Pibroch de Ted Hughes

El mar aúlla con su voz vacía
tratando por igual vivos y muertos,
cansado de la bóveda celeste
después de innumerables noches faltas
de sueño, de objetivo, de autoengaño.

Como piedra. La piedra es prisionera
como ninguna cosa muerta o viva.
Universo de ovejas negras. Crece
consciente a veces de la mancha roja
del sol, soñando que es de Dios el feto.

Sobre la piedra el viento se apresura
y sabe penetrar en nada, como
la oreja de la piedra ciega misma,
que se da vuelta como si sintiese
su mente una explosión de direcciones.

Bebiendo el mar, la roca devorando,
el árbol lucha por abrirse en hojas:
una vieja caída del espacio
que desconoce nuestras circunstancias.
Sigue asiéndose, enteramente loca.

Minuto tras minuto, evo tras evo,
nada se frena ni se desarrolla.
Y no es tanteo ni frustrada prueba.
Aquí ojiabiertos ángeles penetran.
Aquí todos los astros se arrodillan.

Versión de Jesús Pardo