Diotima (Después de 1800)

Callas y sufres, no te comprenden,
¡oh noble espíritu! Miras abajo y callas
al claro día, pues vanamente,
bajo el sol buscas los tuyos, hijos

de reyes, que antes como hermanos,
como en los bosques las cimas gemelas,
de amor y patria jubilosos
gozaban al recuerdo de su origen

bajo el abrazo infinito del cielo;
fieles y gratos llevaron sin duda
aun a la sima del Tártaro la alegría,
libres criaturas, hijos de los dioses,

almas henchidas de gracia, y ya extintas;
a ellas en estos años luctuosos
y al cotidiano clamor de estrellas
que fueron, llora nuestro corazón,

y este fúnebre trueno nunca fin habrá.

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Diotima (2)

Ven y apacíguame, tú que supiste calmar elementos,
luz de las musas celestes, del caos el siglo,
guía la lucha feroz con celestial armonía,
hasta ver en el pecho mortal lo disperso agruparse,
y la antigua índole humana, tranquila, valiente,
ver serena del vórtice del tiempo, y fuerte, surgir.

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Edades de la vida

¡Oh, urbes del Eufrates!
¡Oh, calles de Palmira!
¡Oh, bosques de columnas sobre el llanto desierto!
¿Qué sois?
De vuestras coronas,
al haber traspasado los límites
de aquellos que respiran,
por el humo de los dioses
y su fuego fuisteis despojadas;
pero sentado ahora bajo nubes ( cada
cual reposando en su propia quietud)
bajo robles hospitalarios, en
la umbría donde pacen los corzos,
extrañas se me hacen y muertas
las almas venturosas.

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Grecia

Tanto vale el hombre y tanto vale el esplendor de la vida,
Los hombres a menudo son amos de la naturaleza,
Para ellos la tierra hermosa no está escondida,
Sino que con dulzura se desnuda mañana y tarde.

Los campos abiertos son como los días de la siega,
Alrededor se extiende espiritual la vieja Leyenda,
Una vida nueva vuelve siempre a nuestra humanidad,
Y el año se inclina aún una vez silenciosamente.

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La despedida

¿Queríamos separarnos? ¿Era lo justo y lo sabio?
¿Por qué nos asustaría la decisión como si fuéramos
a cometer un crimen?
¡Ah! poco nos conocemos,
pues un dios manda en nosotros.

¿Traicionar a ese dios? ¿Al que primero nos infundió
el sentido y nos infundió la vida, al animador,
al genio tutelar de nuestro amor?

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Lamentos de Menón por Diotima

(fragmento)

I
Vengo en vano a buscar un cambio todos los días,
callan siempre a mi voz todas las sendas del campo;
fui a las gélidas cimas, las sombras todas me vieron,
y las fuentes; incierto vaga sin rumbo el espíritu,
paz buscando; así va por los bosques la herida alimaña
que a medio día de sombra segura gozó;
pero ya a su verde guarida no ha de tornar.

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Siempre bella

Precisamente porque estaba sola
tendida en una rama de la noche
no quise vadear el arco iris
para unir en un beso nuestras voces.

Ella guardaba dentro de sus ojos
una pareja de palomas blancas,
ella tenía dentro de sus párpados
la nieve derretida de sus lágrimas.

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Sueños

Embadúrnate el cuerpo,
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.

Pasaron superpuestas
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.

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Unidos por la luz

Bajo una misma luz
están nuestras cabezas.

Tu corazón y el mío
cantan sobre las piedras
cuando la noche oculta
los rugidos de fieras.

¿Tu corazón y el mío eran sólo de arena?

Por el desierto arrastran los camellos sus penas
y llevan en sus ojos oasis de palmeras.

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Alegría interior

En mí la siento aunque se esconde. Moja
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.

A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.

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Alma dormida

Me tendí sobre la hierba entre los troncos
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.

Nuevamente nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.

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Amanecer

Imagínate tú…
Imagínatelo tú por un momento.
R. A.

La estrella aún flotaba en las aguas.
Río abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.

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Así era

Canta, me dices. Y yo canto.
¿Cómo callar? Mi boca es tuya.
Rompo contento mis amarras,
dejo que el mundo se me funda.
Sueña, me dices. Y yo sueño.
¡Ojalá no soñara nunca!
No recordarte, no mirarte,
no nadar por aguas profundas,
no saltar los puentes del tiempo
hacia un pasado que me abruma,
no desgarrar ya más mi carne
por los zarzales, en tu busca.

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Desaliento

«No quiero que pienses», dices
Tú sabes que sólo en ello
puedo pensar. Pasarán
los días, las noches. Tiempos
vendrán sin nosotros. soles
brillarán en cielos nuevos.
Ecos de campana harán
más misterioso el silencio.
(«No quiero que pienses».)
Yo seguiré pensando en ello.

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Destino alegre

Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,
cantamos con el alma.

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