Fatiga

Hay demasiadas cosas
de las que preocuparse,
siempre distintas, siempre imprescindibles,
y nunca se termina,
y apenas se respira… Y además
está el muchacho que jamás nos mira,
la chica que no sabe que la amamos
Y Platón predicando represiones…
Y a esto le llaman vida…

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Femmes damnées

Muchacha, si te entregas a los cerdos,
merecerás morir en la matanza.
No sería en todo caso más horrible que la horrible,
cínica contradanza.

Pregúntate por qué has de estar debajo
si eres mejor que ellos.
Créeme, muchacha, la heteropatía
nunca fue un buen invento.

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Oremos

Líbranos de la pena porque ella
destroza el corazón larvadamente
y trae sombra a los ojos de los niños.

Líbranos de la dicha porque a ella
le siguen siempre penas que la hacen
aún más amarga que las penas mismas.

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Retrato gongorino

Es la hora aquella en que el carro Febeo
ha comenzado ha poco su carrera,
y una boca de hoguera
su aliento abrasador da ya encendido
a hemisferio dormido,
cuando aquel a quien nunca llaman feo
ni han razón, que alto más que Cipariso,
que Jacinto fragante
y más ensimismado que Narciso
y orgulloso que Apolo ser pudiera
si Olimpo griego su morada fuera
por ciudad castellana,
vuelve a la vida desde el oscilante
caliginoso mundo que se habita
a párpados bajados
y disuelve la luz de la mañana.

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Hastío

El bello mundo me produce asco.
Si pudiera, lo haría
saltar en pedacitos por los aires,
y con él a mí misma.

Yo no pedí vivir; si Tú me hiciste,
es tu culpa, no la mía.
Atrévete a juzgarme si tu pobre
criatura se suicida.

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Ciudad dormitorio

Al pasar
las construcciones la retrasan
la distraen
sonándose unas contra otras.

Y ahí está el aire
dispuesto a arrastrarla.

El otoño nunca vuelve
esta temperatura ayuda a morir sin espanto.

La mujer busca dónde dormir
en las puertas de las grandes sucursales
y sueña
que realmente duerme.

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El sueño

Todo es luz para los ojos móviles del sueño
bajo los párpados se despliega
la plácida temperatura de una playa
y allí está él y ella que era yo
sin más sonido que la presencia del otro

enfrentados
doblándonos sábanas
haciendo coincidir las puntas del afecto
él y ella que era yo se acercaban y separaban
por la exacta medida de la tela.

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Olvido se descuida

Olvido se descuida. Su cabello es una maraña inviolable. Tiene largas las uñas, negras de hurgar, con la misma habilidad, su cuerpo y la basura. Se descuida y sin embargo no me pierde de vista; ella mete un palo en la boca del perro que me muerde y derriba la puerta de la casa donde he sido violada.

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AMANTE

Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.

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HOMBRE CON VIOLÍN

Esos hombres del violín llevan su voz en el brazo
como la vena firme de una canción muchacha.
Van celándola dulces, con los ojos cerrados,
todos brasa y suspiro del ensueño que llueve
diminuto rocío de aprisionadas flores
en los cuerpos fragrantes de sus violines músicos,
aun con hojas y aromas del encendido bosque.

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LA ENTREGA

Porque el cuerpo,
todo el cuerpo albergándole a la vida
su oscura aunque preclara omnipotencia,
siempre está aquí, estará siempre.
Y quien ama y quien desea, quiere
poseer y entregarse poseyendo.

Tarde y noche, amanecer o mañana,
al amor, el amar reclama al cuerpo
en tenue caminar, o alborotado
por de lavas repleto sendero:
la sombría eternidad que da a la vida
una muerte incrustada.

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LLUVIA EN MAYO

¡Cuán hermosa tú, la desvelada!
Te lleva y te moldea dulce viento
encima de jardines y de estatuas.
Tu cuerpo es el de Venus en la orilla
eternamente mar dentro del alba.

Acude siempre a mí, séme propicia.
La fiesta de las hojas en sus ramas
te rinden los esbeltos soñadores
que en movibles racimos se levantan.

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PARTO DE LA MUERTE OTRA

Para nacerte otra vez,
quiero que vayas delante
de mis pasos por la tierra,
que, aunque pequeña, es muy grande.

Aquí estás acompañada
con mi presencia diaria,
pero huérfana de ti
yo sería, si quedaras.

Por esto quiero que andes,
pasito a pasito paso,
delante y siempre delante,
sin prisas y sin descanso.

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ROCE DE LÍMITES

Esto que se termina soy yo. No puedo pasar de mí.
He llegado hasta mis propios bordes;
rebosaría, derramándome, si quisiera
a la Puerta de Dios llamar.

Una mirada en sí; unos sentidos todos
dentro de ellos mismos… Soy ahora
el límite total de la criatura.

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TODAS LAS MIRADAS

Las miradas son árboles que se deshojan.
Hay que penetrar lo compacto,
que taladrar el misterio para descubrir el suelo
cubierto de álamos, de olmos,
de palmípedos cedros.

La prieta vegetación humilla bajo el peso del tiempo
su copiosidad radiante, de éteres húmeda…
¡Ah el precipitado ímpetu
de las ramas, de las miradas
cortándose de sus troncos!

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Azogue

Vivimos de costado
pasamos de puntillas
Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.

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El rastro

Somos materia de extrañeza
quién nos lo iba a decir nosotros
que hemos sufrido tanto
Pero nuestra memoria no arde
y ya no sabemos morir

Memoria de la vida,
memoria de los días y la vida,
cuchillo que abre el mundo
esparciendo unas vísceras que no consigo descifrar.

