Al despedirnos me dio la mano
los dedos eran flácidos como las hojas mustias-
un tórrido día de un cálido verano
me atravesó el frío del otoño
Versión de Abel A. Murcia Soriano
Poemas polacos
Desde que estás
todo cambia de color
tiene un matiz más:
tú
desde que estás
cambian los sonidos:
están llenos de tu voz
desde que estás
los bosques y los árboles
huelen a ti
desde que estás
toco el mundo
un mundo completo
y único
Versión de Abel A.
es allí-
dijo una voz
miré a mi alrededor
no veo nada -respondí
creo que quiso decir
escucha la voz que hay en tu interior
no la silencies
con tus propias palabras
Versión de Abel A.
Escribí piedra
escribí casa
escribí ciudad
rompí la piedra
demolí la casa
destruí la ciudad
sobre el papel huellas de la lucha
entre
la creación y el exterminio
Versión de Abel A. Murcia Soriano
Están sentados
el uno frente al otro
ella piensa
qué maravilloso es él
beben
al otro lado de la ventana está oscuro
la noche rodea la ciudad
ocupa las calles
ahuyenta a los transeúntes
de repente
él busca en su interior
saca un sapo
ella mira
no puede creerlo
saca cucarachas
un puñado
pulpos pólipos
arañas
salen solos
reptan
se apresura
porque todavía
queda mucho
las apestosas zapatillas de un vagabundo
el saco podrido de una mendiga
enanos repugnantes
vampiros
brujas
la mesa a la que están sentados
(con una botella vacía como naturaleza muerta)
toma vida y se mueve
el sapo croa
las cucarachas culebrean
las arañas rebosan de veneno
entre tóxicos efluvios
él da vueltas
balbucea
con las fuerzas que le restan
da tumbos hasta la calle
desaparece
arrastrando los pies
Versión de Abel A.
La hoja
separada de la rama
tirita tiembla
sólo cuando toca el suelo
se calma
Versión de Abel A. Murcia Soriano
Me abandonaron las fuerzas
la alegría desapareció sin dejar rastro
mis manos vagan
no encuentran cosas seguras
quisiera
que echara a volar un pájaro
que ladrara un perro
busco pruebas
de que algo es posible
Versión de Abel A.
Me he alejado tanto de mí mismo
que ya no sé decir nada
sobre mí
ni lo que siento
cuando me mojo bajo la lluvia
ni cuando me convierto
en una brizna de hierba seca
quemada por el sol
no sé encontrarme
a mí mismo
describir a este personaje
nombrarlo
asegurar
que existe
Versión de Abel A.
Mira cómo se marchita la rosa
está desesperada
aún intenta brillar
aún le gustaría relucir
abrirse
despertar admiración
pero los pétalos
son ya alas rotas de un colibrí
cada vez más encerrada en sí misma
ni siquiera habla de su antiguo esplendor
se le cae la cabeza
se marchitan los labios
se extingue
toda ella concentrada únicamente en su languidecer
Versión de Abel A.
Nuestros muertos
qué poco les importa ya nada
son fríos
indiferentes
no hacen preguntas
se mantienen apartados
siempre en el mismo lugar
callan
Versión de Abel A. Murcia Soriano
Por qué
el mundo
ha pasado a mi lado
tan rápido
no se ha dejado detener
acercar
tutear
ha pasado volando
punto que desaparece
entre el fuego y el humo
Versión de Abel A.
Un hombre mayor
levanta
un dedo que ha mojado con la lengua
mira
de dónde sopla el viento
después
se sitúa según la dirección del aire
y sale volando
no muy alto
no muy lejos
Versión de Abel A.
Buenas noches Marco Aurelio apaga la luz
y cierra el libro Encima de tu cabeza
se levanta una dorada alarma de estrellas
el cielo habla alguna lengua extranjera
este es el bárbaro grito de miedo
que tu latín no puede entender
un terror continuo un negro terror
contra la frágil tierra humana
empieza a golpear y triunfa Escucha
su rugido El flujo incesante
de los elementos ahogará tu prosa
hasta que se derrumben los cuatro muros del mundo
¿Y para nosotros?
