Desmayo (I)

Allá, cuando las lomas reverdecen,
donde hay almas que viven de esperanzas
y arreboles de fuego que florecen
en las inacabables lontananzas;
allí donde mi madre me ha llorado
con melodioso corazón de fuente,
por más que digan que los sueños mienten,
quisiera ser feliz y lo he soñado.

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Desmayo (II)

Y, sin embargo, hay algo que me empuja
hacia los horizontes de los tristes,
hay alguien que mis carnes arrebuja
con el mismo jirón que su ser viste.
Ir sin ellos, el sueño de mi vida;
y al ver que no lo alcanzo y que me pierdo,
mientras en ese sueño rasgo y muerdo,
me duele el corazón como una herida.

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Desmayo (III)

He visto al victimario de mis ansias.
Aullaba en su boca la ignorancia.
Envenenadas puntas que taladran,
las voces ancestrales cómo ladran.
Quizás si lo que llevo aquí en la frente,
que yo creo una selva, es una grieta,
y seré como el triste del poeta
que se murió de sed junto a la fuente.

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El amor

El amor es grave y el amor hastía.
El ansia del beso mató mi alegría.
El beso que espero y el beso que evoco,
ambos son dos pasos hacia la agonía;
el amor es triste, desmayado y loco.

Sólo las mujeres pueden con su carga.

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Estrella

Yo sé de una estrella que luce remota.
Su rayo en mi noche desmayado flota.
Su rayo que finge la expresión tranquila
de una soñadora virginal pupila.
Su rayo que anima temblor de sollozo,
su rayo que es prenda de amor doloroso.

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Habla la nieve

Mi vida cristalina
es azahar y mortaja.
Yo soy la inaccesible peregrina
que muere cuando baja.
Soy un silencio grave,
soy ala en agonía.
No hay quién la hiel de mi pureza lave.
Soy la melancolía.

Soy la única, la sola,
condenada a posar sobre la cumbre
cuya serenidad augusta viola,
con sutil pesadumbre,
mi beso que su flanco desmorona
y su línea pervierte,
mi beso que corona
con sudario de muerte.

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La guitarra

La guitarra tiene el alma de una niña de ojos claros.
En su caja guarda un nido tembloroso de gorjeos.
A jardín por primavera su cordaje yo comparo:
la tonada es una fuga de nostálgicos deseos
que susurran los ensueños de la niña de ojos claros.

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Las mareas

¡Oh perenne armonía de las olas, rugientes
con las inagotables fiebres del infinito,
preñados de lo eterno, vuestros flancos hirvientes
con su ser justifican la belleza del mito
que los ojos helenos glorificaban antes,
ebrios de agua y de sol en las playas egeas,
en los pechos heroicos los hálitos gigantes
de las vastas mareas!

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Voz en el desierto

Musa de juventud, que a la eterna distancia
del olvido dilatas tu perenne armonía,
el último vestigio de una ideal fragancia
hoy sube del jardín de mi melancolía.

Verdor de las praderas cuajadas de rocíos,
tu recuerdo minora la fatiga doliente
con que los corazones de ilusiones vacíos
se pierden en la noche pacífica y doliente.

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Amargo amor

Teje tu tela, teje de nuevo tu tela;
deja que el mes de junio azote el invierno de mi patria;
teje la tela de acero y de cemento;
junta tus hilos uno a uno, oh hermoso tejedor;
forma tu tela con fuertes lazos,
con orgullosos rastros de sueño.

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Arpa rota bajo la lluvia

Cuando la lluvia tenue detiene los recuerdos
sobre el mar solitario; cuando el tren ha pasado
dejando en los durmientes sus metálicas furias;
cuando tiembla el almendro tocado por los muertos;
cuando la breve música te borra las distancias
y silencioso escuchas que tu cuerpo ha partido,
que sólo estás en otro cuerpo que te recuerda,
vibra tu mano rota mordida por la lluvia.

