Ahogo

Déjame hacer un árbol con tus trenzas.

Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.

Se va a casar la novia
del marinerito.

Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego romperé
la luna de una pedrada.

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Autorretrato

Todo lo que llevo dentro
está ahí fuera.
Se ha hecho -fiel a sí mismo-
mi evidencia.
Mis pensamientos son montes,
mares, selvas,
bloques de sal cegadora,
flores lentas.
El sol realiza mis sueños,
me los crea
y el viento pintor, errante,
-luz, tormenta-
pule y barniza mis óleos,
mis poemas,
y el crepúsculo y la luna
los avientan.

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Ayer soñaba

Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso
– isla morada, abanico de brisa –
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo
Y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte al paso.

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El sueño

Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.

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Ella

¿No la conocéis? Entonces
imaginadla, soñadla.
¿Quién será capaz de hacer
el retrato de la amada?

Yo sólo podría hablaros
vagamente de su lánguida
figura, de su aureola
triste, profunda y romántica.

Os diría que sus trenzas
rizadas sobre la espalda
son tan negras que iluminan
en la noche.

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Fábula de equis y zeta

Amor
Góngora 1927

Era el mes que aplicaba sus teorías
cada vez que un amor nacía en torno
cediendo dócil peso y calorías
cuándo por caridad ya para adorno
en beneficio de esos amadores
que hurtan siempre relámpagos y flores

Ella llevaba por vestido combo
un proyecto de arcángel en relieve
Del hombro al pie su línea exacta un rombo
que a armonizar con el clavel se atreve
A su paso en dos lunas o en dos frutos
se abrían los espacios absolutos

Amor amor obesidad hermana
soplo de fuelle hasta abombar las horas
y encontrarse al salir una mañana
que Dios es Dios sin colaboradoras
y que es azul la mano del grumete
-amor amor amor- de seis a siete

Así con la mirada en lo improviso
barajando en la mano alas remotas
iba el galán ladrándole el aviso
de plumas blancas casi gaviotas
por las calles que huelen a pintura
siempre buscando a ella en cuadratura

Y vedla aquí equipando en jabón tierno
globos que nunca han visto las espumas
vedla extrayendo de su propio invierno
la nieve en tiras la pasión en sumas
y en margaritas que pacerá el chivo
su porvenir listado en subjuntivo

Desde el plano sincero del diedro
que se queja al girar su arista viva
contempla el amador nivel de cedro
la amada que en su hipótesis estriba
y acariciando el lomo del instante
disuelve sus dos manos en menguante

«A ti la bella entre las iniciales
la más genuina en tinta verde impresa
a ti imposible y lenta cuando sales
tangente cuando el céfiro regresa
a ti envío mi amada caravana
larga como el amor por la mañana

Si tus piernas que vencen los compases
silencioso el resorte de sus grados
si más difícil que los cuatro ases
telegrama en tu estela de venados
mis geometrías y mi sed desdeñas
no olvides canjear mis contraseñas

Luna en el horno tibio de aburridas
bien inflada de un gas que silba apenas
contempla mis rodillas doloridas
así no estallen tus mejillas llenas
contempla y dime si hay otro infortunio
comparable al desdén y al plenilunio

Y tú inicial del más esbelto cuello
que a tu tacto haces sólida la espera
no me abandones no Yo haré un camello
del viento que en tus pechos desaltera
y para perseguir tu fuga en chasis
yo te daré un desierto y un oasis

Yo extraeré para ti la presuntuosa
raíz de la columna vespertina
Yo en fiel teorema de volumen rosa
te expondré el caso de la mandolina
Yo peces te traeré -entre crisantemos-
tan diminutos que los dos lloremos

Para ti el fruto de dos suaves nalgas
que al abrirse dan paso a una moneda
Para ti el arrebato de las algas
y el alelí de sálvese el que pueda
y los gusanos de pasar el rato
príncipes del azar en campeonato

Príncipes del azar Así el tecleo
en ritmo y luz de mecanografía
hace olvidar tu nombre y mi deseo
tu nombre que una estrella ama y enfría
Príncipes del azar gusanos leves
para pasar el rato entre las nieves

Pero tú voladora no te obstines
Para cantar de ti dame tu huella
La cruzaré de cuerdas de violines
y he de esperar que el sol se ponga en ella
Yo inscribiré en tu rombo mi programa
conocido del mar desde que ama»

Y resumiendo el amador su dicho
recogió los suspiros redondeles
y abandonando al humo del capricho
se dejó resbalar por dos rieles
Una sesión de circo se iniciaba
en la constelación decimoctava.