Como un abejorro zompón
que se posó sobre la flor
hasta que se encorvó el flexible tallo
y ahora se abre paso entre filas de pétalos
parecidos a hojas de diccionario
y se dirige hacia el centro
donde están el aroma y el dulzor
y aunque pescó un catarro
y ha perdido el sabor
aún persiste
hasta que su cabeza golpea
contra el pistilo amarillo
y aquí ya el fin
difícil es penetrar
por los cálices de las flores
hasta la raíz
así el abejorro se aleja
muy ufano
y zumbando con vigor:
dentro me metí
y a quienes
no acaban de creerle
su nariz enseña
amarilla de polen
En primera página
la noticia de la matanza de 120 soldados
la guerra ya duraba mucho
uno puede acostumbrarse
justo al lado información
de un crimen espectacular
con el retrato del asesino
la mirada de Don Cógito
salta indiferente
la hecatombe de los soldados
para sumergirse con deleite
en la descripción del espanto cotidiano
un agricultor de unos treinta años
en una depresión nerviosa
mató a su mujer
y a sus dos pequeñuelos
con precisión se describen
la ejecución del crimen
la posición de los cuerpos
y otros detalles
a los 120 caídos
inútil es buscar en un mapa
la excesiva lejanía
los oculta como una jungla
no estimulan la imaginación
son demasiados
la cifra cero al final
los transforma en una abstracción
un tema para meditar:
la aritmética de la compasión
1
En Útica
los ciudadanos
no quieren defenderse
en la ciudad estalló la epidemia
del instinto de conservación
el templo de la libertad
se trocó en rastro
el senado delibera
cómo no ser senado
los ciudadanos
no quieren defenderse
asisten a acelerados cursillos
de genuflexión
pasivos esperan al enemigo
escriben aduladores discursos
entierran el oro
cosen nuevos estandartes
inocentemente blancos
enseñan a los niños a mentir
abrieron las puertas
por las que ahora penetra
una columna de arena
por lo demás como de costumbre
comercio y copulación
2
Don Cógito
querría estar
a la altura de las circunstancias
esto es
mirar al destino
directamente a los ojos
como Catón el Joven
mirad en las Vidas
no tiene sin embargo
espada
ni ocasión
para enviar a su familia a ultramar
espera pues como los demás
pasea por la insomne habitación
contra los consejos de los estoicos
querría tener el cuerpo de diamante
y alas
mira por la ventana
cómo el sol de la República
se aproxima al ocaso
le quedó poco
en realidad sólo
la elección de la postura
en la que desea morir
la elección del gesto
la elección de la última palabra
por esto no se tiende
en el lecho
para evitar
ser estrangulado mientras sueña
querría hasta el final
estar a la altura de las circunstancias
el destino le mira a los ojos
en el lugar donde estaba
su cabeza
Los bosques ardían-
y ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas
la gente corría a los refugios
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse
cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes
Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza
con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas
hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara
No puedo recordar
su rostro
estaba de pie frente a mí en lo alto
al final de sus largas piernas separadas
veía
su cadenita de oro
su gris levita
y su flaco cuello
al que estaba prendida
una inerte corbata
fue el primero que nos enseñó
el anca de una rana muerta
que pinchada con un alfiler
violentamente se contrae
él nos introdujo
a través de un microscopio dorado
en la vida íntima
de nuestro bisabuelo
el paramecio
trajo un oscuro grano
y dijo: cornezuelo
instigado por él
en el décimo año de mi vida
fui padre
cuando tras una tensa espera
de una castaña sumergida en el agua
apareció un brote amarillo
y todo estalló en canto
alrededor
en el segundo año de la guerra
mataron al de ciencias
los malandrines de historia
si es que fue al cielo-
quizá camine ahora
sobre largos rayos
vestidos con grises medias
con una enorme red
y una caja verde
alegremente bamboleándose a su espalda
pero si no se fue allá arriba-
cuando en el sendero del bosque
encuentro un escarabajo encaramándose
a una pelotilla de arena
me acerco
me cuadro
y digo:
-buenos días señor profesor
permítame ayudarle
lo transporto delicadamente
y me quedo mirando un rato
hasta que desaparece
en la obscura sala de profesores
al final del corredor de hojas
Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros-
fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista
registro -sin saber para quién- los acontecimientos del asedio
debo ser exacto mas no sé cuándo comenzó la invasión
hace doscientos años en diciembre septiembre¹ quizá ayer al amanecer
todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo
nos quedó sólo el lugar el apego al lugar
aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines y casas
si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará
escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas
lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido moneda corriente
martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos
miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó a los legados
ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio
jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos
la propuesta de los comerciantes de especias de rendición incondicional
viernes: comienza la peste
sábado: se ha suicidado un desconocido inflexible defensor domingo: no hay agua
rechazamos
un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza
lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover
evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos
aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos
pero con cierto orgullo deseo informar al mundo
