1 Caminaba Jesús por la ciudad,
llevando un gran martillo.
2 Y uno había en medio de la turba,
el cual dijo: He ahí al Hijo del Carpintero.
Y le pellizcó la mejilla.
3 Acontecido lo cual Jesús descargó
el martillo en medio de su rostro.
1 Caminaba Jesús por la ciudad,
llevando un gran martillo.
2 Y uno había en medio de la turba,
el cual dijo: He ahí al Hijo del Carpintero.
Y le pellizcó la mejilla.
3 Acontecido lo cual Jesús descargó
el martillo en medio de su rostro.
Entre pordioseros vestidos de mariposas,
y piojos traídos del Himalaya,
contemplo el vuelo del vendedor de ensueños y huevos mágicos.
Hay una parca rodeada de flores,
un asesino, una piedra escarlata,
y yo, pobre, cubierto de manchas de resina,
compro un pájaro en medio de la tormenta,
un ave de pecho seco, como el mío.
El piano, con su quijada negra, con sus dientes blancos cruzados de gusanos,
canta como un papa melancólico. Sus notas
caen como los huevos del esturión muerto
sobre mi corazón en esta noche.
Mata al demonio del piano, amiga mía, ahoga en su vientre la furia escarlata.
Vergüenza de vivir.
Ser un pólipo
en esta oceanía de sangre, abandonado ya, sin armazón,
cuando sólo quisiera celebrar la pascua
del asesino,
porque no existe más salvación que la trémula ira,
ni más alfombra que el cadalso, ni otro hoyo que el mar.
Tus manos presurosas se afanaron y luego,
como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,
y confiadamente, con divino sosiego,
surgió ante mí tu virgen y suave desnudez.
Tu cuerpo fino, elástico, su esbelta gracia erguía.
Eras en la penumbra como una claridad.
Alma mía, pobre alma mía,
tan solitaria en tu dolor.
Enferma estás de poesía,
alma mía llena de amor.
Crees que la vida es un cuento,
crees que vivir es soñar…
Pobre alma sin entendimiento,
hora es esta de razonar.
Amor que vida pones en mi muerte
como una milagrosa primavera:
ido ya te creí, porque en la espera,
amor, desesperaba de tenerte.
era el sueño tan largo y tan inerte,
que si con vigor tanto no sintiera
tu renacer, dudara, y te creyera,
amor, sólo un engaño de la suerte.
Tus ojos y mis ojos se contemplan
en la quietud crepuscular.
Nos bebemos el alma lentamente
y se nos duerme el desear.
Como dos niños que jamás supieron
de los ardores del amor,
en la paz de la tarde nos miramos
con novedad de corazón.
Aquella tarde única se ha quedado en mi alma.
Su luz flota en la sombra de mi noche interior.
Sólo una fugitiva vislumbre en la ventana,
sólo un azul reflejo, nada más que un vapor
de luz que se filtraba por las breves junturas,
sólo un vaho de cielo, no más que una ilusión
de claridad fluyendo por entre los postigos.
Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba
y ahogando el rumor de mis pisadas.
avancé…
Ya la luz desfallecía.
El aposento sumergido estaba
en una claridad tenue y dudosa;
y era esa claridad así tan lánguida
como la suave luz de tus pupilas
cuando mi boca febriciente y ávida
muerde la dulce carne de tus labios…
Entonces languidecen tus miradas
con desfallecimientos de crepúsculo.
¡Hace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,
tan perdida en el hondo sendero del olvido,
y ha bastado esta noche tranquila e inquietante,
y han bastado este aroma en el aire doemido,
y estas sombras profundas y este vago claror
de la luna en creciente, para que yo te tienda
mi alma a través de todo, como una buena senda
lunada de esperanza y olorosa de amor.
Ya estoy solo, mi amor. Tras el penoso
ascender por atajos y quebradas
domino la extensión del mar ruidoso,
cuyas olas se rompen en cascadas
al pie del farellón en que reposo.
