Bajo este cielo azul todo florido de astros
cada pupila siente que se ahonda el abismo
y que ampliando sus formas tiene un florecimiento
de estrellas y de cielos, como la inmensidad.
Bajo el desnudo azul, luminoso de estrellas,
se dignifica todo: charco, flor y gusano;
y en el florecimiento desnudo de los astros
la original belleza canta a la Eternidad.
Poemas de José Domingo Gómez Rojas
‘The Image of Eternity: the sea’
Lord Byron.
Dedicada al poeta que ha comulgado con las multitudes: Víctor Domingo Silva.
Como oleadas que se agitan,
se revuelven, se estremecen, gimen, gritan
en mi pecho las tormentas del amor;
y cual toros de fornidas, torvas testas
y pupilas inyectadas y enhiestas,
ya se escapan mis protestas,
mis protestas de dolor.
I
Frívolos madrigales de las sutiles rosas
ritman en los jardines las musas de belleza
y comulga en los ritos del alma de las cosas
como una ofrenda triste mi llanto: voz que reza.
En las gamas exóticas de la tarde doliente
finge la luz un iris -raro florecimiento
crepuscular-.
(En el puerto)
Hay algo de tristeza en el paisaje
la mañana
penetra con su luz por mi ventana
a mi ser interior y es como ultraje
al fastidio sin fin de mi tristeza.
Aunque trate
de no ver el paisaje exterior, miro
en una pieza
que hay frente a frente a la ventana mía
dos viejecitas: una que bosteza
y otra que lentamente bebe mate…
Yo siento no se qué melancolía.
Sendas que se bifurcan todas blancas de luna;
árboles que proyectan sus formas recostadas;
escaños solitarios; fuentes cuyas cascadas
remedan una orquesta. Sobre la gran laguna
la brisa orla su peplo. Pilastras con jarrones
donde el fauno sonríe con sus belfos lascivos
mientras la ninfa mueve sus dos flancos esquivos
dando a su cuerpo esbelto violentas contorsiones…
Cada estrella ha encendido su blanco lampadario.
Fragmento de un poema
Yo que tengo lejanos jardines en la luna
y reinos invisibles en estrellas lejanas
y princesas dormidas de embrujada fortuna
y reinos interiores y cosas extrahumanas.
Yo que tengo un silencio de armonía profundo,
gravitando con ritmo de misterio en mí mismo;
yo que siento y que vivo la belleza del mundo:
jamás podrán hundirme en el ‘pequeño abismo’.
La juventud, amor, lo que se quiere,
ha de irse con nosotros. ¡Miserere!
La belleza del mundo y lo que fuere
morirá en el futuro. ¡Miserere!
La tierra misma lentamente muere
con los astros lejanos. ¡Miserere!
Y hasta quizás la muerte que nos hiere
también tendra su muerte.
Hoy caen los crepúsculos de mi alma
y dormido me encuentran las auroras;
tengo tantas estrellas en mi ensueño
que hay un divino azul hasta en mi sombra.
Es tan honda la noche de mi espíritu
que en un éxtasis vivo su belleza
y la muerte se acerca hasta mis besos
como virgen vestida con estrellas.
I
En esta Cárcel donde los hombres me trajeron,
en donde la injusticia de una ley nos encierra:
he pensado en tumbas en donde se pudrieron
magistrados y jueces que hoy son polvo en la tierra.
Magistrados y jueces y verdugos serviles
que imitando, simiescos, la Justicia Suprema
castraron sus instintos y sus signos viriles
por jugar al axioma, a la norma, al dilema.
En el bello jardín de mis ensueños
Donde nacen las flores. mis quimeras,
Nacieron muchos lirios que risueños
A la vida entonaron sus primeras
Canciones de dulzuras, halagüeños.
Mas sopló el vendaval y esas mis flores
Dobláronse en sus tallos juveniles;
¡Oh blancos lirios, flor de mis amores!
Sobre tus ojos de mujer
se habrá de cerrar un día
el sol de un atardecer.
En tus dos pálidas manos
se apagarán los fulgores
de los luceros lejanos.
Sobre tus labios marchitos
pasará la eternidad
con sus besos infinitos.