De noche

Camino en la noche silenciosa,
Deslizase la luna cautelosa
A veces de entre las oscuras nubes
Y a un lado y otro del valle
Despierta el ruiseñor,
Luego todo gris y en calma.

¡Oh, magnífico canto de la noche!:
A lo lejos el paso de los ríos,
Suave temblor en los oscuros árboles –
Tú me confundes las ideas,
Mi canto confuso es sólo
Como un clamor del mundo de los sueños.

 » Leer Mas…

En alta mar

¡Adiós costa llena de equivocadas penas,
Temor, felicidad y miseria, hundíos en el mar!
Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.
No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.
¡Qué paz donde se posa mi mirada!
¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!

 » Leer Mas…

En otoño

El bosque se vuelve amarillento, las hojas caen,
¡Qué soledad y silencio en todas partes!
Sólo los riachuelos corren por los hayedos
Con un suave susurro, como en sueños,
Y suenan las campanas vespertinas
Muy lejos de los lindes del bosque.

 » Leer Mas…

Junto al tilo

¿Vuelvo a verte, árbol querido,
En cuyos tempranos brotes, siendo joven
Y en un bello sueño de primavera
Hendí el nombre de mi primer amor?

¡Cómo ha cambiado desde entonces la curva de tus ramas!
Al crecer y endurecerse el tronco
Desaparecieron esos rasgos tan queridos,
Así como su amor y las horas de dicha!

 » Leer Mas…

La flor nocturna

La noche es como un mar en calma,
Dicha y pena y lamentos de amor
Se acercan de manera tan confusa
En la suave oleada.

Los deseos son como las nubes,
Navegan por los espacios silenciosos,
¿Quién reconoce en el ligero viento
Si son sueños o pensamientos?

 » Leer Mas…

Nuevo amor

Corazón, mi corazón ¿por qué estás tan ufano,
Inquieto y distraído,
Como si ya, alegre, llegara por los montes
La hermosa primavera?

Porque de nuevo una gentil muchacha
Cordialmente te estrecha el corazón,
Te deleitas feliz al contemplar
Cielo y tierra.

 » Leer Mas…

Venus

¿Por qué vuelves a despertarme, primavera?
Un soplo extraordinario corre sobre la tierra
Y hace resucitar todo antiguo deseo.
Dulce estremecimiento provoca esto en mi cuerpo.

Miles de cantos saludan a la preciosa madre,
Que, rejuvenecida, con la corona nupcial nos embelesa;
El bosque quiere hablar, los ríos corren con un murmullo,
Las náyades cantando surgen y se sumergen.

 » Leer Mas…

El bote viejo

Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.

Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.

Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.

 » Leer Mas…

El caballo

Viene por las calles,
a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.

Sus cascos sombríos…
trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.

 » Leer Mas…

El dominó

Alumbraron en la mesa los candiles,
moviéronse solos los aguamaniles,
y un dominó vacío, pero animado,
mientras ríe por la calle la verbena,
se sienta, iluminado,
y principia la cena.

Su claro antifaz de un amarillo frío
da los espantos en derredor sombrío
esta noche de insondables maravillas,
y tiende vagas, lucífugas señales
a los vasos, las sillas
de ausentes comensales.

 » Leer Mas…

El estanque

¡El verde estanque de la hacienda,
rey del jardín amable,
está en olvido
miserable!
En las lejanas, bellas horas
eran sus linfas cantadoras,
eran granates y auroras,
a campánulas y jazmines
iban insectos mandarines
con lamparillas purpuradas,
insectos cantarines
con las músicas coloreadas;
mas, del jardín, en la belleza
mora siempre arcana tristeza:
como la noche impenetrable,
como la ruina miserable.

 » Leer Mas…

La muerta de marfil

Contemplé, en la mañana,
la tumba de una niña;
en el sauce lloroso gemía tramontana,
desolando la amena, brilladora campiña.
Desde el túmulo frío, de verdes oquedades,
volaba el pensamiento
hacia la núbil áurea, bella de otras edades,
ceñida de contento.

 » Leer Mas…

La pensativa

En los jardines otoñales,
bajo palmeras virginales,
miré pasar muda y esquiva
la Pensativa.

La vi en azul de la mañana,
Con su mirada tan lejana;
Que en el misterio se perdía
De la borrosa celestía.

La vi en rosados barandales
Donde lucía sus briales;
Y su faz bella vespertina
Era un pesar en la neblina…

Luego marchaba silenciosa
A la penumbra candorosa;
Y un triste orgullo la encendía,
¿Qué pensaría?

 » Leer Mas…

La ronda de espadas

Por las avenidas
de miedo cercadas,
brilla en la noche de azules oscuros,
la ronda de espadas.

Duermen los postigos,
las viejas aldabas;
y se escuchan borrosas de canes
las músicas bravas.

Ya los extramuros
y las arruinadas
callejuelas, vibrante ha pasado
la ronda de espadas.

 » Leer Mas…

La sangre

El mustio peregrino
vio en el monte una huella de sangre:
la sigue pensativo
en los recuerdos claros de su tarde.

El triste, paso a paso,
la ve en la ciudad, dormida, blanca,
junto a los cadalsos,
y al morir de ciegas atalayas.

 » Leer Mas…

Las torres

Brunas lejanías…;
batallan las torres
presentando
siluetas enormes.

Áureas lejanías…;
las torres monarcas
se confunden
en sus iras llamas.

