquel me hablas, hombre
Sabes de la mar salada
más que el Emperador Celeste,
más que los Coleccionistas,
más que los Catedráticos,
más que los Buzos y Directores de Museos;
también más que las gaviotas
que en el mar deyectan, comen, duermen.

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Viejas y colegiata

Mujeres no tan viejas
como la erosión inmemorial de tus sillares,
Colegiata vieja;
mas sí tanto como las indefectibles viejas
acuclilladas en el escalón
de tu siempre ¿por qué? cerrada puerta.

Fuman a veces como fieras,
dando viabilidad de huída al humo
su sumida desdentadura
—por la forzada desdentadura
de sus faltriqueras—.

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Canción a los elementos

A Moraima de Semprún Donahue

Muchacha, Alberta, extrae la poesía de los átomos.

Descubre, por ejemplo, las notas del canto del agua,
porque en cada gota, el agua es vida de un mar,
de un gigante verde, de tigres veloces,
de pueblos peregrinos, guerreros e ilusos;
y porque decir agua es casi beber,
y en su ínfimo y transparente grano
vives la humedad perfecta del engendro,
un beso líquido de amante y madre.

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El altar de los espejos

Los piratas sabían
guardar a sus cautivas;
entre espejos y espejos
las tenían…

Aquí sólo leo tu cuerpo;
los tesoros de la otra isla
fueron la posesión del banquete
entre vinos de un parral en primavera.

En esta roca el dolor
nos distingue de los dioses;
las olas nos roban
una y otra vez la cercanía.

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Herencia

Hijo planetario de mi heredas solamente
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.

Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de tierra.

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Nómada del silencio

A Hawad, voz del Tuareg

Pronto se acabarán los puentes.
Los ríos, los mares tragarán la tierra.
Mendigaremos, si acaso,
aire para los ojos
vientos para la mudez de las arenas.

Y qué puedo hacer yo con las mareas
con estas islas que son rocas oscuras
con las nubes que pasan desnutridas
volando grises cargadas de tristeza.

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Paisajes de EE.UU.

Si cada ladrillo hablara;
Si cada puente hablara;
Si hablaran los parques, las plantas, las flores;
Si cada trozo de pavimento hablara,
Hablarían en Español.

Si las torres, los techos,
Los aires acondicionados hablaran;
Si hablaran las iglesias, los aeropuertos, las fábricas,
Hablarían en Español.

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A quien pueda interesar

hago constar que no la conocí en forma alguna
ni ahora ni en otra de sus vidas y reencarnaciones
ignoro si alguna vez comí un muslo suyo de gallina
si bebí leche en una ubre vacuna de su propiedad o
acaricié sin saber su pelambre de gata del tejado
quien suscribe en perfecto estado de salud
a duras penas
hace conocer su decisión de alimentarse por ahora
con flores del desierto solamente

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absolutamente nada

(él es el mensaje)

ciento cincuenta canales
de televisión y nada que ver
absolutamente nada
la misma mujer el mismo
hombre los mismos
repitiendo infinitamente
el absoluto sin sentido
de sus vidas en pantalla
chica sus vidas chicas
en pantalla donde
únicamente es noticia
verdadera la apariencia
el control electrónico
saltando de la nada
a la sometida existencia
que muele sobre ti

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La casa de los signos

(a Luis Beltrán Díaz)

??Alabada sea toda/ Semejanza/ si el hombre a la orilla/
de la nada/ se atreve/ y levanta la casa de los signos??
Humberto Díaz Casanueva

I

en el sepia de la tarde/ frente al enceguecido sol de mi silencio/ la
pretensión de hablar/ con estos papeles amarillos desde siempre

II

si arrancó sus ojos/ fue únicamente/ para contemplarse/ para
buscar dentro de sí/ la luz que no se extingue/ la que no cesa/ en
la larga noche/ de la casa de los signos

III

¿se acaba el hombre?/ preguntaste/ y el enigma sobrevive/ este
salto que señalan/ los viejos signos/ el oráculo/ las terribles cartas
del Tarot/ las tres monedas/ a las que asignamos/ tres al cielo/
dos a la tierra

IV

el enigma de la luz/ te opongo/ el enigma de las sombras/ ¿en que
orilla cabalgamos?// ¿me das tu todo/ y te devuelvo nada?// la
casa habita/ en su silencio

V

hoy es el día/ ¿cómo preguntarse por otra cosa?/ lo terrible de
este momento/ esconde la grandeza que señala/ un pacto inédito
entre luz y sombra

VI

sobreinfinito/ el hombre interroga/ o musita un deseo/ un trueno
lejano/ en el llano sin nombre

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