SONETO

Esto que escribo ahora es el postrero
son de mi pobre lira fatigada,
la mano de escribir está cansada
y el corazón me dice que me muero.

Canto de cisne moribundo, quiero
te ilumine como una llamarada
y te deje por siempre señalada
a la contemplación del mundo entero.

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TIRANÍA

A doña Dalmira López de Osornio, por cuyas venas corre la sangre terrible de don Juan Manuel

Tienes sangre de tiranos
en tus venas, novia mía;
lo sé por la tiranía
dulcísima de tus manos.
Hay instintos inhumanos
en tu fiero corazón,
en tus ojos de traición
acecha don Juan Manuel,
y es tu boca roja y cruel
como la Federación.

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TORMENTA

Jamás he visto más revuelto el cielo,
más lóbrego, más bajo, más vibrado
de rápido relámpago azufrado,
víbora sobre torvo terciopelo.

Nunca cargué tamaño desconsuelo
ni nunca me sentí tan amargado;
aquí estoy solo, triste, hosco, callado,
erizado de furia y de recelo.

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TRÁFAGO

Me he detenido enfrente del Congreso,
y en medio del urbano torbellino,
he soñado en un rústico camino
y me he sentido el corazón opreso.

Una tranquera floja, un monte espeso,
el girar perezoso de un molino,
la charla familiar de algún vecino,
¿no valen algo más que todo eso?

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TRAVELLING

El olorcillo a incienso, el rumor de los fieles
te rodea, te embebe, te eleva y te transfigura.
Torbellino de cirios y de místicas mieles
a mí también me arrastra y me sube a la altura.

Amor crepuscular, idilio sin mañana,
yo que empecé hecho un ángel, y, ¿habré perdido el cielo?

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TROPA

De pronto, en el silencio de la noche,
se alzó un rumor lejano y temeroso
y el camino que corre frente a casa
sonó de viento y se encrespó de ola.
Era una larga tropa de ganado,
cientos de vacas, bajo los testuces,
desgarrando la sombra con los cuernos,
midriáticas de espanto las pupilas,
deshechas con la helada las pezuñas,
dolientes de mugidos maternales.

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VACAS

¿Habrá en el mundo vacas más benignas que éstas?
Se anuncian con un claro cencerro matinal,
y en las ruidosas puertas de hoteles y pensiones,
al pie de las crías flacas, se dejan ordeñar.

Viven en pobres tambos, pacen escasa hierba,
entre piedra y arena, tamarisco y cardal;
pero siempre rebosan medio litro de leche
para los niños tristes que envía la ciudad.

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El poeta

Tú piensas que eres distinto
porque te dicen poeta,
y tienes un mundo aparte
más allá de las estrellas.

De tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe adónde va…

Vete a mirar los mineros,
los hombres en el trigal,
y cántale a los que luchan
por un pedazo de pan.

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Si una guitarra triste

Si una guitarra triste me dijera
que no quiere morir entristecida,
me pondría a rezar sobre su herida
con tal de recobrar su primavera.

Si un triste trovador hoy me pidiera
un poquito de luz para su vida,
toda la selva en fuego convertida
para su corazón yo le ofreciera.

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Un balcón

Tomás tiene dos años,
vive en Buenos Aires
en un exiguo Dpto. de la calle
Defensa.

Cuando llegó al campo
dijo: ¡balcón, mamá, balcón!

El campo como un balcón
infinito,
con sus terrones azules y sus pastos
infinitos,
con sus perfumes y sabores infinitos
y los enormes perros, los cañones
enterrados, las esfinges de piedra
entre los abedules y la casa de noche
con su galería encendida,
su resplandor de arroz en la humedad

de noche de caza acuática,
rosada

Pero llegamos casi al mediodía.

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Padre o pared

¿Padre o pared?

Padre maldita parte y padre bonapartista.
Artista, sí. Payaso. Fuiste el dios; te quise como fuiste y ahora lloro: abro un tokonoma en el muro, un pequeño agujero en la pared; celebro y disimulo tu ausencia y tu vacío; sabiduría de la muerte.

