A mi padre

¿Por qué no hablamos nunca, largamente,
tú y yo padre, cuando esto era posible,
como dos hombres, como dos amigos
o dos desconocidos que se encuentran

en el camino y echan un cigarrillo
y se sientan al borde de la vida
mirando pasar la tarde y el camino
y hablan, hablan y callan, pausas de humo,

miradas vagas, las palabras caen
y se quedan flotando en el silencio,
a veces dicen su verdad primera,

el origen, la fuente, y se desnudan,
las palabras desnudas amanecen,
por qué no hablamos nunca, solos, largo?…

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Entre España y México

A bordo del ‘Sinaia’

Qué hilo tan fino, qué delgado junco
—de acero fiel— nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.

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Llanto sobre una isla

I

Ahora
Ahora sí que voy a llorar sobre esta gran roca sentado
la cabeza en la bruma y los pies en el agua
y el cigarrillo apagado entre los dedos…

Ahora
Ahora sí que voy a vaciaros ojos míos, corazón mío,
abrir vuestras espitas y vaciaros
sin peligro de inundaciones.

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Nuevos acordes

A Juan Naves

Sé que si le grito fuerte
el silencio se acongoja.
Sé que si la piso duro
es la piedra la que llora.
Sé que si camino aprisa
se me derrumban las hojas.
Por eso voy con cuidado,
acariciando las formas,
mirando a un lado y al otro
y respetándolas todas.

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Porque te siento lejos

Porque te siento lejos y tu ausencia
habita mis desiertas soledades,
qué profunda esta tarde derramada
sobre los verdes campos inmortales.

Ya el Invierno dejó su piel antigua
en las ramas recientes de los árboles
y avanza a saltos cortos por el prado
la Primavera de delgado talle.

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Yo te puedo poblar, soledad mía

Yo te puedo poblar, soledad mía,
igual que puedo hacer rocas y árboles
de estas oscuras gentes que me cercan.
¿Cómo, si no, llevar sobre los hombros
la ausencia? El ágil viento me conoce
y ayuda en mi trabajo: cada día
cuelgo del monte nuestro cielo limpio,
planto en el lago nuestra rubia era
y el ancho río de corriente pródiga
vacío lentamente…
Allí donde los pinos y los álamos,
donde la encina sólida y el roble
el claro olivo de verdor de plata.

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