Alerta

Si nombras este fuego, el límite es el margen,
pero no se han quemado las hojas ni la pluma.
Si nombras este llanto, no se moja la mesa
ni se esfuma la tinta en lágrimas de luto.
Pero si no clamaras al cielo, a grito abierto,
un azote continuo de varillas metálicas
arañará tu piel, sembrando arrugas.

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Antes de que nos den las uvas de la ira

Envolveré el ayer. Pondré mucho cuidado
en recoger las briznas de los viejos tesoros,
también las horas llenas de un concierto de voces
ansiosas por huir de los sueños dormidos.
Recogeré uno a uno los cabos de los lápices,
las miguitas de pan de las meriendas,
las dulces y aromadas perrunillas
y el ondear del humo del chocolate hirviente.

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Boliche

¿Quién eres tú, Boliche, que con azules lágrimas
me asaltas en la hora del olvido obstinado?
De tu postal, al dorso, las palmeras se cuelgan
como arañas sombrías en un cielo azul-acre,
rodeando, acechantes, al cenachero enclenque
-garabato de bronce sobre el Mediterráneo-.

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Brindis

Las flechas, rotas, y el jardín, seguro.
El humo nada entre los aires vagos.
¡Traedme el vino, y dejaré que caiga
sobre el tapete la verdad inerme!
Ya tengo más de un muerto en el almario,
más de un cadáver bajo el alfombrado
-de hierbas y de flores- triste suelo.

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Celebración del otoño atribulado

In memoriam Ch. D. T.

Olvidaré las olas de la playa lejana
y las noches orondas como carpas de circo.
Olvidaré el espeso aroma del salitre
y el ostentoso yate anclado en la bahía.
Me pongo las pantuflas y vigilo ese viento
que avanza, bronco y sucio, revolviendo la calle,
derrotando las hojas, desatando las nubes,
cerrando las ventanas con barrotes de lágrimas…
Ya se instalan la ausencia y el silencio.

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Como un hilo

Fue la esperanza larga. Estrecha y larga
como una jabalina. Por el aire
volaba y se perdía entre las sombras,
cuando el tiempo pesaba sobre el hombro.
A veces me alcanzaba por la acera
y marchaba delante de mis ansias;
pero sólo una vez cogió mi mano
y me obligó a seguirla a contraviento.

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Compañía

Bajo la luz aquélla que en la acera oscilaba,
me la encontré en París. La tarde era muy fría
y en el viejo café lloraban los velones.
Me asaltó por la espalda en Leningrado,
una mañana cruel, soñando con el ronco
borbotear del samovar panzudo.

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Cuando el frío

Es en el alto invierno…, cuando el frío se ensaña,
cuando oigo por la radio “¡Ojo a la carretera!,
ha nevado en Segovia, se han cerrado San Glorio,
El Escudo, El Madero…, por supuesto, En Valira…”.
En la televisión, postales invernales:
carretera de Burgos a Vitoria, nevada;
en Teruel y Albacete, el frío de costumbre,
pero nevó en Altea…, ¡son palabras mayores!

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De improviso

Después de la nevada, entre la nieve,
quizá se abra una rosa, de improviso,
como milagro súbito de amor o de belleza
que sobrevuele el aire del invierno
de este nuestro vivir menesteroso.
Cuando ya todo ardor nos haya abandonado
y el frío nos imponga sus perfiles azules,
la rosa encenderá la hoguera última,
y se alzará la llama de su aroma
como mano agitada en una despedida.

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El fardo

Por un largo camino en donde el viento aúlla,
hace tiempo que arrastro el fardo de los sueños
rotos y apolillados, que me eché sobre el hombro
como un viejo mantón de enmarañados flecos.
Aunque ya hinchado, engrosa sin cesar
devorando tesoros, locuras y proyectos
que nunca se alzarán hasta la altura
de la ola inestable del deseo.

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El jardín

Está el jardín chiquito en la ladera
de un monte hostil y largo. El panorama
es tan desolador como la flecha
que se lanza imparable hacia el oeste.
Ramilletes de flores y blancas superficies,
letras doradas y ángeles sin vuelo;
algún árbol sumiso y desmedrado,
y caleados muros de tierra pedregosa.