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Madres o dreams

¿Madres o dreams?

colibrí del sentido; sentido y noción de falta

Fábrica de frutos de oro y frutas de plata: ¿el silencio?, ¿la bocona palabra?

Maduran como nísperos las risitas felices en las azucaradas y venenosas máscaras.

Las hormigas negras con su grano de cocaína y falsa:

Sea que no pudiese más leer el unido abecedario.

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La tardecita

Se acerca la primavera,

Marcia me odia, tanto
como yo amo a Lesbia, y
Catulo la amaba

Ella dice que es obscena
la manera de referirme a mis amigos;
que soy, en resumidas cuentas de collar,
una máscara ya obscena y amenamente
indeseable

Una máscara del teatro de la infelicidad.

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La mañana

a Chiquita Gramajo

Todo lo que deshaces en lo que oyes
te escucha: el aleteo de dormir.
Más que vivir el aleteo prohibido,
el escándalo disipado de un sueño:

Las voces,
los rostros borrados. Las bocas como esferas
y los ocultos ritmos, enterrados pasos
súbitos de un huésped auspicioso:

La noche en la casa vacía.

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La familia

Sobre la familia
de un dibujo cortado en
los colores

El vientre cortado,
los juguetes.

¿Para qué volver a la unidad?

La naturaleza era la imitación del padre,
la mirada ilimitada de la Madre: y el amor,
aunque probablemente no era el amor, reclamó
una breve caída sobre otros silenciosos
tiempos.

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El principito

.llegó, llegó el Principito. Su color, su dibujo.
Ese azul que no querías pesar
y ahora está en tus pesadillas;

ese amarillo de saturno y los planetas y las lunas
y los cráteres de mazapán de pastillaje de espuma.
Y tu sonrisa y la de él al decirme
que sólo leyeron eso -y tienen 20 años-:
El Principito.

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El potlatch de las siestas

Un coloquio remoto se hundía en la exageración

(miniatura de una incertidumbre
que lo amparaba): Algo querrá ahorrarnos
siempre, la pena de la escritura

El campo.
Todas sus cruzadas de comadronas
invisibles.
La arena de oro el sentido y del sentido,

madres desaparecidas.

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El agua rosilla

in memoriam Silvia Redondo

¿suena un teléfono?
Es imposible, aquí, en el campo.

A menos que obedezcamos
a otras razones, a otras malas costumbres
iconográficas.

Es un pájaro que suena igual;
o la mixtura informe de dos frases
trinadas, que saltan a la vez de un gaznate
abierto al cielo,
a otro.

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Crepúsculo argentino

El campo,
un espacio donde los niños
confunden la belleza con la felicidad;

la luz los atonta, el flash doméstico
y natural los oculta en catacumbas, agujeros
negros, blancos conventos insonorizados,
sin follaje
oh pequeños religiosos de la exigencia:

una sonrisita fosforescente y acústica
y un abracito afectado que se conoce
en esa especie de Vacío Mundo

en otra más lejana galáctica
insaciable risita que lucha.

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Carpe noctem

Cercano a la caducidad.
Al leño reseco de un altar olvidado.
Al secreto que quiere abolir
la intimidad en lo más viviente.

Y lo más joven, que hería,
es lo que vibra ahora con la especie alegría
cuando avanzás;
la verdadera juventud
entre los verdaderos árboles.

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Carpe diem

sólo el misterio busca compañía.
Busca. su alianza cruel con la ignorancia real
del deseo,
y de las cosas que por únicas
repite el carpe diem del deseo,
yo hablé
yo soñé
algo que no quiere adherirse
ni al secreto de sí mismo,
ni a la comparación que se rehúsa a cada forma todavía
Cree que el bigote del gato egipcio
es la comparación.

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Sola

Sola
cuando naciste estabas sola,
y ahora -muerta-
vuelves a estar sola.

