¡Oh, mil veces dichosa
alma del que pasó desconocido,
que el djubeh del magnate no ha vestido,
ni del soldado la derreh nudosa,
ni del Sufi la estola pretensiosa!
¡Ah! pero él fue como el Simourg sagrado
por el ideal al cielo levantado,
en vez de sumergirse en las neblinas
del mundo, como el búho entre las ruinas,
y ser por sus escombros aplastado.