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Gesto

A la brisa, a la abeja, a la hermosa
el rosal puede dedicar la rosa.

Al poeta, al grumete, a la doncella
la noche puede dedicar la estrella.
Si eres tú misma el rosal y las rosas,
la noche de mi verso y sus estrellas,
¿a quién dedicaré este breve cielo,
este arbusto, esta fuente, este desvelo?

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Glosa

Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.

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Insinuación

Oh, ven, ven, ¿a qué esperas?
Los árboles te llaman
agitando sus miembros infinitos.
La tierra abre sedienta
la boca, y modifica
la incómoda postura de sus muslos.
Sus párpados entoldan los tejados.
Alborotan los niños de la escuela.

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La despedida

Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba…

-Me vas a olvidar -dijiste- .
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven… Presente
Has de estar siempre en mi alma.

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Nocturno XI

Sentadas sobre un pozo alabastrino
una mujer desnuda -amor profano-
y una blanca doncella -amor divino-.
¿No recordáis el cuadro de Tiziano?

También en el nocturno chopiniano
se oye primero el cántico argentino
que nos dice las rosas del camino,
que al goce invita del amor profano.

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Nocturno XII

A Santiago de la Escalera

La noche resbala
con mansa dulzura.
Como una azucena
de nevada túnica,
inocente y lírica,
florece la luna.
las estrellas cantan
su cantiga muda
y sueña el paisaje
dormido en la bruma.

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Nocturno XIV

A Enrique Menéndez

Ha cruzado divina y desnuda.
Es la Forma, es la Forma, es la Forma.
El artista, sujeto en la Norma,
la llama en su ayuda.

Cuando pasa sonríe y promete
y saluda cordial y exquisita,
más que breve es su breve visita,
su azar de cohete.

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Otoño

Mujer densa de horas
y amarilla de frutos
como el sol del ayer

El reloj de los vientos te vio florecer
cuando en su jaula antigua
se arrancaba las plumas el terco atardecer

El reloj de los vientos
despertador de pájaros pascuales
que ha dado la vuelta al mundo
y hace juegos de agua en los advientos

De tus ojos la arena fluye en un río estéril

Y tantas mariposas distraídas
han fallecido en tu mirada
que las estrellas ya no alumbran nada

Mujer cultivadora
de semillas y auroras

Mujer en donde nacen las abejas
que fabrican las horas

Mujer puntual como la luna llena

Abre tu cabellera
origen de los vientos
que vacía y sin muebles
mi colmena te espera.

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Posesión

Fue una tarde de enero. Mi entereza
de cántabro se defendía, encastillaba.
Mis amigos pensaban persuadirme,
no conocían aún la irrebatible
casta de mi carácter. Insistían,
razonaban volvían, apremiaban.
Yo, numantino.
Y por dentro un supliciado.
No poder ser, Dios mío, como ellos.

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Sueños

Anoche soñé contigo.
Ya no me acuerdo qué era.
Pero tú aún eras mía,
eras mi novia. ¡Qué bella

mentira! Las blancas alas
del sueño nos traen, nos llevan
por un mundo de imposibles,
por un cielo de quimeras.

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Te diré el secreto de la vida

El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco
conseguir que se filtre una corona real
Levántate cada día a hora distinta
y entre hora y hora
compóntelas para incrustar un ángel

Nada hay como un suspiro intercalado
y entre suspiro y suspiro
la melodía ininterrumpida

Déjame que te cante
la grieta azul y el intervalo.

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Tentación

No. De noche no. De noche
no, porque me miran ellas.
Sería un mudo reproche
el rubor de las estrellas.

Tan inocentes, tan puras,
con sus ojos ignorantes,
latiendo como diamantes
allá arriba en las alturas.