El mar, la soledad… Allá la ardiente
fulguración del sol que ya declina,
y abajo un remover de espuma hirviente
y un chorrear de agua cristalina
que está corriendo interminablemente.
Me detuve en la entreabierta
puerta de mi oscuro hogar
y besó mi boca yerta
aquella bendita puerta
que me convidaba a entrar.
Mi corazón fatigado
de luchar y de sufrir,
cuando escuchó el sosegado
rumor del hogar amado
de nuevo empezó a latir.
En un chispazo de orgullo,
o de dignidad (y creo
que quizás fué de amor propio)
la eché en cara mi desprecio.
Ella quiso disculparse,
quiso defenderse, pero
yo no la escuché y entonces
su boca guardó silencio.
En los frescos lagares duerme el zumo oloroso
de las uvas maduras. Turbador, amoroso,
es el vapor que sube de los frescos lagares.
¡Y tu aliento oloroso como los azahares!
Ayer, cuando en la viña cogías los maduros
racimos, yo observaba los finos, los seguros
perfiles de tus amplias caderas y los llenos
contornos de tus breves y poderosos senos.
ELLA:
Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada, y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos…
Pero él me dijo : ¡más!
Sus ojos suplicantes me pidieron
una dulce sonrisa, y por piedad
mis labios sonrieron a sus ojos…
Pero él me dijo : ¡más!
Ante nosotros las olas
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿No es cierto
que nunca habrás de tornar
junto a esa mujer lejana?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella pregunta: ¿No es cierto
que ya nunca volverás
a celebrar su hermosura?
Como el rayo de sol que envuelve al árbol
y que hace florecer todas sus ramas;
como la onda de agua cristalina
que da al rugoso tronco fresca savia,
así en redor de mí, como un divino
efluvio que hace florecer mi alma,
así como la onda cristalina,
dándome un vigor nuevo estás, mi amada.
A la caída del sol,
por la playa inmensa y sola,
de frente al viento marino
nuestros caballos galopan.
Es el horizonte de oro,
oro es la mar y oro arrojan
los cascos de los caballos
al chapotear en las olas.
¿Recuerdas? Una linda mañana de verano.
La playa sola. El vuelo de alas grandes y lerdas.
Sol y viento. Florida…el mar azul. ¿Recuerdas?
Mi mano suavemente oprimía tu mano.
Después, a un tiempo mismo, nuestras lentas miradas
posáronse en la sombra de un barco que surgía
sobre el cansado límite de la azul lejanía,
recortando en el cielo sus velas desplegadas.
La viejecita ríe como una muchachuela,
contándonos la historia de sus días más bellos.
Dice la viejecita: «¡Oh, qué tiempos aquellos
cuando yo enamoraba a ocultas de la abuela!»
La viejecita ríe como una picaruela
y en sus ojillos brincan maliciosos destellos
¡Qué bien luce la plata de sus blancos cabellos
sobre su tez rugosa de color de canela!
Alma que mueres de amor,
dime lo que es despertar
en la alborada de Dios,
cuando se muere de amor.
Yo sé lo que es enfermar
y agonizar de pasión,
pero no he sabido amar
para morirme de amor.
Hay caminitos tristes, retorcidos,
por donde vamos siempre
cabizbajos y solos…
donde hay recodos hondos como nidos,
donde hay nidos de sedas
y cabecitas de oro…
Caminitos tan nuestros, donde entramos
con devoción fanática y humilde…
caminitos divinos,
que nos llevan tan lejos
del ambiente grotesco en que vivimos!
Yo sé que hay signos que a mi vida marcan
un límite cercano…
¿La Muerte?
Pienso en ella como en la Primavera:
más ansias que cuidado…
(Pero pienso en la tumba
y siento frío, hermanos…)
…………………………………………….
…………………………………………….
I
Ayer te llamé
y mi propia sombra
respondió en el teléfono.
II
Adiós te dije dulcemente
y la calle creció creció
como la noche.
