Soy el sol que teme ser día.
El ahorcado que se prolonga por la cuerda.
El dulce animal que danza su soledad.
Poemas de Jorge Carrol
Una vez más estoy solo un viernes por la noche, mientras afuera la alegría y el amor crecen al mejor postor en lugares absurdos nacidos al amparo de la necesidad.
Entonces como sin darme cuenta, miro las paredes donde su rostro navega en ausencias y me dejo estar fumando la madrugada.
Al caer la tarde ella me crece.
Vuelve una y otra vez con las mismas promesas que yo inventé.
Camina al filo de una Realidad que no me conviene.
Se da a su Ausencia y se revuelca en Abandonos que me joden mucho, como el penúltimo trago que suelo naufragar al pie de la medianoche.
La Soledad (mi soledad) comienza en este bar del Hotel San Juan.
Comienza por la ausencia de mis hijos y en la que se fue con otro.
La Soledad comienza en mi.
Desmantelada.
En los días de ser y no ser Superman.
Abro mis gestos y tu Ausencia me crece, poro a poro.
Llegó y se fue.
Como no la esperaba, vino y me abandonó.
Pero volverá, con las mismas promesas y las mismas histerias y perfumará mis caricias con su hermosa geografía, como una serpiente, como el arco iris que hace llorar a los aviadores.
Las lluvias perfuman
la soledad de las ventanas.
Un apresurado ademán asciende
en las manos que gritan su incomunicación.
Mientras los fuegos de la lluvia
chillan como un niño
que perdió sus ojos.
Cada gota escribe
su intolerante geografía;
canta una y otra vez
atropelladamente.
No siempre ocurre, pero a veces acontece, que algunas gavio-
tas descienden en la playa.
Desde mi alta ventana las veo planear hasta lo imposible
y luego descienden a la playa.
No siempre ocurre, pero a veces acontece, que una ola las
alcanza interrumpiendo su descanso.
Caminaré por la 45 y abriré los sueños.
Ella vendrá como el smog y nos amaremos lejos el uno del otro, en el rumor
afiebrado de la esquina de Aeroflot. Allí donde los policías se disfrazan de turis-
tas. En esa esquina en la que Ella crecerá una vez más, única.
Por el aire de los ojos me crecen las calles.
Por la congoja de las esquinas nadan mis sueños.
Voy, mi Buenos Aires querido, a putearte desde lejos.
Voy a ocultarte mi berretín por vos.
Voy a cerrar los ojos y verte más linda que nunca.
Me suben sus caricias por el perfume de su última mirada.
Me inundan sus miradas por las guitarras del abandono.
Me abandona su recuerdo de madre sentada junto a su morriña eterna.
Me acaricia su voz de ría gallega.
No llevarás luto por mi, Hija de Puta.
No estarás a mi lado cuando me llegue la hora.
No sentiré tu boca húmeda sobre mi frente y en algún lugar bien lejos, como siempre, te lamentaras de tu suerte y seguirás egoístamente en lo tuyo…
No llevarás luto por mi.
Nada de lo que se diga será tomado en cuenta.
Las moscas descenderán una y otra vez sobre las vigas del
asombro.
Las manos se crisparán impotentemente una y otra vez
debajo de los sueños.
Y La Vida continuará dentro y fuera de la cama poblada de
miedos.
Sur en el norte.
Mañana de la noche.
Gatillo del revólver del suicida enamorado.
Sol que aterriza sobre las veredas de la Castellana.
‘Entonces descendió a su memoria, que le pareció interminable.’
Jorge Luis Borges.
1
Amanezco con las campanadas que los zanates dejan en mi ventana.
2
Dejo en la almohada El Ayer y en el baño todos mis fracasos.
¿Debo ocultar que también en este Día del Padre estoy solo?…
¿Debo volver al brandy nocturno en la mañana gris?
¿Debo mañana dejar como James Dickey la publicidad y dedicarme a vivir de la poesía?
¿Debo asumir que hoy es un domingo comercial y que no me importa que mis hjos no estén a mi lado?
Todo. Absolutamente todo lleva tu perfume.
Las secuelas de tu ausencia.
El reto compaginado de tus párpados.
La inmisericorde campana de tu abandono.
Todo me envuelve a la que amo.
A la que está y no está.
Llámese como se llame.
Una vez más no estás.
Una vez más tu abandono me llega por el Atlántico, entre islas pobladas de espanto, donde el sol cabalga desnudo por las piernas sublimes de la mar.
Una vez más tu ausencia me crece hasta ahogarme.