La voz del pueblo

No más odio ni venganza
fruto amargo de la guerra;
queremos paz y justicia
sin temores ni violencia.
No más sangre de inocentes
mancillando nuestra tierra,
no más crímenes ocultos
ni traición tras de las puertas.

Seremos un pueblo noble
que no se ampare en la fuerza;
Si libres queremos ser
tendremos el alma enhiesta
que temple nuestras acciones
y nos limpie la conciencia.

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La ofrenda

¡Que vuelo sideral de ala extendida!
¡Que zigzag de emoción era su vuelo!
¡Que ansiedad por llegar al Santo Suelo
vibraba en el albor de su caída!

Y llegó palpitante, estremecida
a ofrendar la grandeza de su anhelo,
el destello alumbraba al mismo cielo
que en su seno teníala dormida.

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La esperanza

Así la aparición era esperada
como Signo Celeste de ventura,
presciencia presentida, clara y pura
que en la mente del pueblo era fijada.

Su irreal realeza, casi una tortura
por la ansiedad de su presencia amada,
rayo de luz, emblema de dulzura,
gloriosa en su existencia ya forjada.

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La duda

Y un vislumbre se vio. ¡Era la lumbre!
que entre sombras lejanas se acercaba,
por violentos instantes se alejaba
y volvía otra vez la incertidumbre.

¿Era El Pájaro Azul allá en la cumbre
acaso, el mensajero que Ella enviaba?

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A la silla de ruedas

Guardiana de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.

Evocadora fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…

Descansas hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano

que dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.

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