III
Tu cuerpo lucha en la pared.
La llaga de tu memoria, amor, escurre en mi boca el texto
cómo no ha de sangrar entero este rasgado
El prado te lloró el huerto te ha negado
mi sombra te borró
tu anhelo de morir me traspasa los dedos
Nostalgia tu pasión
heredero tu beso
curva dura la espina de tus velos
como un hacha la grieta que te espera
el primer corte es sueño; el segundo aún me transpira
la fatigada mano
Inhóspita la tierra que heredaras.
Como una fotografía de los años mozos
que inventara el presente de este ya
pasado
haciéndonos dudar dónde y cuándo
y en qué sitio
se manifiesta la realidad,
las habitaciones reposan repletas de palabras
suplantadoras fieles de los cuerpos,
del perfume, del tacto,
los amores, los cantos.
Bajo los verdes árboles planté mi cabellera
Y los hice girar
Cada una de sus hojas eran mis pelos
Y mis brazos ya no subían al cielo
se quedaban quietos.
Sólo otros brazos hacían brillar sus hojas.
Como la luz del día
me fui llenando de grietas
mis piernas conocieron infinitas historias
también fui cortada
Y así, cortada,
desmesuradamente abierta,
el agua me penetró y
me penetró la luz
de las escuálidas ranuras
de esas fatigadas ranuras
perseguidas
de los muertos que buscándose
me buscaban.
I
Te dieron Judas como nombre.
Fuiste tan desechado
como amado.
Te regalaron la corona de espinas
el manto
Porque la historia se hizo por y para ti
la humanidad lloró con tu desdicha.
Los árboles son desde entonces el cetro del suicida
boca abajo del cielo.
I
Solitaria
de tanto hablarme a mí misma me hice muro
muro de murmullos ininteligibles
me hice guarida me volví eco
terminé medio persona medio arista.
II
En mi cuarto
las paredes quieren ajusticiarme
pues soy su fragmento desprendido.
Abandonada de ti
te llevo en mí
como la antigua Venus
su belleza en los brazos rotos
sabiendo que al final de mí
me esperas tú
para cortármelos.
I
Caer en la locura como la blanca virgen
cegada en los altares.
Tocar la realidad:
los pies heridos grieta por grieta.
Ser desollada
en el límite exacto de la piel para evitar el desvarío
que su perfil obstinadamente diseña.
Duerme. Tus juguetes se durmieron ya.
Si la niña duerme, dormirá mamá.
Y, ¡pobre mamá! bien lo necesita!.
¡Se doblan los brazos de la mamaíta!
y aunque eres en mi alma un montón de luna,
te mezo, te mezo tierna y fatigada …
¡Duerme ,mientras llenas de luna mi almohada
y vuelves contigo de plata la cuna !.
Me estoy durmiendo poco a poco,
me estoy durmiendo sobre el mar.
Un hierro sólo me separa
de su viscosa inmensidad
y yo me duermo poco a poco
con blando y dulce cabecear.
¿vendrá el naufragio si me duermo?.
¿Dónde se fué mi vida?
¿Dónde se fué mi vida
cuando se fué mi estrella?
¿Si huyó de mí, quién sabe,
o es que no puedo verla?
¿Es que me cogió el alma
una brutal ceguera?
En el frío de tu sonrisa
no quedaba ya resplandor …
pero aun la carne se me eriza
cuando pienso en aquel amor !.
Veinte años apenas los míos.
¡Pudiste haberme dado el ser!
Tú eras crepúsculo sombrío
y yo era un claro amanecer!.
Es que yo era la luna
y es que tú eras el sol.
Cuando resplandecías
blanca brillaba yo.
Me miraban diciendo:
‘¡qué dulce resplandor!’
y bajo mis destellos
de clara respiración
se amaban los amantes
con más ardiente amor.
¡Ah! ¡Mi vida! Te amo, te amo ¿has entendido?.