El camino de enfrente es desolado,
con la sorda desolación
de la lluvia de verano,
con el monocorde chorrear
de canaletas,
y el melancólico sonido
de techos de zinc.

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Nostalgia

Hubo otras Navidades
de fiesta y de bullicio.
Hubo
Hubo otras Navidades
de niño, joven, hombre maduro.
Hubo
Hubo otras Navidades
Años Nuevos y Reyes Magos
Hubo
Y en medio del ruido de esta noche
recuerdo paseos y pesebres
sin pena, sin dolor,
con tan sólo un poco de nostalgia
porque
hubo otras Navidades.

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Noche

Me gustan la noche y su silencio
que desbarata hipocresías,
su pura y cándida insolencia
como el miedo que inquieta el sueño,
en desolada soledad, al dar las doce,
ese preámbulo incierto, de la aurora.
Me gustan la noche y su silencio
de luna y estrellas guiñadoras,
de zaguanes y esquivas sombras;
luces y pasiones en contraste,
donde repta la muerte, al dar las doce,
ese preámbulo incierto, de la aurora.

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Mi voz

Cuando lloro
lloro todos mis fracasos
apabullado.

Están y los acepto
en mi total desventura
que grita el grito absurdo y desquiciado
desde mi garganta.

Me recupero vuelvo a hablar
converso
con esta voz que no es la mía
-resquebrajada, inerme-
que ondula repitiente
y pretende ser mi voz
aquella mía
la de antes del derrumbe
firmeza y segura
mi voz
antes del colapso
de tu muerte en la que vivo y no soy yo
sino el desvergonzado
obsceno trashumante
que mi cuerpo usurpa día a día

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Luna

A doña Josefina Plá, que en un atardecer, observando la luna
creciente dijo: pensar que alguna vez ya no podré verla

Luna creciente
barquichuelo solo
sobre el crepúsculo ardiente
de poniente.
Paleta loca
Que trasiega el cielo
do deriva el barquichelo solo
desamparado
en el mar
de crepúsculo.

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Lapachos

Cuando vibra tu cuerpo
se encienden los lapachos
de agosto, florecidos
y al ser dos,
la soledad tan nuestra
las soledades se aúnan
brota el fuego que inflama
los sentidos
y somos entonces tú y yo
la burbuja palpitante
de tu cuerpo y el mío.

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La sorpresa

a Diana
tú eres el viaje a Europa postergado,
las vacaciones ansiadas,
el inquieto misterio de los sueños,
la tranquila presencia de la aurora.

tú eres el anhelo de gloria y de riquezas,
el afán,
la loca estratagema que la vida
urde en su deriva.

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La fruta

Fruta esquiva.
Fruta madura.
En el árbol del paisaje,
sola.
Fruta esquiva, fruta madura
que oculta de su corazón carozo
palpitante ternura.
Fruta esquiva.
Fruta madura.
Fruta encendida,
fruta abierta a la vida;
del amor no huyas
fruta dormida, fruta ansiosa:
Deja el árbol en el paisaje y tu piel
deja en la aventura,
que al despertar a otra mañana
oculta en la espesura,
vibrará tu corazón carozo
al descubrir la herida que causé
al morder goloso
la fruta esquiva, fruta madura.

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El tiempo

No volveré a decir: ¡cómo pasa el tiempo!

si no pasa.

está ahí en su fría limpidez,
el tiempo.
Reloj sin manecillas,
juglar cantarín desenfadado,
risa arcaica de la vida,
el tiempo.
No volveré a decir: ¡cómo pasa el tiempo!

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De este modo describe los tiempos de la dictadura

El tiempo transita alrededor del enorme árbol pero no transcurre.

Los años siguen siendo iguales, los días, luchas sordas y arrancan de enjambres que tratan de satisfacer al presidente, cuyo santuario se encuentra en las ramas más altas de la estructura.

De ahí hace los gestos de complacencia o disgusto suficientes para que por toda la estructura corra un temblor helado.

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