Al teclear me preparo para un nuevo dolor

Al teclear me preparo para un nuevo dolor
mis dedos postrados en la mayólica del aire
van por la intransigente línea del tren
Mis dedos enfadados con su instinto de dominación
abiertos a los acertijos de un conductor que no soporta
la espontaneidad de los saludos del otro
sacudiéndose la arena que subrepticiamente
los pelícanos robaron de la playa
el sol que cargué en un sombrero de hojas
de plátano y lancé al otro sol que corría
en el capricho de las olas
que incontrolables los muchachos
en busca de consuelo pretenden civilizar
Saltos equinos que hipnotizadas nubes
conducen al seno denso de su epifanía
Mis dedos que no dejaría prestados a pintor alguno
a cambio de su amor apócrifo.

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El tiempo verde botella

El tiempo verde botella
se hace trizas en las ventanas occidentales
la cascada intensa y el laser del viento benigno
en guantes blancos
dirige la música en un trotar arrítmico
de ratas mentales
Camino a los vendedores de baratijas
en el mercado de frutas
soñar es intenso como un golpe en el corazón
pero no es ésta la ciudad que se desata las trenzas
ni el corcho que mastico insistentemente
sabe al más grato sabor de la niñez
miro al alto y espigado amarillo
como no será nunca el sol en Lima
los chicos en sus bicicletas acarameladas cual globos
volando contra el viento
¿volaré yo también contra el viento
detrás de una idea que se desvanece iridiscente
en el diente de un jabalí?

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El violinista ruso aquel

El violinista ruso aquel
trabajó todo el día
sin éxito la gitana vendió todo el día
todo el día una cartilla con números de la suerte
parecía emerger
de una enorme falda negra

Los ojos ocultan su perfil en el horizonte
de inmaculados mensajes vacíos
sacuden su cuero cabelludo
de pájaros gritones
sanguíneamente
recorren la ciudad
que un vocerío inanimado
de flores y estupor
ensancha
cada uno tiene un pastor
un campo o prado
un bosque o una jauría vigilante.

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En el ruedo agitado

En el ruedo agitado
de idas y vueltas contrariada
pesca sin fin milagrosa en el umbral del lago
en la iglesia ortodoxa todos de pie evocan esa humilde
casa de huérfanos en Iráq
cuántos olores oscilan en el astillero para reconciliarse
recuerdo la oscuridad mellada por el paso de las botas
famélicos desorbitados ojos que un cuervo pasea
en el coro rampante de insectos
para dar paso al corazón
entre brazos que acomodados distiguen los almendros
de los rostros distendidos en los
focos de las lámparas cuando
el tren persigue el albedrío de la nieve
y se estrella en la cabeza de un árbol
nombres sobre todo
los tatuajes de las piedras
los cartones de lino que son vestidos de sogas
hamacas donde recostar el cuerpo
Pensar que el camino ha sido largo
ha valido la pena estrellarse contra la pared
rebuscar en las sombras
la señal de identidad el rasguño la crin
sin confesiones ni el embarazo que de a luz el exilio
que no es hacer un recuento del espacio de quién sabe quién
en una celda contando cómo fue tumbándose tras las órdenes
mutilando su sexo la corteza el muñón
aquella noche de Serbia y su mañana en Lima
agonizantes niños de Iráq
cuya comparación más exacta es el mundo
que espera abotagado en la banca
con tantos o más dedos que contar
en los inhabitables edificios de la mente
volados por innumerables bombas
violados por innumerables hordas
aquella noche montada en un pájaro salvaje.

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En noches como ésta me acerco

En noches como ésta me acerco
nudo de sirenas y descoloridos carteles hacia el camino
empapada de polvo
en una pintura formidable
dejando atrás recordando
mi voz arrastra su disonancia y sumerge tu sombra en cada estría
del tapiz de oscuridad fulminante

la respiración tensa es el mar
mi tela floreada e invisible la inmensa fogata donde irrumpes
coronado como un bello sueño de palabras fáciles
y no hallas sino caminos
senderos donde desembocan tus manos caudalosas
saltar puentes oasis febriles lagos de paroxismo poéticamente

la desgracia es como un perfume cíclico
en invierno me obliga a tomar tu mano
la otra a tientas recorre confusamente
ilógica un enjambre de rocas jironadas
y crece en los gritos redondos e infantiles
…el mar
el mar
el mar empapa los abismos fosforescentes donde recoges basura
y separas y
seleccionas
y eres una invitación apacible al infierno
todos tus dedos escurriéndose de sudor desoxigenado
detenidos en el cemento estoico como en una película absorta muda
breve
entonces voy tiritando al borde sin sentido y los niños me jalan
enmarrocados a la fuga inevitable del día receptor
que corre en sus cortinas de moscas nocturnas
la tarde fluye
y no necesito una máscara
de aluminio
mi abrigo carga la lluvia furiosa mientras voy ascendiendo
al piso más alto de Pampas
sin margen y la alfombra afila sus contornos
cenizas latas trozos de algo
siempre vivo desintegrándose y los perros insuflan sus gargantas
enmohecidas y desfallecen en la primera tos
es el mismo paraíso perdido final feliz
que ahogo como monedas y lanzo
donde pausadamente se escinde la noche

se hilvanan todos los ladrillos de la ciudad como un pretexto
indiscutible
el jardín del manicomio
la casita de hule sobre una roca
de estrellas gigantes mi sangre pastosa que merodea
como tu naúsea
necesaria y cristalina tanta sed
árboles bolsas flores muros de cemento
mientras el kerosene es lo único que se expande
a cada paso
la única bella
luz prendida
en los fósforos de electricidad.

