Yo he sabido ver el misterio del verso
que es el misterio de lo que a sí mismo nombra
el anzuelo hecho de la nada
prometido al pez del tiempo
cuya boca sin dientes muestra el origen del poema
en la nada que flota antes de la palabra
y que es distinta a la nada que el poema canta
y también a esa nada en que expira el poema:
tres son pues las formas de la nada
parecidas a cerdos bailando en torno del poema
junto a la casa que el viento ha derrumbado
y ay del que dijo una es la nada
frente a la casa que el viento ha derrumbado:
porque los lobos persiguen el amanecer de las formas
ese amanecer que recuerda a la nada;
triple es la nada y triple es el poema
imaginación escrita y lectura
y páginas que caen alabando a la nada
la nada que no es vacío sino amplitud de palabras
peces shakespearianos que boquean en la playa
esperando allí entre las ruinas del mundo
al señor con yelmo y con espada
al señor sin fruto de la nada.
Poemas españoles
«Jois e Jovens n’es trichaire
e malvestatz es d’aqui»
MARCABRÚ
Una cucaracha recorre el jardín húmedo
de mi chambre y circula por entre las botellas vacías:
la miro a los ojos y veo tus dos ojos
azules, madre mía.
Esperando todos los días para que venga el cierzo
para que venga el ciervo
azul como el poema, como el gamo
que corre fugitivo sobre el poema
y que sea la nada mi último poema
baba de los labios para que el hombre muera
azul sobre la página
» victorieusment fuit le suicide beau» Mallarmé lo dijo
oh belleza húmeda del suicidio
única rosa, única flor
rosa cúbica de la página
para que el hombre descubra
que no es un hombre.
Oscuridad nieve buitres desespero oscuridad nueve buitres nieve
buitres castillos (murciélagos) os
curidad nueve buitres deses
pero nieve lobos casas
abandonadas ratas desespero o
scuridad nueve buitres des
«buitres», «caballos», «el monstruo es verde», «desespero»
bien planeada oscuridad
Decapitaciones.
A mi tía Margot
Se diría que está aún en la balaustra del balcón
mirando a nadie, llorando,
Se diría que eres aún visto como siempre
que eres aún en la tierra un niño difunto.
Se diría, se arriesga
el poema por alguien
como un disparo de pistola,
en la noche, en la noche sembrada
de ojos desiertos, los ojos solos
de monstruos.
Te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
te mataré mañana poco antes del alba
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños
y será como cópula o semen en los labios
como beso o abrazo, o como acción de gracias
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
y en el pico me traiga la orden de tu muerte
que será como beso o como acción de gracias
o como una oración porque el día no salga
te mataré mañana cuando la luna salga
y ladre el tercer perro en la hora novena
en el décimo árbol sin hojas ya ni savia
que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra
te mataré mañana cuando caiga la hoja
decimotercera al suelo de miseria
y serás tú una hoja o algún tordo pálido
que vuelve en el secreto remoto de la tarde
te mataré mañana, y pedirás perdón
por esa carne obscena, por ese sexo oscuro
que va a tener por falo el brillo de este hierro
que va a tener por beso el sepulcro, el olvido
te mataré mañana cuando la luna salga
y verás cómo eres de bella cuando muerta
toda llena de flores, y los brazos cruzados
y los labios cerrados como cuando rezabas
o cuando me implorabas otra vez la palabra
te mataré mañana cuando la luna salga,
y así desde aquel cielo que dicen las leyendas
pedirás ya mañana por mí y mi salvación
te mataré mañana cuando la luna salga
cuando veas a un ángel armado de una daga
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida
te mataré mañana y verás que eyaculas
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas
te mataré mañana cuando la luna salga
te mataré mañana y amaré tu fantasma
y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo
los ensueños del sexo, los misterios del semen
y será así tu lápida para mí el primer lecho
para soñar con dioses, y árboles, y madres
para jugar también con los dados de noche
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra.
