Nueve rayas de tiza III

En el feroz acuerdo
A que llegaron. Donde dobla el día.
En las patas de oso
Que levantaron ellas hasta amarrarlos por detrás del cuello.
O en el cristal de las sábanas.

Hubo más tarde, como siempre, llamadas
De reloj, de teléfonos abiertos
Inútilmente ya, cuando ya sólo eran
Cenizas, o brasas, un hiriente latido
De carmín en los labios.

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Nueve rayas de tiza VI

Y si tampoco
Esto fuera posible;
Y si
Como cuentan que sucede
Entre las clases nobles
Nos viéramos obligados a repetir
Esas fórmulas asquerosas de despedida

Y si tampoco
Te ha servido de nada
Escuchar en mis venas los preludios del viento

Que sepas al menos
Que por una vez
Conociste a un hombre
Que no entendía de póker
Ni de vida de sociedad.

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Nueve rayas de tiza VII

Como esos solitarios
En los bancos de algún parque
Que se hunden y notan
Avanzar la punzada
Por el costado izquierdo.
Y cuando en medio
El estallido surge, cuando a lo lejos
Pasan las pancartas
Sucede
Como en esas películas
En que a los diez minutos, tiernamente,
Nos quedamos dormidos.

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MediodÍa

De miel como de luz
Deslizándose entre la niebla.

Álamos
Hacen hogueras
Y corren corren
Con las bufandas de cascabel.

Caballo albo
Disuelve crin de oca en su silla de enea:
Es el gitano auriga
Que ríe desnudo por la oleada láctea.

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CÓmo ha sufrido

CÓMO HA SUFRIDO la que se examina de música
Que el violín niño corría tras de los caballos.
Un arpa para ella de palmera grande
Y melodías de sus cajas de oro.

Dos noches la que se examina de música
Trenzando sombras de semicorcheas.

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SansirolÉs de los madriles IV

Limpia mañana que se escribe sola,
Mozalbo marzo como tan campante,
La acequia fria que escabulle el mirlo.

Tal de contraste el ir del cercanías
Do esposas progres tersamente leen
La prensa oblicua de la madrugada.

Hesperia toda fue croar de jueces,
¡Oh barriguillas de las juececillas1
Uña de angustia en el diafragma cero.

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