Ayer, antes que el Alba despuntara,
en compañía de la Amiga leal
y de una copa de rosado vino,
me hallé junto a un torrente de cristal.
Frente de mí la copa, concha fina,
Cuya fluida perla un brillo tal
esparcía, que todo el firmamento
quedó envuelto en un nimbo sideral.
El Heraldo del Sol, de pronto herido
por la súbita lumbre, se despierta
y el clarín lanza al mundo adormecido
del nuevo día el jubiloso alerta.