no hablé
no escribí
no dibujé en mi cuerpo
no entré al río
no le dije te quiero
no miré los sicomoros
hace tanto que nada
en la ventisca de la vida
un día besaste mi mano
hace tanto
no hablé
no escribí
no dibujé en mi cuerpo
no entré al río
no le dije te quiero
no miré los sicomoros
hace tanto que nada
en la ventisca de la vida
un día besaste mi mano
hace tanto
a Juan Antonio Vasco y nosotras
Hoy día como aquel que volamos la selva bajo del alba
llegando justo al parto del sentimiento abierto
días en que no se puede no verte
en que quiero salir desde los álamos
y echarme montaña abajo
para no sentir que quiebro
Hay días que se parten en la lanza de tu voz
diciendo que todo era nuevo porque yo era nueva
y cantaba el cuerno en el túnel de la cornamusa
días revueltos contra sí
que suben y que bajan escaleras en los supermarkets
entre abrigos y latas automáticas
dejando la esperanza entre las orillas
días calientes de polen
que tiznan puertas
sillones limpios
que se abalanzan contra los carteros
días para arrojarse al mar y alejarse como Ulises
para que se pierdan
cuando tuvo que buscar a los depredadores
encontrarse
volver hecho nuevamente
hay días cancerberos
en que habría que apretarse las manos
ser el limo que nos envuelve
planta su bandera y nos inunda
y las turmalinas renacen
salvan los umbrales
y se cuelgan a ser ellas en mi pecho
días en que los lagartos de los «Parques del Este»
suben a la verja a comer pantalones
un trozo de tobillo con tanta ternura
que amanece bajo el techo de paja de caney
y el muchacho apenas rengo puede cantar al sol
abrir los pastos que jalonan el camino
y la madre lo mira con la niña dormida en el asiento de atrás
hay días en que el desierto de Anatolia
se me viene encima con todos sus camellos
y vamos a las fiestas
como quien va a la muerte
y es necesario arrancar con todos los faroles encendidos
allí renace la amistad
se pierde el premio de la paz
y nadie puede abrazarse ni comer
vuelven las miradas de hace veinte años
las estrellas nacen latiendo
en el pasto y las tardes calientes
hubo días tan buenos de vivir
y otros con tus últimos amores
cuando dejabas de ser y ya estabas metido en el tiempo
oh témpora!
cuál es la diosa
la que dice debe ser sacrificado
que se arrojen las flechas
salga sangre de su pecho
y erguida en la proa
erguida frente a la arena
de fuego y luz
dicta hambre sed y miedo
la diosa
no sabe de justicia
ni de bondad
tiene alas que parecen de amor
pero son de ira
de nieve
y cuando el que muere debe ir al sacrificio
su corazón se alegra
sus ojos sonríen
llena el día con su vuelo feliz
y su maldad
búscame, descúbreme mundo
húmeda medusa
las algas rondan suavemente
encuéntrame, tiempo,
compréndeme, mundo
mi región más profunda está libre
atiéndeme, espacio
alúmbrame, sol
que surjan las nubes
y el tiempo y el espacio me esperen
Vivo allí
donde el sol no entra
ni pan
ni nadie
con prisa siempre
con el corazón en el correo
persiguiendo recetarios perdidos
en valijas imposibles de abrir
vivo
en las sillas que ornaban el consultorio del antiguo médico
junto a la percha donde sus pacientes colgaban el paraguas
y las gotas caían sobre la bandeja de hierro
oxidándola
esos sombreros del campo de las quintas
esos pacientes que llamaban a las puertas de mi padre
cuando tus calles, Chascomús, eran plácidos charcos
de agua de la lluvia caída sobre tí, Chascomús
cuando la mujer del médico, mi madre
jugaba con los muertos a la fiebre amarilla
y a veces encontraba botas
otras un cinturón de cuero
una sotana
vivo
entre tantas cosas que hice
y tantas que haré
recorriendo vidrieras falsas
mientras los pálidos del miedo
me empujan
cuando voy
cuando regreso
mientras los otros ensillan sus caballos
y se van a comer
Estar enamorado, amigos, es encontrar
el nombre justo a la vida.
Es dar al fin con las palabras que para hacer
frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
en que el alma está cautiva.
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra obscura
de resistir la luz de mi alegría,
ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.
Dulce como el arroyo soñoliento,
mansa como la lluvia distraída,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.
Esta mujer que siente lo que siente
y está sangrando por mi propia herida
tiene la forma justa de mi vida
y la medida de mi pensamiento.
No quiero volver
a ese lugar
intransitable
y escuálido donde todo parece dormido.
Quiero calor,
dolor; sin soledades
sentir
alegría, a pesar de todo.
No quiero ausencias,
ni lágrimas. No me gustan
la madres, ni las caricias, ni los buenos entendidos:
fortunas quietas, venturas inanimadas:
llegar de otros lugares,
para volver.
Sólo te pido que dejemos este parque, que abandonemos
sus municiones, sus reproches para irnos por ahí, como
cascaritas
divertidas de pálidos carnavaales; hielo y materia de olvido.