Rojas lejanías…;
se hieren las torres;
purpurados
se oyen sus clamores.

Negras lejanías…;
horas cenicientas
se obscurecen
¡ay, las torres muertas!

 » Leer Mas…

Lied III

En la costa brava
Suena la campana,
Llamando a los antiguos
Bajales sumergidos.
Y como tamiz celeste
Y el luminar de hielo,
Pasan tristemente
Los bajales muertos.
Carcomidos, flavos,
Se acercan bajando…
Y por las luces dejan
Oscuras estelas.

 » Leer Mas…

Lied IV

La noche pasaba, ,
y al terror de las nébulas, sus ojos
inefables reían de tristeza.

La muda palabra
en la mansión culpable se veía,
como del Dios antiguo la sentencia.

La funesta falta
descubrieron los canes, olfareando
en el viento la sombra de la muerta.

 » Leer Mas…

Lied V

La canción del adormido cielo
Dejó dulces pesares;
yo quisiera dar vida a esa canción
que tiene tanto de ti.

Ha caído la tarde sobre el musgo
del cerco inglés,
con aire de otro tiempo musical.

El murmurio de la última fiesta
ha dejado colores tristes y suaves
cual de primaveras oscuras
y listones perlinos.

 » Leer Mas…

Los ángeles tranquilos

Pasó el vendaval; ahora,
con perlas y berilos,
cantan la soledad aurora
los ángeles tranquilos.

Modulan canciones santas
en dulces bandolines;
viendo caídas las hojosas plantas
de campos y jardines.

Mientras sol en la neblina
vibra sus oropeles,
besan la muerte blanquecina
en los Saharas crueles.

 » Leer Mas…

Los delfines

Es la noche de la triste remembranza;
en amplio salón cuadrado,
de amarillo iluminado,
a la hora de maitines
principia la angustiosa contradanza
de los difuntos delfines.
Tienen ricos medallones
terciopelos y listones;
por nobleza, por tersura
son cual de Van Dyck pintura;
mas, conservan un esbozo,
una llama de tristura
como el primo, como el último sollozo.

 » Leer Mas…

Los muertos

Los nevados muertos,
bajo triste cielo,
van por la avenida
doliente que nunca termina.

Van con mustias formas
entre las auras silenciosas:
y de la muerte dan el frío
a sauces y lirios.

Lentos brillan blancos
por el camino desolado;
y añoran las fiestas del día
y los amores de la vida.

 » Leer Mas…

Reverie

Y soñé, de un templete bajaban
dos dulces bellezas matinales;
y oí melancólicas hablaban
de las nobles dichas forestales.
Las vi. en el blasón de la poterna
azulinas y casi borradas
despierto años después, la cisterna
las mecía medio retratadas.

 » Leer Mas…

Coplas de Carmen Romero

Díselo, Carmen Romero,
dile que estamos aquí,
que él parece estar allí
y es aquí donde lo espero;
dile que ningún obrero
entiende que un presidente
mande guardias a su gente
en vez de mandar trabajo,
dile que va cuesta abajo
frente a la Cuesta de Enero,
díselo, Carmen Romero.

 » Leer Mas…

El viajero

(De Miguel, camarada viajero con el frío)

III
Pretendieran tus ojos estos mares felices,
esta orilla encendida.
Pretendiera esta luz tu corazón viajero.

Desde el muelle miramos,
contemplamos los mares que se agrandan ya tuyos.

 » Leer Mas…

Espumas de la escollera

A Rafael Alberti

Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era»

Rafael Alberti

Espumas de la escollera,
Puerto de Santa María,
si Garcilaso volviera
yo sé que preguntaría
por su joven escudero
que quiso ser marinero
y se quedó en tierra un día.

 » Leer Mas…

La casada infiel

«con la pasión que da el conocimiento»
Jaime Gil de Biedma

Hoy está triste el juglar
sólo canta para ella,
que también la juglaría
tiene parte en la tristeza.
Sepan que de mal de amores
nadie está libre en la tierra.

 » Leer Mas…

Lo que pueda contaros

Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.

Porque llegar aquí fue una larga sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en latigazos
el crepúsculo.

 » Leer Mas…

Noche canalla

Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.

Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de tul.

 » Leer Mas…

Otro romanticismo

«…las aguas del olvido «
Garcilaso

«Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!»
César Vallejo

Te escribo nuevamente desde una tarde helada
de esas en que nos puede el sentimiento
y la obsesión -ese pingajo de la soledad-
te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo
y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga.

 » Leer Mas…

Paseo de los tristes

Entonces,
en aquella ciudad
o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,
el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos,
en versos aprendidos sin historia
y no era posible amar
entre unas calles donde todo era sucio,
carne sin brillo,
cuando aún en el mar, la nube y las espigas
sin historia y sin tiempo, vanos,
estábamos durmiendo
o ignorando
esa gota de sangre que cuelga del amor
-su blanco cuello herido-,
ignorando la clase oscura en que nacimos,
sin consciencia de naves hundidas,
de rubios náufragos,
condenados a vivir una historia perdida
de explotación y soledad, de muerte enamorada,
sin saberlo.

 » Leer Mas…

Poética

A Aurora de Albornoz

Mas se fue desnudando. y yo le sonreía. «
Juan Ramón Jiménez

Vino primero frívola -yo niño con ojeras-
y nos puso en los dedos un sueño de esperanza
o alguna perversión: sus velos y su danza
le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas.

 » Leer Mas…