que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños
a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar
despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos
exactamente como los perros y los gatos
al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad
a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta
miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces
escucho el tronar de los tambores los alaridos bárbaros
en verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda
el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados
nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción
godos tártaros suecos huestes del César regimientos de la Transfiguración del Señor
quién los enumerará
los colores de los estandartes cambian como el bosque en el horizonte
desde el delicado amarillo de aves en primavera a través del
verde del rojo hasta el negro invernal
así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar
en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros
aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera
envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos
ignoran incluso que nos traicionaron sus padres
nuestros ex-aliados desde los tiempos de la segunda Apocalipsis
sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que les estamos agradecidos
no sufrieron un asedio largo como una eternidad
a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos
los defensores del Dalai-Lama kurdos montañeses afganos
ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto
conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes
habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan
los cementerios crecen disminuye el número de los defensores
pero la defensa perdura y perdurará hasta el final
y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive
él portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio
él será la Ciudad
miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro de la muerte
y el peor de todos -el rostro de la traición
y sólo nuestro sueños no fueron humillados
Primero me describiré a mí mismo
empezando por mi cabeza
o mejor mi pie
o mi mano
o el meñique en mi mano izquierda
mi meñique
es tibio
un tanto curvado hacia adentro
termina en uña
está hecho de tres segmentos
cerca de mi palma
librado a sus propios medios
sería un gusano de buen tamaño
es un dedo muy especial
el meñique de una mano izquierda
único en todo el mundo
me lo dieron directamente
otros meñiques de una mano izquierda
son una fría abstracción
comparto con el mío
fecha de nacimiento
fecha de muerte
común soledad
sólo la sangre
ocupada en la escansión de oscuras tautologías
une playas distantes
con un hilo de mutuo acuerdo
La piedra es la criatura
perfecta
igual a sí misma
vigilante de sus fronteras
exactamente repleta
de pétreo sentido
con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia
su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad
siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor
-Las piedras no se dejan domesticar
hasta el final nos mirarán
con su mirada tranquila clarísima
Espera en la orilla de un largo y lento río
en la otra orilla está Caronte el cielo brilla túrbido
(no es por lo demás ningún cielo) Caronte
ya está aquí se limitó a lanzar la cuerda hasta una rama
ella (el alma) saca el óbolo
que rápidamente se agriaba bajo su lengua
se sienta detrás en la barca vacía
todo esto sin una palabra
si al menos la luna
o el aullido de un perro
Todas las líneas descienden al valle de la palma
hasta un hueco en que burbujea la diminuta fuente del destino
Aquí está la línea de la vida
Mira recorre como una flecha
el horizonte de los cinco dedos iluminados por su corriente
que se levanta venciendo todos los obstáculos
y nada es más hermoso ni más fuerte
que su lucha por seguir adelante
Comparada con ella qué indefensa la línea de la fidelidad
como un grito en la noche un río en el desierto
concebido en la arena y muriente en la arena
Tal vez continúa más abajo de la piel
parte el tejido de los músculos y penetra en las arterias
para que de noche podamos ver a nuestros muertos
allá abajo allá adentro donde la memoria y la sangre fluyen
tiros de minas pozos cámaras
llenos de oscuros nombres
Esta colina no estaba aquí
Después de todo recuerdo
que había un niño de tan redonda ternura como si
una lágrima ardiente de plomo
hubiera caído en mi mano
Después de todo recuerdo el pelo
la sombra de una mejilla
frágiles dedos y el peso de una cabeza durmiente
¿Quién destruyó el nido, quién apiló
el monte de indiferencia que no estaba aquí?
Nike más bella en el instante
en que vacila
la diestra bella como una orden
descansa en el aire
mas las alas vibran
ha pues divisado
a un joven solitario
sigue el largo surco
de un carro de combate
por un gris camino en un gris paraje
de rocas y ralos matojos de enebro
aquel joven morirá pronto
de hecho el platillo de la balanza con su destino
ya está cayendo violentamente
hacia la tierra
Nike desea
acercarse
y besarle la frente
mas teme
que él que aún no conoció
la dulzura de las caricias
al sentirla ahora
podría huir como los otros
hicieron durante la batalla
así que Nike vacila
y al final decide
quedarse en esa postura
que le enseñaron los escultores
avergonzada de aquel instante de ternura
sabe bien
que mañana al alba
encontrarán a ese muchacho
con el pecho abierto
los ojos cerrados
y el amargo óbolo de la patria
bajo su lengua entumecida
En la misma esquina de este viejo mapa hay un país que añoro.
Es la patria de las manzanas, las colinas, los ríos perezosos, del vino agrio y el amor.
Por desgracia una gran araña tejió sobre él su tela
y con su viscosa saliva cerró las puertas del sueño.