Porque
entre tirones y sufrimientos, la cosa se ha puesto
tan fácil, tan fácil, que nadie
puede resolver sus entusiasmos, ordenar sus festejos.
Estoy con pocos amigos y los que hay
suelen estar lejos y me ha quedado
un regusto que tengo al alcance de la mano
como un arma de fuego. Las usaré para nobles
empresas: derrotar al enemigo salud
y suerte-, hablar humildemente
de estas posibilidades amenazantes.
Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.
a Francisco Kröpfl
abandonas tus fuerzas
en busca de nada
instigado por una pasión
curtido por un desaliento
ay dios
quién pudiera decir algo de nuestra propia imagen
luz o sombra espesa y dura
escasa maravilla
lejana certidumbre
No serán muertos los pasos del amor; vacío
vino al mundo, tibio aún
por el viento que lo aposentaba
tan deliciosamente.
Y la tibieza fue
frío y el agua piedra
y las sombras cuchillos y el grito, la primera vez.
Es buena, cuando duerme;
el calor de su cuerpo es un puñal de vidrio
que remonta los sueños.
Cuando calla, es buena
y su voz una premonición olvidada y peligrosa
que arruina el silencio.
Cuando grita o llora
o se lamenta o se divierte o se cansa,
nada puede contener
este dolor alegre que envenena
mis sueños y mi soledad.
Sos como una perdiz empollando, todo
el día en la cama; reina de la indolencia,
cuidando todo el día que no se vaya el calor.
Sacerdotisa mía, panadera,
dame esa hostia para ingresar al cuerpo
de la bondad; andariega, zapato tibio para insultar y acariciar.
Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por titubeos y blabuceos.
Extranjero del silencio
en el mundo arrasado; vertiente de la extrema melancolía
y del coraje y de la velocidad del amor y del miedo.
Dueño de la ciudad, de su memoria blanda
y de la madrugada hambriente y sin sentimientos
y de la suprema cordura de los vagos.
Sobre el vuelo de su libertad,
es mejor no hablar.
Nadie se atreve a presumir estos aires,
a transferir su paciente eficacia.
Como ninguna pudo serlo, es inestable y sólida.
Hábil. Cruel. Una persa se diría. Refinada para las
fragancias y las delicadezas perdidas por el amor.
Estoy en los ruidos de la tristeza,
en las tablas de la perdición,
en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
llovizna criminal y sucia.
En aventuras, en la queja
del muerto y el terror de los vivos y el soplo
de los convalecientes.
Cuando esta casa,
en la que vivo hace años,
tenga
una salida, yo cerraré
la puerta para guardar su calor;
yo la abriré
para que los vientos
de todas partes, vengan
a lavarle la cara;
a remontarla,
de esa manera con que vuelan
las intenciones,
los aparecidos, los recuerdos por venir,
y lo que a uno le asusta
aunque todavía no haya ocurrido.
sigue amando
y a ella sobre todas
le atraen
pero no logra distinguir a la distancia
sufre así de una ausencia que crece
queda amarlas sin métodos y sin desenlace
amarlas de la única manera posible
se confunden y se alejan
aguantan crueldades que sin duda no mercían
crecen sin nombre
como un trineo sobre la arena
se deslizan por memorias que no le pertenecen
un gran pájaro oscuro sobre el viento
el sonido oscuro y solitario del sol
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.
Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.
Mi mano se desliza en busca
de los pechos expertos:
el agua es tibia y generosa.
Bajo la tela prevenida de su prenda nocturna,
han bajado los cielos
para dejar caer el primer movimiento del agua.
Parece que va a llover; todo está quieto y solo.
Luz, jardines que anticipan
la sombra. Aire espeso,
renuente
Lejos
sirenas, algún barco, estallidos de bruma
Y por último, el mar
Urca desteje fábulas, cuenta
por compasión y tranquiliza; finge
desde su mansa, indiferente, fraternal
mentira
El niño extranjero busca a tientas
la amarilla baldosa de su juego para
saltar, saltar, saltar
al otro lado de la historia
y ver el engranaje roto
Tenso, iluso
Plaza verde, hamacas, risas en otro idioma
En la esquina, una iglesia
y escaleras
¿escaleras para alcanzar
acaso comprobar una puerta perdida
en otro tiempo?
Al acecho balcones y sabores
peixes fritos y azahares
canturreos y frutas
bandidos de portal, promesas de regreso
pero adónde
pregunta
EL FORASTERO
NIÑO
En el velo de Urca arde el deseo
y una voraz quietud
altera
los acuerdos,
su delgada rutina
Y por último, el mar
que NO responde al NIÑO
EXTRANJERO
El silencio, tormenta del pasado, botín de incertidumbre,
expande su contorno al revés de la lluvia que
en Urca
se retrae
Ni sonar de teléfono ni puño que a la puerta golpee
ni carta con vistosas estampillas de una ciudad al sur
Curiosa caja china de mudez mercenaria:
con ojos de muaré alguien vigila
y en el silencio oculta
lo robado
En su destierro
el niño se busca en el cristal y nada advierte
La sed lo lleva al agua real
LA SANTA LECHE ANHELA