Porque del vino la ilusión te ofusca
te dan pavor la muerte y el olvido,
y el rayo de oro nunca has percibido
del sol eterno que tu alma busca.
Ni ves en tu incurable ceguedad,
que en ese abismo que tu miedo inflama,
con nueva savia la robusta rama
florece ya de la inmortalidad.
Desde que mi alma fuera reanimada
por el amor del Hijo de Miriám,
en el ungido cuerpo de Khayyám
la Muerte Eterna ha sido aniquilada.