Estoy loco por ti, loco de mil locuras,
y aun digo palabras que son siempre las mismas,
te amo, como se ama sólo una vez, sólo una …
¡Te amo ! ¿ Me comprendes?
¡Muerta!, dicen los suyos, muerta dice la gente,
y muerta digo yo cuando la siento helada.
Y el sol alumbra como no pasara nada
y sigue el corazón marchitando indiferente.
No sé por qué no muero cuando beso su frente,
junto al mutismo trágico de su boca cerrada.
Juega como los pájaros y el viento
y yo, como los pájaros y el viento
le traje a mí, cuando me di al amor.
Juega como los pájaros y el viento
porque toda la tierra es su elemento
aunque le cerquen ya muerte y dolor.
La fortuna te dió un escaso privilegio.
Van sus cadenas áureas a tus manos prendidas
tornándote más bello su extraño sortilegio …
¡Y tu ambición recela que es poco aun, mi vida!.
Los honores doblaron en reverencia grave
su multitud de frentes a tu valer rendidas.
Copa de cristal pulido,
bebo, bebo y no me embriago,
con sabor a corazón
y sabor divino a labios.
Bacante soy de una orgía
deliciosa y no me exalto.
Ruedan abiertas las rosas
sobre mi corpiño intacto,
y yo bebo y bebo más
el licor que sabe a labios.
Me pesaba su nombre como un grillo de hierro,
me pesaba su nombre como férrea cadena,
me pesaba su nombre como un fardo en los hombros,
como atada a mi cuello me pesara una piedra.
Ya no está junto al mío la injuria de su nombre, y… me pesa!
a Luisa Ackermann
Como yo del amor me entrego a la corriente
y sumerjo, en las aguas a que me he abandonado,
mi corazón, y estrecho contra mí , locamente,
un ser idolatrado.
Yo sé que sólo estrecho como una quebradiza
forma, que puede helarse de pronto, sombra vana,
y que ese corazón de llama y ceniza
será polvo mañana.
I
Inquietud de Otoño,
soledad de los parques,
tristeza de las cosas,
languidez de los árboles,
cielos de esmaltes grises…
Otoño, oro y blancura,
¡tu sol es blanco y frío
como la luna!…
Nacen en ti los vientos,
hijos son del Ogro,
y roban a los parques
sus tapices de oro.
Amor único mío,
de mi vida, amor bueno,
que haces de nuevo cándida mi alma,
mi cuerpo virgen y mis labios nuevos.
Maravillosa esponja
de mis dolientes desengaños, fueron,
buen amor, el dulzor de tus palabras,
piadoso amor, la esencia de tus besos.
Porque te llevo bien metida en mis entrañas
y porque con mis ojos y con mi luz te alumbras,
porque pende tu vida de un hilo entre mis dedos
!no te olvidaré nunca!.
Porque el pan que te comes es mi amor quien lo amasa,
porque tengo la llave de tu llanto escondida,
porque guardo en mis manos tu copia sonrisa
¡te amaré por la vida!
1
Dentro de todo es dulce
vivir como yo vivo
pendiente de tu amor
como un globo cautivo.
Corre el mundo a mis pies,
pero yo no lo siento:
sólo tu amor me agita
como un ligero viento.
La tienda «El Mundo al Revés»
compra a cuatro y vende a tres.
Consigue así tal clientela
que vende que se las pela,
por eso cuesta un horror
llegar hasta el mostrador,
y el parroquiano apurado
compra todo equivocado.
Aguas que multiformes y turbulentas
entre las rigideces de los peñascos,
con nostálgico vértigo de tormentas,
ruedan en un sonoro tropel de cascos;
aguas de claridades hondas y quietas,
traidoras en su ignota melancolía,
aguas, todo belleza, de los poetas,
aguas, todo tristeza, de los suicidas;
vierten vuestros rumores en mis oídos
la tumultuosa vida de las montañas,
agua maravillosa de los olvidos
bullente en el bochorno de mis entrañas.