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Canto de partida

¡Recíbeme, recíbeme en la noche, oh viejo viento de junio,
mientras regreso bajo las suaves estrellas silenciosas;
viento amado del invierno, viento de lluvia y eco,
recíbeme hasta el último suspiro de tu pecho,
y, ahora que regreso, oh noche, espérame en tu puerta!

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Comienzo

El jardín se ha posado en mi jardín.
Toda su galaxia resplandece a medianoche.
Los árboles destellan, las flores fulgen.
Tiene el césped una tersura de nimbo.
Bajan los Transparentes
y de sus cuerpos surgen peldaños de escala.
Los Radiantes me llaman con sus cristales.

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Dama

Esta dama sin cara ni camisa,
alta de cuello, suave de cintura,
tiene todo el temblor de la hermosura
que el tiempo oculta y el amor desliza.
Esta dama que viene de la brisa
y el rango lleva de su propia altura,
tiene ese no sé qué de la ternura
de una dama sin fin, bella y precisa.

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Distancia de dos

¿Desde dónde surgiste para encender la llama
sobre la nieve sola? ¿Desde dónde los suaves
besos se levantaron sobre tu piel perdida,
enamorada sombra de unos días lejanos?

Cuando hacia ayer subimos, bajaba tu silencio
de la nieve y los ríos.

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Escrito al amanecer

… la más suave doncella
me vierte el aguamanos en jofaina de plata;
me sirve pan y vino sobre mesa pulida
antes de que se acerque la noche.

Y me dormí pensando en él, mientras la nieve
cae profundamente en mi pasado, y cae
sobre este mar de tinta.

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La encantada

La encantada, la ofendida,
la trocada y trastocada,
la que a mí me mudaron
como árbol sin hojas,
como sombra sin cuerpo.
Dios sabe si es fantástica o no es fantástica,
si en el Mundo se encuentra o no se encuentra.

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Lágrimas que dejé

Lágrimas que dejé tras la montaña.
Ojos que no veré sino en la muerte.
A través del adiós, ¿quién me acompaña
si mis ojos que ven no pueden verte?
Lágrimas y ojos que estarán mañana
tan atrás del ayer.
Aquí, donde no se abre la ventana:
aquí la tierra mana
lágrimas y ojos que no te han de ver.

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Los días que la ausencia ha devorado

Nunca olvidarás la calle bajo la luz extraña
de septiembre, una tarde; no olvidarás
olores del café que dormía en la taza,
pero tal vez olvides algo, tal vez se ausente algo.
Y ahora sólo escucho el sonido de la noche
que cae de la playa, y no hay nadie,
nadie que te recuerde, nadie
sino los vientos
marítimos, las voces de los niños, y el perro
que duerme todo el día como espejo aburrido,
nadie sino el azul dormido por la playa.

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Los que llamaron a la muerte

Los que llamaron a la muerte en la muerte han caído.
Los que cavaron la fosa yacen dentro de la fosa.
Estériles alimentos nos trajeron, pesadumbre de panes:
de culpa fue su palabra, su boca y su mirada.
Sobre las cordilleras se lamentan ahora,
dispersos por el mundo, rodeados por el llanto de las moscas.

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Nocturno a la distancia

Ahora, allá en los años, en los lejanos años,
desde ese tiempo de oro, desde esos días altos,
vuelves, niño lejano, tapia bajo la luna.
Regresas a esta ventana, tarde llena de viento
sobre el mar. Regresas, noche llena de angustia,
y doblas tu cabeza, oh niño ya perdido.

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Retrato de una estudiante

Todas las cosas del tiempo, todas las cosas del viento,
vibran entre las suaves calles en el crepúsculo.
Nombres derramados, habitaciones solas,
viejas conversaciones derramadas un día,
voces de mis parientes, una tarde que sale
desde el mar sumergido, la soledad de la arena
a mediodía bajo la luz del sol ardiente:
sobre el caudal lejano de mi memoria irrumpen,
mientras escucho ahora las campanadas hondas
surgir desde muy lejos y el tiempo que se lleva
sobre el río las cosas del hombre y su trabajo.

