Te vi a punto.
Era una noche de julio,
noche tibia y perfumada,
noche diáfana…
De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido
gráciles velos de plata.
Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque…
Evaporaban las rosas
los perfumes de sus almas
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú los gozases
su último aliento exhalaban
como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños
y claridades fantásticas.