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El vuelo

La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta

Y sobre todas las tristezas
el vuelo ensimismado del trapecio

-pronuncié tu nombre más solitario
tu nombre hecho de ausencia
mínimo conjuro de sílabas que nombra
la falta sin límites de tu tamaño
palabra inhóspita que lleva
a una región de aire
en la que el equilibrio es un calvario

-conozco bien esta vocación de aire
esta opulenta miseria
este esplendor de la tristeza
este ultraje de las redes y del tiempo
Conozco bien el desatino
de las palabras que nombran las ausencias

Huir es regresar eternamente

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Junto a la puerta

La casa está vacía
y el aroma de una rencorosa esperanza
perfuma cada rincón

Quién nos dijo
mientras nos desperezábamos al mundo
que alguna vez hallaríamos
cobijo en este desierto.
Quién nos hizo creer, confiar,
-peor: esperar-,
que tras la puerta, bajo la taza,
en aquel cajón, tras la palabra,
en aquella piel,
nuestra herida sería curada.

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La ceniza

Diccionario inventario
lista número preciso
cómputo de un idioma
que no podemos entender

Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
y otra vez sombras y frío y piedra.

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La huída

Vivimos como de prestado
vivimos como sin querer
vivimos en vilo y nuestro destino es la espera
vivimos fatigados de tanto sinvivir

Huí, es cierto.

Huir es un naufragio,
un mar en el que buscas tu rostro, inútilmente,
hasta convertirte en náufrago de sal,
cristal en el que brilla la nostalgia.

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Meditación

Aturdidos de tanto saber
y de no entender nada
las cenizas de la memoria
se esparcen en el aire

Una cucharada más de polvo,
tan sólo otra cucharada de nostalgia.
Abre la boca, niña, come y calla.
Cruel alimento es la nostalgia,
naufragio desolado de la vida,
espejo injusto e insaciable.

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Prólogo (El libro de Lilit)

Estas ruinas que una vez fueron carne y voz
están hoy abandonadas a nuestro cuidado
somos los responsables de su eternidad

Después de cocinar el adobe
llegó la alegría de los muros
y el aliento de las ventanas

caía la tarde
como por la cuchara resbala la miel
atardecía despacio
dándonos tiempo para entender la noche
descendían las horas
en la desnudez del aire
el viento aromaba las sombras
caída la tarde

el miedo no tenía nombre

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Dad limosna a Belisario (I)

Durante muchos años la casa se asentó en tierra firme
estrechándola bajo su peso, y creció con ella,
y la tierra cuarteada en estío por el desplome de sus
músicas
miraba entre torrentes de luz derramarse las fuentes;
así al mirarla desde lejos surgía en la memoria
el despliegue de las horas pasadas, la sucesión
de las habitaciones y los objetos con su historia.

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Dad limosna a Belisario (II)

Hemos puesto en cuestión numerosas gramáticas,
leído hasta la saciedad la experiencia de otros
y en fotografías borrosas perseguido su imagen
inquiriendo un volumen para sus gestos planos,
codiciosos de aquello de que era razonable
esperar sabiduría, para obtener al fin
un pobre patrimonio de terrenos baldíos,
una colección de medallas y cintas
símbolo de triunfos que ya nadie recuerda,
juguetes con encaje sucio cuyos ojos hundidos
remiten a una infancia convencional y anónima;
y nos devuelve a ellos la vanidad del coleccionista
que dice poseer con los objetos su alma; nos miran
con fijeza de búhos disecados desde la redondez de su urna;
una apariencia que es muerte y serrín y grandes ojos de
vidrio.

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De la inutilidad de los cristales ópticos

Si las imágenes se apiñan en un recinto oscuro
nada en ellas hay de movimiento (menos aún hábito de
movimiento);
sí en cambio los ojos de cristal que el taxidermista tan bien
conoce,
con su excesiva holgura en la órbita seca;
un día han de invadir a medianoche
los bulevares de la ciudad desierta,
aterrando con su agilidad a los animales pacíficos,
en una conjunción única que consagre el azar.

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El embarco para Citerea

Hoy que la triste nave está al partir,
con su espectacular monotonía,
quiero quedarme en la ribera, ver
confluir los colores en un mar de ceniza,
y mientras tenuemente tañe el viento
las jarcias y las crines de los grifos dorados,
oír lejanos en la oscuridad
los remos, los fanales, y estar solo.

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Giovanni Battisa Piranesi

Aquí el espectador se ve forzado
a una actitud esencialmente equívoca
pues la calzada que allá abajo cruza
el valle, nebulosa, lejanísima,
arranca de sus pies.
Y así es menor que exista
un obelisco alzado sobre cuatro columna
que corona un tritón con cabeza de lince,
o un arco de triunfo remadado
por un bosque de cedros y de sauces llorones.

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Las ruinas de Disneylandia

Muchachita taimada (tan sin malicia) entonces,
propensa sólo a nuestros juegos lúgubres
por entusiasmo de recién convrsa,
¿quién te reprocharía tu sumisión, no honrosa
a fin de cuentas, al glamour
del boyante cadáver exquisito
a quien todos sin duda hemos amado
alguna vez?

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Museo de Historia Natural

Encerrados en un espacio distante
perfeccionan allí la estabilidad de no ser
más que inmovilidad de animales simbólicos
la escorzada pantera, el mono encadenado
y la fidelidad que representa el perro
echado ante los pies de la estatua yacente;
adquieren aridez en la luz incisiva
bajo las losas de cristal del domo,
traslúcido animal que no perece.

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