Encanto impresentido de tus plantas desnudas.
Ni de tus labios ante los cárdenos arcanos,
ni ante el pálido y leve prodigio de tus manos
el alma elevó tantas adoraciones mudas.
Son plintos marfileños donde apaga lejanos
resplandores la sangre; donde quiebra las rudas
avideces que arroja como flechas agudas,
la carne visionaria de los sueños paganos.
Pies desnudos, nenúfares de incólume blancura,
lotos de un terso lago que la ilusión púrpura,
alas no desplegas de celestes caminos:
dadme de vuestra huella la ablusionante palma,
y ved cómo este verso -convulso mar- se ensalma
como el bíblico lago bajo los Pies Divinos.