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La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera

La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera
la muerte disfrazada de poste que en un toldo
la fábrica posesiona en el cielo
Ahí quedaron los tubos chamuscados
que forman un cordel momentáneo de gente
la hipnosis conjuntiva que me obliga a marchar
mientras el aire de todos tararea la contradicción
y en las carretillas un boquete de voces
cuelga del casco indiferente de un soldado
que la velocidad rescata en una mirada de pesca
Los floreros de verduras disipando el estío
de las manos tendidas
Las callosidades de mimbre esperando
el cambio intempestivo de la luz
como si no fuera suficiente el herbolario que mi madre
invoca para espantar lo que se resiste
La suerte hincada en la soldadura de zinc
que un huayno deshoja en el descolorido vertical
de la carretera
Los cerros de hormigón que llenan de plástico el alma.

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Mientras escuchaba a Franz Liszt

-Rapsodia Húngara Nº12 Lima-

lamento haberte encontrado así
entre papeles y pericotes polvo y estantes
viejos abogados se preguntan cuál es tu
problema un conflicto no se resuelve con sonrisas
y los conflictos como esta música desgastan
absorben al espíritu más fiel y no queda más que eso:
música temblando en un rincón sacro de la ciudad
manos sin cuerpo dirigiendo una sinfonía
bajo la tolvanera y ya estás atento
a las indicaciones del semáforo a la mujer
que cubre sus uñas con esmalte y rabia
porque es cara y su belleza se ha diluido una noche
fresca que no pudo más con la felicidad de ese
húngaro loco ni con la aparente frialdad de su
sangre azul para los amigos roja para los habitantes
de Doborjan fogoso como nadie
sin rencores Franz creo que estos contactos nos
aproximan aunque estemos lejos
dos siglos atrás Tú dentro de la radio yo dándole
solución a tus problemas que son tan míos como de
la vecina del panadero del guardián: noble estirpe
barrios oscuros -nada codiciosos- me alarman
Con sus derechos -viles- miles -bocas- espadas
salen de sus bocas No es por indiscreción esta escena
en que tu música ha revolcado a muchas jovencitas
y enamorado con astucia al amor con el entusiasmo
propio de la juventud al amor Cien pies bajo tierra
y todavía marchas indagas Ebrio por estos libros
tristes plagado de tristeza ocultándote en los sonidos
ocultándome al mundo la cosa va y no va
así es Sólo a veces me encuentro contigo y sorprendes
a mi escritorio con tu par de guantes
nuevos blancos
y las personas huyen despavoridas porque no te entienden
porque temen la estridente burla de un viejo músico
autodidacta -viejo caprichoso-
el caos que felizmente ordena
que las desordena Ésa es la costumbre aquí todo lo diferente
es sustituido por un poco de pintura y buenos deseos
sonrisas vagas que reprimen: maquillajes

Yo me refugio en esta música demente
Apasionada.

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N.N.

N.N.
-asustado maltrecho
todas las señales le apuntan-
¿qué pasaje llevo en los bolsillos? sin tapa sin
pasaporte la gente se pregunta por mí
los libros se preguntan por mí
dejé mi rúbrica como el perfil los grandes
hombres que pasaron desapercibidos
hasta el día de su muerte
una muerte cruel de brazos
cruzados
el sueño es un cuaderno sin anotaciones reales
y mi vida puede ser vista desde las dos caras
de la moneda una es el brillo del sol
pero no es el sol realmente nunca fue el sol
como todos creyeron el sol -habría que preguntarse
con los ojos cerrados- nunca hubo tal respuesta
sigo recibiendo rayos esclavo dueño de no sé qué
poderes divinos me viene por el lado materno
tanto orgullo tanto orgullo
¿quién dice que lo perdí todo?

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Pero sé que estos ruidos

Pero sé que estos ruidos
sólo se hacen pedazos en mi cabeza
tic tac borroso de olores pastando en la voluntad
del cuerpo reconstrucciones
que apresuradas regresan con el viento
indiscreto al abrir las ventanas sonoras
El mar era la disipación de mis dudas
el adelanto de un sereno retorno en los pies alados
de un niño varado en las mesitas
colocadas en viejos pasajes de anticuario
que buscan decorar el sol del poniente
Mochileros que hacen cola de polvorienta plazuela
bajo unos binoculares para atrapar el sol
sudamericanos confío en sus deseos
aquel día tope ingenuos fanáticos
tocapuertas
quitatiempo
Porque también me veo a mí
aplaudiendo a la Valicha que odio
y clavaría como un pendiente
en ese mismísimo sol que no siente
pero sonrío
y el sol catapulta unas miradas
que se reciclan en aire papeles carteles
animando a los que se aglomeran interesados
por una vieja cultura interesados
por mí por ti para hacer de éste
camino del inca
una sola fumada.

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Puedo dibujarlo

Puedo dibujarlo
la arena entre los dedos señala el aire de tumulto
que la saliva pesada del polvo convierte en palabras
aún el mar hiede al basural que los pelícanos arrastran
en su infancia de plumas negras
y mi cuerpo huele al alcohol de la limpieza del cuerpo
puedo ver mis movimientos prolongarse al cuello
diáfano del conductor
el calor dopado en los ojos del trabajo del aire
la carretera que los pocos árboles afirman
en el rostro apurado de la gente
en gruesas chompas de piel
que el carbón no mina no desea labrar
más que la música desbocada que algún oleaje
a rastras ha tirado de la boca de todos
sólo anoche éramos más de treinta los que esperábamos
de la mano de un sampedro el verdadero color de los vidrios
la legítima colonia del cuerpo
el idioma que nunca cesa de estallar

Ah viento en estas túnicas de blanco
revienta el pedal bajo esta bota charolada
tan sólo nieve en el cerebro y casi olvido
la llave que me pueda guardar
¿qué más deseo que el polvo digo yo?

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