En el espejo retrovisor
se proyecta su boca
besucona
no veo sus ojos
yo
a solas desde acá
soy alma de los dos y
ambos
allá
somos la boca.
En el espejo retrovisor
se proyecta su boca
besucona
no veo sus ojos
yo
a solas desde acá
soy alma de los dos y
ambos
allá
somos la boca.
No se puede escribir si se está triste,
el oficio se atasca, predomina la línea pedregosa
por la que no puede fluir ni una palabra cierta,
el paisaje es escombro de nombres sin sentido
y los ojos erráticos no se pueden fijar en cosa alguna,
transcurre un coche despacio por el siglo pasado de la
ventana
y se lleva arrastrando la poca magia que la imaginación,
sirvienta remolona del deseo, estaba queriendo construir
y queda sólo un tiradero de añicos vidriosos y salados,
no hay nada tan triste como un poeta triste
tratando de escribir en su tristeza.
1
Huele a muchacha el aire de mediodía,
huele a muchacha natural,
y está tan cargado de olor a muchacha
el aire de mediodía
que estoy a punto de gritar
que el aire de mediodía huele a muchacha.
Poner un pie en la tierra
me llevaría sin duda al fin del mundo;
un pasito tras otro, conectando el alma al alma,
como cuando no podía entrar a la escuela
y me echaba a caminar embelesado.
Me parece sin embargo
que es mía la última hora de esta tarde.
Y de qué vivió, preguntan asombrados:
vivió de vida natural,
vivió de encantamiento, de un fuerte golpe,
de un pulmón que le salió magnífico.
Tenía horas y horas para volar, para bailar,
para morirse de la risa.
Daba cosa mirarlo tan contento
como si no esperara nada.
Un día
abandonaremos
la ciudad de México;
la dejaremos en pie y desierta
para que
las conjeturas
crezcan,
y nos iremos a fundar
en otra parte
nuestras maravillas.
2
El jueves en la mañana
despertamos alegres,
llenos de sueños.