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El panorama

-Desde aquí arriba -¡se lo aseguro, suban!-
resulta impresionante el panorama.
Al fondo -allá, donde huye el horizonte-,
nubes rojas se enlazan con la tarde.
La ciudad se retrepa contra el cerro
-como un viejo, cansado, en su poltrona-
y sonríe en las cúpulas que brillan
al herirlas el sol con sus rayos dorados.

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Entresueños

Hacía ya algún tiempo que el reloj era sombra.
Tras los visillos caminaba el vértigo
y el crepúsculo echaba los cerrojos.
Cuando ya las paredes retorcían,
entre gruñidos tiernos, sus espaldas
-a punto de perderse los perfiles-,
las columnas del sueño se alzaron luminosas
y rebotaron entre las tinieblas.

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Escapada

Primero fue el amor, pero partió de viaje
hacia una meta oculta en la región del viento.
Así siguió vagando por un amplio dominio
hasta fijar los límites con áspera alambrada.
Primero fue el amor. Desconcertado y tímido,
marchó siguiendo un vuelo difuso y disconforme.

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Expolio

Despójame del ansia desmedida…
Ernestina de Champourcín

Como si deshojaras una rosa excesiva,
despójame de tantos anhelos sin perfiles,
del deseo roído, de los sueños voraces
que avanzan galopantes.
Como si desvelaras un enigma tozudo,
despójame del llanto de las horas veloces,
de la lluvia de ayer, de las aguas ocultas
que aún fluyen golpeantes.

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Invitación al viaje

Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.
Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos…
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.

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Navegante e insomne

Anda sin rumbo y achicando llantos,
tensando trapos con la mano herida,
pues decidió marchar por espacios sombríos
donde juegan los monstruos con las cartas marcadas.
Se ha dejado arrastrar por las corrientes
que socavan, silentes, el misterio.
Mejor así.

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Pobreza

En una sola mano cupo mi pobre ajuar
cuando partí una tarde de la ciudad de piedra.
En esta tierra seca, ajena y hostigante,
se ha ido engrosando el parco patrimonio.
Ahora ya cuento por docenas sábanas
-para enjugar el llanto- y vasos en que bebo
el odio a tragos y el dolor a sorbos.

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Retorno

Insistiré en la rosa y su perfume.
En la blanca cerúlea y en la roja de sangre,
en la que abre sus pétalos como estrella agresiva
y en la que, replegada, se arropa en su misterio.
Insistiré en el fuego de la rosa,
en su tallo bordado por uñas turbulentas
y en sus llamas alzadas contra el día,
revestidas de un suave dolor adormecido.

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Rosas de ayer

Voy a poner la fecha, y me asalta otro día,
otro mes, otro año… Un tiempo ya vivido.
Voy a escribir presente, y en el papel se cruza
un ayer sin remedio que no conoce nadie.
Es en este momento cuando veo unos cárdenos
atardeceres lánguidos, rotos por rojos fuegos.

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Sesión de jazz

Los sonidos oscuros
que llenaban la noche
serpenteaban sobre los cristales.
Los hielos resolvían
un problema geométrico,
disolviéndose en llanto.
El saxo se alargaba,
inundando los sueños,
en un sordo lamento vacilante.
Se aguzaba la aguja
de la herida trompeta,
ahincándose en la carne.

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Sueño de rosas

He soñado que el mundo amanecía
sin los rostros perversos y alzado sobre el viento:
un ámbito dorado, sobre piedras ingrávidas,
en donde frescas rosas perfumaban la vista.
El horror y la furia, disueltos ya en aromas
de viejos vinos y de flores nuevas.

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Túnel

Avanzan, con los árboles que escoltan los raíles,
los perros ululantes de la ira.
Como avanzan las olas, se estrellan en los vidrios
las calimas tozudas que ocultan el paisaje.
Rueda, rueda y, rodando, se remejen,
con maletas y bolsas, los proyectos perdidos
en la estación de la ciudad de piedra,
donde el humo luchaba con la lluvia.

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