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1993

Cuando dejamos estas ciudades
Que parecen bellas y neutras
Con sus delgadas columnas Con sus rectas conquistadoras
Con sus chimeneas de fe Con sus gigantes petrificados
Con su itinerario lineal Con el olvido que se permiten
Cada región que nos siente partir
Nos promete un cese de fuego.

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1994

Cuando Dios desaparece contigo
O cuando Dios se te aparece
O cuando la tierra nos siente partir
En estos países que se disputan
La materia y no el espíritu.
Cuando dejamos estas regiones del absurdo
Siempre construidas
En la arista de otro siglo de cosas
Con su masa Con el hombre
La existencia La soledad La vejez La muerte.

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Aeropuerto colectivo

En las tontas ciudades vírgenes
De cada instinto surge una ley…
El por fin creo en algo
La puerta del psicólogo
La cola más coca
Los festivales estivales
Las melenas analíticas del ferrocarril subterráneo
Los hombres imaginados que van a la guerra
Los ángeles que nacen para perdonar al soldado.

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Aleta anal

Que viajo Que pasa el tiempo.
Que existe el agua y el hombre
Que firman la paz Que no duermen Que chocan
Que se preparan para la posguerra.
Mientras la orilla se transforma en continente
Y nuestro germen se desvanece.

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Aleta caudal

A la hora en que el sol se va
El cielo es de oro
El mar de plata
Y el puerto más cercano
Es la alcayota podrida de la paciencia colectiva
Y son los elementos pobres de esta cultura
Y se inclinan
Y se arrastran
Y giran
Porque también en esa ciudad el primer verbo es comer.

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Arte poética

Sin el prodigio deseo de mi vena
Sin la cualidad del ópalo
Sin la terapia que divide el don
Sin el pretendido purismo
Sin contar que amo mis manos
Sin denunciar que el hombre nos castiga
O que anoche escribí pateando una tapa.

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Aterrizaje

De un Dios cansado de dictar el acto de crear
De los poetas hermanos del tiempo
De esta corta historia de Repúblicas
De piel De persianas De asfalto
De la siempre ciudad de ayer
Es la flor que llevamos
En los ojos En el corazón En la mano
Y sin esconderla
En la frontera Dos países nos delatan

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Autogolpe

Si con un libro me dan en la cabeza.
Mi mano
Se observa en el espejo para contar sus diez dedos.
Si un país me abandona por su bienestar.
Me pongo su reflejo en la oreja
Y si los contestatarios que se esconden
Detrás de un pueblo
Me entregan la definición de la alegría colectiva…
Desde mi juego de imágenes
Saco conejos
Que van a asistir a todos los caminos.

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Barro primordial

Valparaíso espera
Amarrado a la ilusión de la lluvia
Y a la greda que lavará su contaminación.
Si una vez más aprendí
En Sololá En Misiones En Cienfuegos En La Paz
Fue luchando contra mi memoria.
Si no te leo en Montreal es porque duele
Si te leo es porque te sospecho de desafecto
Es porque ya demasiadas veces he improvisado
Es porque resisto a una nueva integración social
Es porque eres los cosquilleos de mi próxima evasión
Y no eres tú
Quien convierte mi exilio en este otro exilio.

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Bitácora

Pasar
Por uno de esos caseríos
Marcados con un nombre
De alguien
De un sueño
De un héroe
De un santo
De un error
De una esperanza
De una visión de otro mundo
O con una palabra en la lengua del pueblo vencido.

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Brisa continental

Pasan hombres que descriptan la historia
De nuestra gente… Que la clasifican
En magia inspirada del indígena
En tradición condecoradora del conquistador
En caudillos de las retiradas
En portugueses encantados por la creación de una raza tropical
En blancos que inventaron la carta blanca
En negros que construyeron el aporte africano
En Patriotiquement Correct que soñaron la mort de su francés
Y en libertadores y tiranos que se estudian como elementos.