-Entonces, mira.

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ÁRBOL DE NAVIDAD

Árbol luminoso
de la Navidad,
tu cimera verde
nos dé claridad
y alegría y triunfo
en la tempestad:
Árbol luminoso
de la Navidad.

Eres, árbol claro,
un amanecer:
tu sombra es la fuente
que apaga la sed
y nos hace buenos
hasta sin querer:
Eres, árbol claro,
un amanecer.

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Romance del Nacimiento

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en su pesebre ponía,

entre unos animales
que a la sazón allí había,
los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,

festejando el desposorio
que entre tales dos había,
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa
al desposorio traía,
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.

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Asombro

Me asombran las hormigas que al ir vienen
tan seguras de sí que me dan miedo
porque están donde van sin más preguntas
y aunque asomos de vida son perfectas
si minúsculas máquinas que saben
el dónde y el adónde que les toca
y a la muerte la ignoran como a nada
si no fuese tan útil instrumento
con que hacer de lo inerme nueva vida.

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Calma

Este silencio,
blanco, ilimitado,
este silencio
del mar tranquilo, inmóvil,

que de pronto
rompen los leves caracoles
por un impulso de la brisa,

Se extiende acaso
de la tarde a la noche, se remansa
tal vez por la arenilla
de fuego,

la infinita
playa desierta,
de manera

que no acaba,
quizás,
este silencio,

nunca?

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Comienza un lunes

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.

Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro qua amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.

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Cuadernillo de bella

1

Cómo llevar a las palabras
la sensación, el roce de tu mano
por vez primera entre la mía.
Su forma frágil, delicada,
su ser, su estar en mí, su suave entrega.
«Esta es la mano, en fin, de tu muchacha»,
me dices no sé cómo, mientras siento
«esta es la mano de la niña mía».

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En lo alto

Un pájaro en lo alto,
en lo más fino
del árbol alto,
un tomeguín
nervioso, breve, tan liviano

como un soplo de luz,
está cantando
su propia levedad,
la maravilla
de su increíble ser

su pura vida
minúscula, perfecta, iluminada.

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Juegos

-¡Ahora nosotros somos buenos
y ustedes malos!

Y los niños,
desde la cima blanca
de la mañana,

todos,
buenos y malos,

se hunden en el fuego
purísimo

-ya espléndidos
-gritando.

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La baraja

Salta el rey, y los bastos cerrados
lo acometen brutales. Los oros

van huyendo en la vasta llanura.
Y ha caído la sota funesta

junto al buen caballero. La parda
extensión se ilumina, destella

con el rojo de infancia, y el verde
memorable y veraz, y los hondos,
los soñados azules de infierno.

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La niña en el bosque

Caperuza del alma, está en lo oscuro
el lobo, donde nunca
sospecharías,
y te mira
desde su roca de miseria,
su soledad, su enorme hambre.

Tú le preguntas: ¿por qué tienes
esos ojos redondos?
Y él responde,
ciego, para mirarte
mejor, llorando.

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No es más

por selva oscura…

Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema

no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha,
una esperanza indecible;

un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.

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Venid, amigos, a la fiesta mía

Venid, amigos, a la fiesta mía,
a donde el campo grava el sol de rojo,
campo mi sangre en que mi vida acojo,
árbol mi sangre en que se encarna el día.

Pues mi casa renace en alegría
y el diario pan su eterno sol ofrece,
criaturas de mi sueño que os merece,
venid, amigos, a la fiesta mía.

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Voy a nombrar las cosas

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

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A salvo en sus Cámaras de Alabastro

A salvo en sus Cámaras de Alabastro –
Insensibles al amanecer
Y al mediodía –
Duermen los mansos miembros de la Resurrección –
Viga de raso,
Y Techo de piedra.

Final 1.
La luz se ríe de la brisa
En su Castillo sobre ellos –
Murmura la Abeja en un oído imperturbable,
Trinan los dulces Pájaros en cadencia ignorada –
Ah, ¡Cuánta sagacidad aquí perecida¡

Final 2.

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Certidumbre

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de a dónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.

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Coloquio

Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.

En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.

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Cuando cuento las semillas

Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;

cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;

cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.

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