En esta paz del corazón alada
descansa el horizonte de Castilla,
y el vuelo de la nube sin orilla
azula mansamente la llanada.
Solas quedan la luz y la mirada
desposando la mutua maravilla
de la tierra caliente y amarilla
y el verdor de la encina sosegada.
Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no la encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan…
Y Su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia se apoya, que le nutre,
y le enflora y verdea.
NADIE sabrá
de las piedras
ni del agua
con que el odio
construye
su cuerpo
MUCHO ANTES
de que el deseo
ahogase
su vientre
en la rabia,
él
ya volvía
de la muerte.
SIEMPRE que él la toca,
ella
se hace unos cortes
en la frente.
El rojo de la sangre
se vuelve tierra,
tierra mojada
y fría,
en sus ojos oscuros.
LA SANGRE
le oculta las lágrimas
que no han caído,
que no caerán.
EL DOLOR,
como el deseo,
es una estatua
de polvo.
ABRO la boca,
y te golpeo.
Abro la boca,
y me pides
el aire
de un grito.
Mi VOZ
es el sueño
de la muerte,
la escritura
sobre un cuenco
de sangre.
29 de marzo
Qué tristeza
el gris vencido
de tus ojos,
cuando callas
la ironía del fuego.
Sólo entonces
soy culpable del aire.
Sucede
cuando te miro.
Todo queda lejos
y abandonado
a la hondura sin límites
de lo intransferible.
¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?
«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!
Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?
Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,
a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.
[Fragmento]
Éste de mis entrañas dulce fruto,
con vuestra bendición, oh Rey eterno,
ofrezco humildemente a vuestras aras;
que si es de todos el mejor tributo
un puro corazón humilde y tierno,
y el más precioso de las prendas caras,
no las aromas raras
entre olores fenicios
y licores sabeos,
os rinden mis deseos,
por menos olorosos sacrificios,
sino mi corazón, que Carlos era,
que en el que me quedó menos os diera.
La tarde se escurecía
entre la una y las dos,
que viendo que el Sol se muere,
se vistió de luto el sol.
Tinieblas cubren los aires,
las piedras de dos en dos
se rompen unas con otras,
y el pecho del hombre no.
137
Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
-Boscán, tarde llegamos -¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.
-No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso
y el sol depinge la porción rosada.
LXVIII
Buscaba Madalena pecadora
un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.
De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente dellos
canta en los cielos y en peñascos llora.
178
Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa,
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
66
Pasé la mar cuando creyó mi engaño
que en él mi antiguo fuego se templara,
mudé mi natural, porque mudara
naturaleza el uso, y curso el daño.
En otro cielo, en otro reino extraño,
mis trabajos se vieron en mi cara,
hallando, aunque otra tanta edad pasara,
incierto el bien, y cierto el desengaño.
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.
Sulca del mar de Amor las rubias ondas,
barco de Barcelona, y por los bellos
lazos navega altivo, aunque por ellos
tal vez te muestres y tal vez te escondas.
Ya no flechas, Amor, doradas ondas
teje de sus espléndidos cabellos;
tú con los dientes no le quites dellos
para que a tanta dicha correspondas.
XLIII
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
XXXVII
¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
151
Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle
que yo tengo de amor el alma enferma,
y en esta soledad desierta y yerma,
lo que sabéis que paso persuadilde.
Y para que el rigor temple, advertilde
que el médico también tal vez enferma,
y que segura de mi ausencia duerma,
que soy leal cuanto presente humilde.
Al pie de un roble escarchado
donde Belardo el amante
desbarató un tosco nido
que habían tejido las aves,
de breves pasadas glorias,
de presentes largos males,
así se queja diciendo:
quien tal hace, que tal pague.
En tanto que el hoyo cavan
a donde la cruz asienten,
en que el Cordero levanten
figurado por la sierpe,
aquella ropa inconsútil
que de Nazareth ausente
labró la hermosa María
después de su parto alegre,
de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.