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Camisa blanca

Las he visto desnudarse y vestirse
Y como
El Callao Santa Fe Trinidad
Se simplifican y diversifican.
Y me presento de corbata en otras ciudades
Al toque final
A la moda
Del oro Del cuero De la desesperanza
Y poco importa el estilo
Si vas de sabor en mejor sabor.

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Caricaturesco

Antes de presentar una retrospectiva
El poeta
Debe ser capaz de distinguir
La unidad estética La trayectoria
De su lápiz negro De sus lápices de colores
Y las muestras de sombras y rayados
Del pentagrama eléctrico que se extiende
De poblado en poblado.

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Chef – d’Oeuvre

Nada cambia.
Bajo
Me detengo
En una población en blanco
En uno de esos caseríos marcados con un nombre
En una ciudad que soporta
Invitaciones Desembarcos Aterrizajes
De demasiados países
O en una de las astillas del encanto de la naturaleza.

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Comedia ilustrada

Ni soledad Ni muerte Ni culpable
Porque nacemos para distinguirnos
Porque nos resbalan las influencias impersonales
De nuestros anteriores manuscritos
Y las viejas aclaraciones que creímos nuevas:
«La poesía no es a la palabra
Ni rito Ni culto Ni ruina».

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Después de Jauja

Soy feliz
Porque mi cuerpo busca su centro interior
Porque cambian de voz y los reconozco
Porque no soy de vuestras arengas
Porque nací en la inexactitud
Porque estorbo
Entre las máquinas de este fin de siglo
En esta década que lleva al crematorio
Al Homo cum industria Oh presente
Soy nada Soy nadie Polifemo Ulises
Vengan a mí los navíos
Que ya no se acusa por traicionar a la tierra.

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Discurso

Que no me conocen y no comprenden
Le dije a un amigo un día:
Cuando leo No regreso Nada cambia
Si estamos a favor de signos
O en contra del asedio de un villorrio.
Con la realidad de las cosas
O con terribles
Tiranos Colaboradores Cooperantes
Y digo que he protestado A los libros
Con los cuales comparto mi rastro
Y los saludos que envía la madre naturaleza.

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El alcachofa transplantado

Con el -illo perfectum- de la versorrea
Con la historia de la musa que roba el texto
Con el curso 501 de Identidad Moderna
Con el sanguíneo terminal del turisteo social
Con el eterno mal de envoltorio
Con libros hechos para que nos pensemos
Muy pero muy y más inteligente.

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El avión

Por fin creo en algo
Gritó el mortal
Y se formó un movimiento en su cabeza.
Con él
Todos los inventos del exilio bajaban del cielo
Los técnicos Los estilos Las reglas generales
La artesanía El arte Las características propias
El certificado auténtico y la memoria tergiversadora.

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El destino del arte

Sobre su caballo venía en una pata
y ejercitaba la vitalidad del hecho creado.
Luego fue el temblor, el crepúsculo y hoy acantilados.

No lo duden,
fueron naturales obstáculos
y la disciplina arbitraria del hombre.

Si les parece que comenzó con el instinto,
no olviden que aprendió a criticar

En las calles

En los particulares trece o equis charcos del criollismo
En los nuevos éxtasis del tránsito de los cerebristas
En la fragilidad del doble palpitar de las esquinas
En la tranquilidad que se anudan las sombras
En el sosiego que acecha en la materia
En la tregua que se funde en la vereda
En el armisticio que acentúa la niebla
En la pluma flotando en la poza
En los postes clavados al cielo
En los grillos que atraviesan
En su pecho de adoquines
En los neones que cambian de rostro
En los silbidos que penetran al sésamo
En los matorrales que se echan en el césped
En la cintura visible de la versión de los periódicos.

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