nacer es aquí una fiesta innombrable
José Lezama Lima
Ya la patria no es nada:
Ni un recuerdo, ni un anillo, ni los padres
aquellos
que alguna vez se amó
y que por compasión la tierra
acabó por tragárselos.
nacer es aquí una fiesta innombrable
José Lezama Lima
Ya la patria no es nada:
Ni un recuerdo, ni un anillo, ni los padres
aquellos
que alguna vez se amó
y que por compasión la tierra
acabó por tragárselos.
Ay, ángel, ¿dónde estás, cómo poder verte?
¿En qué arista del mundo tu recuerdo despidiéndome?
¿Qué largo adiós esta suerte de tierra desconocida?
¿Qué he hecho de mí o qué me han hecho?
¿Qué aún busco
que ya más nunca encontraré?
a Manuel y Klarissa, que pintan
No puede decir si permanece o si sale
corriendo cuerpo abajo hasta el olvido.
Está seguro de que no ha muerto todavía.
Vive
de lo que le dan los transeúntes, de
cantar en las esquinas, de caminar
sobre el río de estos tiempos,
de entorpecerse el paso a cada instante,
está en el café y en los tormentos,
en el olor del día.
I
No me preguntéis por las cosas.
No ven mis ojos sino lo blanco,
la hoja en que transcribo una turgencia.
No ven sino lo que adivino, una
cándida luz, una esperanza.
Y de nada de esto
me dan razón las cosas.
(según la foto de Tina Modotti)
Así, de perfil, ¡qué importa
que fundaras partidos inservibles
y reverberaras en la historia y la vagina
irredenta de Modotti!
Así, de perfil, tu imagen
de Apolo deshollinador de tanta
fealdad cotidiana, esa mitad
de tu rostro de atleta que su cámara fijó,
de macho legendario ensimismado paseándose
por nuestros libros de texto y por la épica
insular de Lezama, ¡cómo no iba
a provocar en mí
adoración y dolor a la vez!,
ahora que sólo eres
una pérdida ilustre
y no un férvido amante ejercitando
sobre mi cama su mejor
praxis.
(con mango, uvas, piña, mamey y plátano)
Hay sol, no maduro aún
pero desplegando seguro infinitudes
venideras. En la torpe mesa del hombre
el sol, con manchas tercas
presagiando su sabor.
Está el noble rosario vegetal aún no morado,
sola su hermosa hermandad en tanto ruego
humano por vivir.
Aquí vislumbro campo, y viviré.
José Martí
He venido a quedarme detenido,
fijo en el aire, que no pasa,
en un espacio donde no me reconozco
sino por negación.
Esas montañas
no serán nunca los Andes, esas arenas
nunca serán el Sahara, ese río
aunque sucio también y mal interpretado
jamás será el Almendares*, ni yo
– este lugar que constituye mi cuerpo –
podrá hacerme ser aquí
el que una vez era.
No pausa ni exabrupto
sino sólo tu cuerpo, dormido, sobre una superficie
en que apenas distingo trazos,
en que únicamente te confirman mi ceguera
y mi fe.
No pausa, es suceder
donde nada se fija, como peces
cuando un extraño se asoma
(aguas de plenitud disolviendo una harina
amasada en la víspera, rápida fuga que expulsa
el mismo volumen líquido que atesora),
mucho menos estatua
que colocar en los altares o exhibir en un circo
de provincia, sino masa nocturna que crece, olorosa,
y corona.
Sólo la nieve.
Sólo la nieve azul que desconozco
impregna mis motivos.
Sólo su esperma inaugural, el
incentivo espesor de sus cristales
que descubrí entre los libros,
configuran mi signo, me
brindan una estela
que todavía no aprendí.
– Sí, hube de gozar ambos placeres, padecer
ambas inhibiciones, concebir besar y ser besado;
hube de amar cada vez lo contrario, lo complementario
que engendra sucesión: quizás fui
padre, pude haber sido madre, yo, Tiresias,
por la intolerancia celestial castigado, perdí
la humana facultad de ver
para ganar la divina de prever.